Vestigios De La Llama












Vestigios De La Llama









Mauricio Alejandro Moreno A.












 
"Vestigios De La Llama" & "Mauricio Alejandro Moreno" & "Pabellón de Palabras"
Por: Geraldine Cano Moreno




















CONTENIDO

 




  1. Acostúmbrate a ser libre
  2. …Un día, un día…
  3. Capitán
  4. Holograma
  5. Un jaque…
  6. La nada
  7. Mi voz…
  8. Inacabado
  9. La palabra
  10. Arco Iris
  11. Fe ciega
  12. Andar con miopía
  13. Caminar la ciudad
  14. Duende
  15. Lama
  16. Figura del poeta maldito
  17. Cansado…
  18. Intentaron sembrar en mí el odio
  19. Lágrima
  20. Yeilord in memorian
  21. Antes…
  22. A propósito de mis muertos
  23. La hora de las campanas
  24. Juego al desnudo
  25. Poética
  26. Demiurgo
  27. 03052011 10
  28. Pescador
  29. Tu boca…
  30. Ámame
  31. Negro
  32. Río
  33. El traje de Ícaro



































Acostúmbrate a ser libre
antes del desplome de tu cárcel.












































...UN DÍA, UN DÍA…




Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver... 

Porfirio Barba Jacob





Bienvenido. Aquí verás mudar tu rostro cada día en los espejos. Verás morir tu gente y sentirás cómo te diezmas ante su partida.


Llegará un día donde no contarás con un sólo testigo de tus hazañas o de tus errores, donde todos serán ajenos a tu lenguaje interior. Primero partirán los que vieron al niño, tu original y más prístina inocencia; los que más creyeron en ti y a los que dedicarías el menor vestigio de gloria.


Un día verás la arena de otro modo.


Con suerte, te llegará la humildad del grano, o la firmeza del árbol, o el abandono del aire.


Un día tus sueños serán gorriones y anidarán en otros corazones.

































CAPITÁN







Le tomé apego a la tristeza; ella hilvana los rostros que siguen desfilando ante el espejo. La plenitud es cosa de instantes, lo demás, aplomo.

He abandonado el timón de mi vida. He visto hundirse mis barcos en la distancia y el olvido, tantas veces, que no puedo asirme a ninguno, a pesar de construirlos con amor: corazón es lo que sobra. Pero la mar halla siempre la forma de engañarme con sus cantos, miles de sirenas prometen la unión donde yo al fin repose, donde mi yo esté disuelto.

Ante el espejo otro rostro a cuentagotas se deshace.






































HOLOGRAMA




He vuelto por obligación. Las palabras escritas son para mí cosecha y rito. No siempre el oficiante está a la altura de la ceremonia; sacerdote del flagelo, hoy mi señor es el letargo.

Escribo para justificarme, para alimentarme, para salvar de la rutina unas líneas que también a mí me salven del ladrillo o de la marcha de la máquina. Sí, le doy vida a las letras y me la retornan potenciada. Esta es mi obligación. En algún momento elegí vivir. Pero vivir a medias es traicionarme, es un desacato a mi decisión, el peor de los suicidios.

Entonces el rito invoca mi presencia y mi carne es otra vez un puente, un holograma que atraviesa el concreto y el metal.




































Un jaque
del que no salgo
desde hace días,
muchísimos días.

Un árbol
de un lado a otro
empujado por vientos
tan antiguos como el mundo.

Una voz
que no se decide
a expresar
su sonido único,
la desazón de tantos.

Tantos ciclos de melancolía
y la lluvia no se agota
o tanto de eso otro
y la furia no se apaga.

¿Dónde se encuentra la extinción
de toda vida,
de todo instinto,
de todo impulso?
¿Acaso la nada
es asible con palabras,
el descanso
con pasiones?

¿podrán los pasos
desprenderse de sus huellas?

En fuga de todo
un espíritu busca
su disolución,
pero la nada
no es un lugar,
y hasta los dioses
la envidian.

























La nada es ausencia de existencia, no es. Y así como el silencio afina la voz y la llena de matices, el palpitar de la nada nutre la voracidad de la tierra y de sus organismos.



Última esperanza en el exilio, tiene ahora más plegarias que salmos la Biblia, sutras el Dharma y poetas el planeta.



Me cuento entre los exiliados, desde el principio mamé de la espera. Alguna que otra vez deliro con paraísos, dulce cicuta, para volver a sentir el encierro en esta piel. Entonces ensalzo el vacío con las pausas que he ahorrado, con la agonía compongo cánticos. De mi madre heredé las estaciones, hecho que acentúa mi mutación. Soy un experimento en el cual las dosis de paciencia son sucedáneas de una intuición fluctuante como la luna.



La nada es el telón de fondo del escenario donde los cerdos engordan su muerte. Ya la ciencia lo dice: todo es espacio y el espacio es vacío; si se eliminara la distancia entre núcleo y electrones, la Tierra, la Vía Láctea, la galaxia, serían empuñadas en las manos del avaro y del pordiosero, listas para la prestidigitación.



Los agujeros, puentes que atraviesan la nada, acechan: poesía vuelta ciencia; ciencia, poesía; partículas que aparecen y desaparecen omitiendo espacio y tiempo…



Una semilla es mi trinchera. Su concentración, su compresión, intimida universos.

































Mi voz se esconde bajo las rocas
o en el aliento de los pájaros
cada vez que no soy.



































INACABADO



Poeta: mira mi poema.
He revisado la ortografía
y el editor de texto da su beneplácito.

A decir verdad, nunca entendí
la caprichosa conformación de la hoja
ajusto mis palabras a una extraña música
que así lo reclama
pero se ha dado el caso que otras músicas
tal vez más bellas
fueran entonadas con mis palabras.

No busco, poeta, la perfección
en el papel.

Fabrico el poema con todo lo que puede este cuerpo
preciso la depuración del mecanismo
que expulsa líneas por mis manos.

Pies, estómago y la caja resonante de mi cabeza
secretan garabatos de tinta que se benefician
cuando podo los muros,
proscribo la guardia
me sumerjo en el cielo.
Cuando abro mis ojos al ciego
al loco, al tendero, al que canta
por monedas en los buses.
Cuando me desprendo de viejas rutas
y como el viento puedo albergar
todas las palabras.

Es cierto que a ninguna perfección
puedo aspirar, que es insondable el abismo
entre niño e infancia, sueño y durmiente.

Mi obra, sin embargo, he de tenerla cerca.
Poeta, es un poema inacabado
lo que sostiene la hoja.























































LA PALABRA




La palabra trajo consigo las grietas y la posterior caída de la casa, trajo el desamparo y trajo el cielo, los árboles, las personas (se llevó techo y paredes). Hubo que salir al encuentro de la noche y de la mañana:



Cuando es la noche, la palabra es antorcha. Los versos más tristes perfuman la penumbra: los cuerpos se saben habitados, el abrazo empuja convenciones y el llanto se transparenta.



En la mañana, la palabra juega, salta y se hace aire.



También el silencio vino de la mano de la palabra. Tres fonemas (si - len - cio) que evocaban la madrugada, la alta noche, acabaron nombrando una disposición interna que no siempre espera por la rosa o el arte sino que irrumpe, por ejemplo, entre la muchedumbre y su bullicio. Sino que se agolpa en los semáforos, en las calles, en la contra reloj de los abuelos.
























ARCO IRIS






Los dedos del sol
precipitan el éxtasis
y el derrame
de las nubes contempladas.

Las gotas son prismas
espectros los rayos de luz
en la retina
claro
un arco iris perdurable.























FE CIEGA


Sabes que los pájaros vuelan
Pero, ¿los has visto volar?











 




















Andar con miopía
sin lentes recetados
es andar expuesto
o a la caza
de las formas que se agolpan
tras las formas
un pulpo se agazapa
entre las ramas
un hombre
entre una sombra.


































Caminar la ciudad
cuando los buses duermen
y parece despertar
en chicharras
en cocuyos
la vegetación urbana.

Caminar la ciudad,
paso a paso alejarse
de los afanes del día.
Abrirse a la noche
que los árboles reciben
con todas sus ramas.

Caminar la ciudad,
escribir en las márgenes
de las autopistas
y su corriente.
Caminar la ciudad
Tallar un poema en el asfalto.






























DUENDE



Voy a exorcizar al Duende.
De allí parte mi canción, mi conjuro
y una fuerza elemental de tambores,
este miedo
que me veo obligado a nombrar.

- ¡Sasha! Grita el Duende. Los tambores redoblan.

Alcanzo a perderme un momento,
años luz en el recuerdo, en la imaginación.
Rizas con Z, repentinas formas que trazo
al unísono de risas afiladas. Tambores.
Guitarra escurridiza es la libertad
del Duende, es su expresión,
su mejor arma también es el silencio.
De los poetas, de los que todavía quieren serlo,
el Duende demanda respeto, entonces agita
su muñeco plástico con pito.
Y calla. Se mimetiza, escribo.

Se arrebata de la escena a su hábitat mental,
Donde ¡Oh sorpresa! reina la pausa.
¡Qué paz! Funciona como bastión
Desde el cual saluda encaramado.





















































LAMA



Desde su nacimiento
otras constelaciones
lo reclaman.
Regiones de luz
donde no existe el correr
de la sangre y se llega
al mundo
en una flor.









 
























FIGURA DEL POETA MALDITO

 




La tranquilidad se sienta a tu lado

                                                       y la desechas

         porque te enseñaste a buscar

                                                     el acontecimiento de las luces y los excesos.

                 ¿De qué te sirve la penumbra si ostentas la soledad?

                                             ¿Para qué un nombre que nadie ha de pronunciar?



La felicidad, sí, la llamaste,

                   viene a sentarse sobre tus rodillas

                                                                y la ignoras

                                                      como otros injuriaron la belleza.

       Necesitas la identidad del tormento

                         Embriagarte caerte negarte y sobre todo

                                                                              menoscabarte.



El aplauso vendrá por tu poema, valdrá la pena

                el hambre, la miseria, el hastío. Tal vez luego podrás

                                                              disfrutar de las ventajas de tu nombre.

                                                 

Es otra mi poesía.

                                                         Anónima, se busca y me busca. Me cambia

                                               y la cambio

                       por unas centésimas          de tregua.
































Cansado de estar en pie y en mi afán
de llegar a destino
hice del dedo la meta
y me olvidé de la luna.

Pero tampoco allí 
mi marcha daba fruto.
Y los pasos que pretendían
estar libres de toda ruta
eran rastro, una línea
conmigo en sus puntas.

Soy el final de mis pasos
pero no tengo dirección.





























Intentaron sembrar en mí el odio. Aún persisten en ello. No necesito recordar para sentir la ausencia de mi padre. Lo asesinaron en la sala de su casa, donde la puerta abierta a la calle, al mediodía, se entregaba a la última trama que él protagonizaría.



Otros, acaso los mismos, me asaltan con requisas, no sé qué buscan en mis genitales. Han venido a mi casa con sus gritos y patadas a la puerta. Dentro dan órdenes y se creen señores donde saben que no hay reyes. No en vano se han visto siervos a caballo y príncipes que anden como siervos sobre la tierra, ¿pero toda la tierra?



Construyen murallas a la esquina de mi casa y con toda clase de vallas quieren delimitar mi deseo. Hasta música componen los canallas. Míralos, míralos cómo se ocultan entre las líneas. ¿Los has visto? Te dicen que no puedes, que lo más a lo que se puede aspirar es a disfrutar el momento y te dicen cómo y dónde comprarlo. Que no puedes soñar con encontrar un sentido, que no puedes hacer nada para sanar el hambre o el dolor, y que las muertes de cada día son necesarias o inevitables. Maestros de la impotencia, todo lo pueden. He creído verlos, pero están por todos lados y en ninguno. Obedecen a corrientes que también siguen las nubes y que hacen estación en cada casa, no siempre por asalto, sutiles corrientes.



Hemos de emanciparnos, espero. Yo mismo me sacudo y todo el humo negro, toda la rabia, la disuelvo en luz o en vacío. Entre tanto las grandes estructuras siguen creciendo, atropellando. Intentan sembrar en mí el odio, persisten en ello.



Invoco al granizo. Ya viene. Lo percibo en el aíre.




























LÁGRIMA


Por el rostro resbala
como si nada
y no menos que un río
arrastra una gota.







































YEILORD IN MEMORIAN



Salía temprano a tomar el sol. Había estado expuesto a la sombra toda una vida atrás. Cuando yo salía a pedalear mi camino diario, él ya estaba allí sentado, enseguida de mi casa, absorto en la luz naciente. Eso fue lo primero que extrañé cuando lo mataron: verlo más decidido que el sol a iniciar el día.

Otras habían sido las noches. Le habían dado por muerto y no acabaron el trabajo.

Después se supo, le dejaron el cuerpo maltrecho: hasta se dijo que más nunca se levantaría de la cama. A causa de esto, lo que en él animaba a su cuerpo tuvo que sublevarse: ya no se podía tratarlo sino como inteligencia, como un brillo en los ojos. Y así como su cuerpo pudo levantarse a recibir el sol cada mañana, él al fin hizo su arribo a un mediodía donde ninguna sombra puede alcanzarlo.










































Antes,
la máscara de calavera que viste la muerte,
refulgía,
era el súmmum del horror. 
Aún se escuchan los pasos de los que huyen.
Ahora es el maquillaje que cubre un espacio,
como el que abren los muertos. 
El suelo invita, no a correr,
a yacer,
a contemplar el polvo en el viento.
Pese a la sierra o al cañón, pese a la sevicia,
el espanto no se instala en los rostros
de nuestros muertos.
Se aloja en la indecible ausencia
de sus gestos.















A PROPÓSITO DE NUESTROS MUERTOS




Ellos ni se toman la molestia de despedirse porque tienen la excusa de su imprevista partida. Nosotros, en cambio, no terminamos de despedirnos. Nos adentramos en callejones de ensueño con la esperanza del reencuentro, acaso el reencuentro con nuestras manos vacías y el corazón roto o, en el mejor de los casos, agrietado.

El tiempo lo cura todo, insisten. Pero cada nueva pérdida es una piedra más que carga el corazón. He llegado a sentir la inutilidad del grito: ¿cómo gritar algo que no cabe en la boca? Que de nada sirve el llanto porque al final el dolor no se marcha con las lagrimas… sin embargo, lloro. Y cada pérdida lleva a la pregunta: ¿dónde he de buscar lo que he perdido?

Y antes uno se da cuenta, desde lo que le dictan los sentidos, incluido tal vez el sentido común, que éste es el lugar y que todo, todo, está por perderse.

Alguien, alguna vez, quiso traer consigo la flor que vio en un sueño de cielo. ¿Habrá querido llevarse otra de aquí?

Sólo contamos con este instante de conciencia.




















LA HORA DE LAS CAMPANAS




En otros mundos salen soles sin esfuerzo. En éste, su único sol se arrastra, cuando no se esconde, para iniciar la función que no tiene norte. Llegan temporadas de frío donde el mundo se ve a través de una ventana empañada. Es peligroso morir allí. Los buenos sueños acaso no vengan a recogerte sin un sol a su espalda. Pero qué tentador resulta abandonar un cuerpo congelado…

Sin embargo, es otra la hora de las campanas. Antes eran varias las horas, pero se redujeron a una sola para evitar el éxodo de los pájaros; los invade un frenesí extraño, luego del cual todo es un reguero de plumas. Hubo uno que se hizo imperturbable después de aquello. En el pequeño bosque, a orillas del lago, se ubica muy tranquilo, como si fuera un señor de ésos que alimentan palomas, y no devuelve ni un saludo, ni un gesto siquiera, de tanto mirar sin mirar lo que parece el cielo a unos pasos del horizonte. Muchos, muchos de sus compañeros desaparecieron. 


A mí las campanas me recogen, me llevan con ellas en el mismo sitio donde reposo y por un momento todo se hace tan liviano que me nace la certeza de llevar este mundo en la palma de mi mano. Con ellas, hasta el sol se alegra. Una luz que no parece la suya se aposenta en las cosas y en los seres, y una risa que es volcán y no cascada, vibra en el suelo, en el aire.

En otros mundos, tal vez todas las horas son de campanas. No tengo idea si en otros mundos extrañaría mi hora de campanas. Pero sin la reminiscencia de una ventana empañada, acaso todo en ellos resulte deslucido ante mis ojos.






























Juego al desnudo
cuando tomo el lápiz.
Y como la piel
que también es vestido
la vieja voz dicta sus palabras.



































POÉTICA




I

La pureza aquí y allá
el espacio
mi cuerpo.



II

La sonrisa en mi cadáver
así las llamas
o los gusanos.



III

La oración busca
inmensidad
cómplice.






























DEMIURGO

Mis escritos son golpes de suerte.
Barajo emociones sensaciones
intuiciones
y en algunas ocasiones
ocurre el texto, ese algo
que supera a sus ingredientes.

La apuesta más alta es el poema
la forma más fiel a su origen
incierto.

En la creación me corresponde
el lanzamiento de los dados.
































03052011 10




Estos días que penetran la cáscara de la costumbre, en los que te encuentras de pronto habitando el mundo, desvanecen las palabras.

En uno de estos días, tal vez, poniendo mi mano sobre tu hombro, podré comunicarte lo que las palabras no. ¿Qué diría un habitante de la niebla si esta se disipa?

En estos días cada cosa resulta ser un espejo y el aire es tan familiar que no hace falta surcarlo para sentir la libertad; simplemente la respiras.

En estos días el destino no tiene asidero.











































PESCADOR




Te construí la mejor de mis trampas.
El oro llegaba de los arcanos más remotos de mi ser para regar la que era tu jaula.

Has salido de ella.

Y descifras cada red que pretende traerte de vuelta. La cortas en pedazos
y me la extiendes
para que lea en sus costuras
el mensaje que he escrito
infinitas veces,
con infinitas voces,
al cielo de mi conciencia.

Así que soy pescador.

Tú eres cualquier cosa
menos un pez
o un pájaro de jaula.

Me iluminas.

No tengo ya ni una oración que pueda traerte a mi lado.
Apenas un lugar para sentarte, cuando quieras, en mi barca.































Tu boca tiene la forma de un beso que no termina.
Sobre tu cintura, en sueños, mis manos se posan, te surcan
rozan la raíz de tu aliento.

A menudo te sueño despierto y he llegado a entrever
cómo te agitas
en las vísperas del clímax.

Veo tu rostro claramente. En tus ojos se refleja
un rayo, una flor que cae: es la hora
del azote de las olas.

































ÁMAME



Ámame en la intensidad de mi mirada,
en la altura de mi tacto,
en la simple calidez de mi pecho.

Esto que soy yo
también sabrá amarte
bajo las superficies mismas
de tu piel.


























NEGRO


Descenderé a mi cuerpo
Pero eres la amada de mi alma.

Ascenderé en mi cuerpo
Y oh cielos incontables cielos

Seguirás siendo amada en mi alma
Cielo supremo, Blancura inagotable
Azul irrefutable
Negro torbellino de deseo en sentido inverso de las jerarquías

Negro apostata babilónico sodomita
Negro profundo en sentido inverso de los caminos de vuelta,
de los de ascenso, de aquellos caminos que desembocan

en pisadas de nube sobre asfalto
en sentido infinito

¡Negro mío! ¡Negro mío!

Cuán fiera es tu noche cuando mía es su negra luna.




























RÍO


Me zambullo en el río. Me abraza. Soy otro al emerger de él. Como Dante cuando escuchó la voz de Dios y al despertar sólo conservaba en sí un leve rumor, el avistamiento no tan lejano de una isla donde su obra, su vida misma, cobraba sentido; al llegar mis pasos otra vez a la playa traían noticias de un rayo que atraviesa territorios inextinguibles regándolos con su luz abrupta y fatal. Era yo parte del río entonces y nada más importaba que acoger cada corriente por más que llevara a saltos sin retorno. No estaba solo tampoco. No estaba solo.


































EL TRAJE DE ÍCARO


¿Quién dice que Ícaro sufrió la derrota? Yo lo vi ad portas de lanzarse rumbo al sol, lo vi tomar la decisión del salto. Él sabía la verdad de su traje y conocía la naturaleza del sol. Incluso su más sombrío ser lo sabía y lo antecedió en su final abrazo. Un portal a un universo de lunas conscientes era para él la llama celeste.

No muere quien realiza su más íntimo sueño.








No hay comentarios.: