miércoles, marzo 23, 2016

El Mal Del Siglo


El Paciente:
-Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace:
el mal del siglo...el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardo.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano... ; un incesante
renegar de lo vil de la existencia,
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis...


El Médico:
-Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo: báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡lo que, usted tiene es hambre!...

















José Asunción Silva



Resurrexit

Para qué arrepentirnos, si es bastante
a purgar nuestro mísero pecado
el doliente recuerdo de un pasado
cada vez más cercano y más distante:

Si no hemos de encontrar más adelante
todo lo que nos hubo conturbado,
ni las bocas que ya nos han besado
ni el loco amor ni la caricia amante.

Ríe y no te arrepientas, que mañana
nuestras dos almas solas irán juntas
a explorar los misterios del Nirvana...

Mientras que Magdalena, la divina,
entre el coro de vírgenes difuntas
hace un triste papel de celestina.




José Asunción Silva



martes, marzo 22, 2016

Creatura Encendida


No es solamente el flujo de la tierra
lo que ha de herir el vidrio de mis ojos.
No es este gasto de sudor y lodo
ni esta ceniza que me puso un nombre
lo que he de combatir y me combate.
Es mi propia creatura, mi sonido de siempre,
mi forma de estar vivo aunque no tenga
un cuerpo qué gastar
o un tacto entre los dedos.
Es esta furia mía de saberme encendido,
de tener claridad,
de ser zumbido,
silbo de Dios,
silueta diferente.
De estar dentro de mí constituido
para seguir arando sin arado,
para seguir tejiendo sin aguja,
para tener un poco de mi ruido
disperso en un rincón o en un suspiro.
Es esta firme cantidad de esencia
para sufrir, para escanciar destino,
esto que me suplica y me conoce,
que madura mi luto desde siempre.
Este saber que no hay descanso,
ni agua para apagarse,
ni polvo que nos cubra ni deshaga.
Somos esto, sepamos, somos esto,
esto terrible y encendido y cierto:
algo que tiene que vivir y vive
por siempre sollozando pero vivo.








Héctor Rojas Herazo




La Creciente


Al amanecer crece el río, retumban en el alba los enormes troncos que vienen del páramo.
Sobre el lomo de las pardas aguas bajan naranjas maduras, terneros con la boca bestialmente abierta, techos pajizos, loros que chillan sacudidos bruscamente por los remolinos.
Me levanto y bajo hasta el puente. Recostado en la baranda de metal rojizo, miro pasar el desfile abigarrado. Espero un milagro que nunca viene.
Tras el agua de repente enriquecida con dones fecundísimos se va mi memoria.
Transito los lugares frecuentados por los adoradores del cedro balsámico, recorro perfumes, casas abandonadas, hoteles visitados en la infancia, sucias estaciones de ferrocarril, salas de espera.
Todo llega a la tierra caliente empujado por las aguas del río que sigue creciendo: la alegría de los carboneros, el humo de los alambiques, la canción de las tierras altas, la niebla que exorna los caminos, el vaho que despiden los bueyes, la plena, rosada y prometedora ubre de las vacas.
Voces angustiadas comentan el paso de cadáveres, monturas, animales con la angustia pegada en los ojos.
Los murciélagos que habitan la Cueva del Duende huyen lanzando agudos gritos y van a colgarse a las ramas de los guamos o a prenderse de los troncos de los cámbulos. Los espanta la presencia ineluctable y pasmosa del hediondo barro que inunda su morada. Sin dejar de gritar, solicitan la noche en actitud hierática.
El rumor del agua se apodera del corazón y lo tumba contra el viento. Torna la niñez...
¡Oh juventud pesada como un manto!
La espesa humareda de los años perdidos esconde un puñado de cenizas miserables.
La frescura del viento que anuncia la tarde, pasa velozmente por encima de nosotros y deja su huella opulenta en los árboles de la «cuchilla».
Llega la noche y el río sigue gimiendo al paso arrollador de su innúmera carga.
El olor a tierra maltratada se apodera de todos los rincones de la casa y las maderas crujen blandamente.
De cuando en cuando, un árbol gigantesco que viajara toda la noche, anuncia su paso al golpear sonoramente contra las piedras. Hace calor y las sábanas se pegan al cuerpo. Con el sueño a cuestas, tomo de nuevo el camino hacia lo inesperado en compañía de la creciente que remueve para mí los más escondidos frutos de la tierra.






Alvaro Mutis



Balada De Los Proverbios


Tanto se rasca la cabra, que se daña;
tanto va el cántaro a la fuente, que se rompe;
tanto se calienta el hierro, que se pone al rojo;
tanto se golpea, que se parte;
tanto vale el hombre, cuanto se le precia,
tanto se aleja, que lo olvidan,
tan malo es, que se le desprecia,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Tanto habla uno, que se contradice;
tanto vale buena fama como un favor conseguido;
tanto promete uno, que se desdice;
tanto se suplica, que la cosa se adquiere,
tanto es más querida, cuanto es más buscada,
tanto se busca, que se encuentra,
tanto es más frecuente, cuanto menos deseada,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Tanto se quiere al perro, que se le da de comer;
tanto corre la canción, que la aprenden;
tanto se guarda la fruta, que se pudre;
tanto se hostiga una plaza, que es conquistada;
tanto se tarda, que fracasa la empresa;
tanto se precipita,que sobreviene un mal;
tanto se aprieta, que cae la presa,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Tanto se bromea, que ya no se causa risa;
tanto se gasta, que no se tiene camisa;
tanto es uno generoso, que todo se lo gasta;
tanto vale toma, como una cosa prometida;
tanto se ama a Dios, que se sigue a la Iglesia;
tanto se da, que conviene pedir prestado;
tanto se vuelve el viento, que se hace cierzo;
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.

Príncipe, tanto vive loco, que sana,
tanto va, que al fin vuelve,
tanto se le golpea, que muda de parecer,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.





Francois VillonTraducción de Carlos Alvar



domingo, marzo 20, 2016

Muchachas.

Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas,
gustándolas, palpándolas, oyéndolas llorar,
reír, dormir, vivir;
fealdad y belleza devorándose, azote
del planeta, una ráfaga
de arcángel y de hiena
que nos alumbra y enamora,
y nos trastorna al mediodía, al golpe
de un íntimo y riente chorro ardiente.




Kayo: Mujeres Y Flores X


Gonzalo Rojas



No sé; me importa un pito que las mujeres...


No sé; me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.


Tomada de: El Lado Oscuro del Corazón


Oliverio Girondo


jueves, marzo 17, 2016

Límite Y Resplandor

Algo me fue negado desde mi comienzo,
desde mi profundo conocimiento.
Y he velado dulcemente
sobre las espadas que segaron mi luz.
Con nocturno rostro me he alzado
a batallar en el esplendor de mis dormidas normas,
con el pavor de mi júbilo primero
y en otra sombra abatida he pronunciado mi nombre,
mi tremendo, mi orgánico nombre,
mi nombre de filo y de simiente
bajo el sueño de un ángel.
Mis apetitos totales he derramado
como un tributo de reconocimiento,
mi olfato y mi tacto como duros presentes.
Mis olvidados sacrificios he reunido,
mis anteriores fuerzas,
mi casto furor,
mi más antiguo y añorado fuego.
Y he aquí que todas mis potencias
no logran arribar al límite de lo perdido.
En otra edad dichosa
mi palabra fue herida de terrestre amargura.






Héctor Rojas Herazo



miércoles, marzo 09, 2016

Renacimiento


Ya es la estación de las rosas:
El corazón renaciente,
anuncio heráldico siente
de libertades preciosas.

Tengo ideas primorosas,
de locuras sed ardiente,
desafiando irreverente
del Korán reglas famosas:

En la dulce compañía
de la dilecta alma mía
libar el néctar carmíneo;
y el resto, el suelo al ungir,
tapiz rojo hará surgir
para su pie apolíneo.






Omar Khayyam


Renovación


La rueda de los cielos rauda gira
aun después de mi muerte y de la tuya;
y porque nuestra pena no concluya,
contra tu alma y mi alma ella conspira.

Ven sobre el verde césped, dulce Amor,
reposa en mí tu frente pensativa;
sólo nos resta una hora fugitiva
de descansar sobre esta hierba en flor .

Después... vendrá otra hierba aún más fresca
del suelo que de amor se fertiliza,
cuando de tu ceniza y mi ceniza
la nueva savia en su eclosión florezca




















Omar Khayyam