Mostrando las entradas con la etiqueta Jandey Marcel Solviyerte. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Jandey Marcel Solviyerte. Mostrar todas las entradas

lunes, abril 03, 2017

Las Canciones Más Bellas


Juzga por ti mismo si vale o no la pena
transitar a toda prueba esta senda tenebrosa.
Infiere si en verdad importa seguir la absurda
línea por los astros propuesta. Y verifica si aún
es cierto el milagro desastroso de la existencia.

Ve y únete a todas las cosas junto a ti dispuestas,
y marcha en pos de la penumbra de las noches
y de los días borrosos por el paso de la niebla.

Evoca desde tus labios las canciones más bellas
de tierras muy lejanas. Entiende con entereza
que ésta es la vida y éste tu destino; y, apresúrate
a su encuentro: hojas son barridas por el viento.



Fotografía de Duván Carvajal Restrepo



Jandey Marcel Solviyerte



Más Que Un Consejo, Amigo


Aléjate lo más que puedas del mundillo banal;
no es esa ruta infame la que ha de llevar tu paso.
La marea no detiene su curso al estrellar las playas,
ni se impide cuando es propicio el pasto para la sed
del fuego el voraz incendio que arrasará la cosecha.
Un deber profundo tienes que omite todo desvío,
y aun, sin tu arbitrio, inexorable te arrastra a cumplirlo.
Lo más que puedas, aléjate, del mundillo banal.






Jandey Marcel Solviyerte



domingo, junio 14, 2015

Con Algo De Cariño En Los Ojos



“No me digas que piensas seguir la misma ruta
desastrosa tomada por tu padre y tu hermano.
Anda, muchacho, piensa claro, las armas no
se hicieron para acariciar piel alguna, menos
cuando bañas en sangre las delicadas manos.

Coge más bien la rula y el azadón, estas hierbas
ya están que nos cubren por completo; los hombres
se marcharon a pelear por una causa que desconocen
los más; los otros nunca han labrado la tierra, es por eso
que engañan con fruslerías aprendidas en el exterior.

Te digo que lo mejor es que trabajes. No ha mucho
eras un niño alegre, veo ahora que se te ha agravado
el semblante. Búscate una novia, siembra un maizal.
No sigas la maldita ruta, te lo digo; en esas andanzas
se va olvidando el alma y se pierde la vida, y nada más”.

Mientras la abuela intenta en vano detener a su único
nieto varón, el último niño de la familia se amarra
las botas, envaina el machete, se pone el sombrero,
y mira a la anciana con algo de cariño en los ojos. 
“No me joda Madre” —dice. Cruza firme el umbral de la puerta.



Jandey Marcel Solviyerte




Sin Excepción Alguna


Todos los rojos, todos, celebraron el hecho golpista.
Creyeron inocentemente que era el fin de la guerra.
Todos los rojos, todos, fueron perseguidos, burlados.

Marroquín, el cínico, se escondía en una legitimidad
que él mismo había arrebatado, y por más de dos años
prolongó los arrestos, los fusilamientos, el terror.

Todos los rojos, todos, sin excepción alguna, sufrieron las consecuencias de la maquinaria bélica.
Todos los rojos, los que en verdad lo eran, fueron
desapareciendo poco a poco de la faz de esta tierra.



Jandey Marcel Solviyerte



sábado, junio 13, 2015

Ibagué 21 de septiembre de 1901


Mujer, en la acera de tu casa está tu héroe
no te vayas a afligir, así es la guerra.
Saca pronto una sábana y cúbrele el rostro,
los destrozados miembros para que nadie los vea.

Mujer, mantén altiva la frente como él lo quisiera;
en la acera de tu casa está tu héroe, ábrele la puerta;
qué importa que el vil enemigo ría, mientras adentro,
en tu ser, una oscura ave en tus pensamientos vuela.

Mujer, no vayas a llorar frente a las godas bayonetas;
en la acera de tu casa está tu héroe, rudo en la contienda.
Los guerrilleros del Tolima jamás olvidarán su nombre.
Tulio Varón ha muerto, corre a abrirle la puerta.







Jandey Marcel Solviyerte



viernes, junio 12, 2015

El Cuerpo, Instrumento Divino


Moralina, cuando en mis brazos arde,
     fiera la llama de su aposento carnal,
     me dice: “ No te dejaré nunca, no.”
     Yo, aunque mortal, de estas cosas algo sé.
     No es a mí a quien su lengua jura lealtad.
     Es al dios quien ha poseído mi cuerpo
     para así poder tenerla en sus redes, prisionera.



Cayus Generosus Erigo
Traducción de Justo Ernesto Paladín

Versión de Jandey Marcel Solviyerte


Sobre Cuestiones Teológicas


Mi criada, buena para el lecho,
      a pesar de su cristiana alma,
      cuando a la guerra avanzo
      me grita desde la ventana:
      “Amo, la Virgen lo acompañe”.
      Si no fuera porque en su trasero
      se caldea el infierno, no permitiera
      yo en su lenguaje el cielo.
“Ilusa —exclamo no entiendes,
 —mientras hacia lo alto el arma elevo—
      si la virgen me acompañara
      dejaría de serlo”.



     


Cayus Generosus Erigo
Traducción de Justo Ernesto Paladín

Versión de Jandey Marcel Solviyerte


Ya Favonio Favorable


La ausencia del cuerpo es la ausencia del alma.
     Si del amado cuerpo, inútiles, carecemos:
     ¿Qué es, por Júpiter, lo que se ama?

Ya Favonio favorable rumores trae
     y a espíritus libres a vivir incita
     en las orillas de los ríos, regocijados.

Los líquidos espadones fecundando
     toda piel, todo pétalo estremecido
     en el jardín de la floresta.



Cayus Generosus Erigo
Traducción de Justo Ernesto Paladín

Versión de Jandey Marcel Solviyerte


Arte Poética


Entre muchachas tiernas siendo casi un niño
leí a Anacreonte. Catulo y Marcial señalándome
el camino mi juventud íntegra pervirtieron.
Por gracia de unos cantos populares del siglo primero
de esta era inculta que rechaza el cuerpo,
conocí en pleno ejercicio el Culto Enhiesto.
Con mi más amada muchacha recité de memoria
a Amaru, tranquilo. En la cima de mis facultades
mis versos de Amor compongo entre flores e insectos.
Los más lascivos y húmedos, te los diré al oído, en secreto. 


Cayus Generosus Erigo 

Traducción de Justo Ernesto Paladín.

Versión de Jandey Marcel Solviyerte


viernes, noviembre 14, 2014

El Rito De Iniciación (Fragmento de Priapica Carmina Sensualis Amoris)









La luz violácea del ocaso sembraba sombríos resplandores sobre las aguas del lago Inferiore; a la altura de una de las entradas principales hacia la ciudad fortificada, esperaban contemplando sin afán los cambios en la atmósfera Cayus Generosus Erigo y su amigo Flavus Tiberius, ambos investidos de esa belleza propia de la juventud, cuando el alma y el cuerpo se lanzan a la aventura de la vida. Esperaban a un hombre maduro quien, tras una breve tardanza, llegó a cumplir la cita acordada. 

Se adentraron en la ciudad por las estrechas calles que semejaban laberintos; sin aventajar el paso, pero manteniendo el ritmo un poco acelerado. Aquel hombre, cuyo nombre jamás será revelado, se adelantó un poco y bajó unas escalas. Golpeó una puerta. Unos ojos saltones se movían del otro lado de una rendija o mirilla. La gran puerta de madera se abrió y los tres hombres se adentraron por un pasillo iluminado con velones en forma de falos. Bajaron hasta un salón amplio donde reinaba un silencio de piedra; allí abajo el universo parecía ser otro. Al menos así lo describe Tiberius en sus Memorias sobre Erigo. 

El cronista narra estupefacto la belleza excelsa de los cuerpos de 28 mujeres de edades varias y de formidable esbeltez. El hombre se detuvo ante el umbral que formaban las primeras mujeres; lo mismo hicieron los jóvenes que le seguían con respeto. Fueron conducidos hasta una pequeña habitación donde fueron desnudados, bañados en tibias aguas y perfumes, en un ambiente de hierbas y esencias aromáticas, y purificados para el inicio de los misterios. Llevados de nuevo al amplio salón, los dos jóvenes debieron libar los sexos de las 28 mujeres; cortesía que aquellas les devolvieron por el placer recibido. Tiberius, en sus Memorias, escribe: “Estas deliciosas sacerdotisas nos amaron de una manera libre y perfecta. Fue una jornada en la cual se puso a prueba nuestra potencia viril. Hubo un instante en el que creí desfallecer, aun cuando Erigo parecía un gallo atendiendo a todo el gallinero. Justo en el momento en que me desvanecía, nos dieron de beber un líquido espeso y de sabor amargo que nos revitalizó[1]”. 

Al alba, cuando los dos novicios cayeron rendidos, aparecieron en la aromosa sala los sacerdotes integrantes del Culto Enhiesto con dos hermosas doncellas que a su vez iban a ser iniciadas en los lúbricos misterios. 14 hombres en total desfloraron a aquellas divas de pieles lozanas y anhelantes. Duró el día entero esta escena de penetraciones, dobles, triples, cuádruples, y de gemidos que hacían del aire una música de jadeos. Al llegar la hora del ocaso los nuevos integrantes del culto fueron llevados a una habitación donde muy seguramente bebieron más Satirión y continuaron el húmedo ritual hasta el alba siguiente. Era el año 748 de nuestra era. Iniciaba así una nueva etapa para la humanidad.




[1] Al parecer, la bebida que les fue dada a ingerir era el famoso Satirión, cuyas propiedades afrodisíacas fueron bastante apetecidas en la antigüedad. N.T. 





Justo Ernesto Paladín

Versión de Jandey Marcel Solviyerte