Porque en algún momento mencionó las fronteras
sabiendo que no existían fronteras
y que nada era seguro, ni las cosas sencillas que
no existen,
celebro a Whitman y en su voz me pierdo
porque conviene más saberlo cerca para poder
abandonarlo
inventando otro diálogo de dejaciones que avancen,
o proximidades más propias para celebrar el tiempo.
Canto de sí mismo, yo me canto
y me apropio de mí, de los que vienen
porque así lo pediste y yo me creo
y creo en mi época de tristezas vanas y de muerte,
y en el futuro tan vano de tanta vida que no tendré.
No soy original, tú lo dijiste, y no he de serlo
porque no significa nada.
Porque hablamos del mar, y tocamos el mar, y
viajamos el mar,
porque todo es sequedad
y vemos lo que podemos ver del pasado y del
presente.
Porque no conocimos el verdadero río ni al
verdadero hombre,
y saltamos sobre el estiércol y construimos sobre él.
Porque arrojamos discursos sobre la tierra mojada
y sobre la tierra seca,
y nos hacemos preguntas para pensar el tiempo,
porque incomoda el tiempo.
Entonces, yo lo digo para que tú lo celebres.
¡Incorregible melodía!
Tocas mi oído aunque no te pedí.
La sé desde siempre y no me hace feliz.
Tú te hiciste feliz invitando a tu alma a observar
un tallo de hierba del verano.
Nosotros observamos los tallos de la única estación
y somos con el misterio débiles.
No tenemos tu aplomo, Walt Whitman.
Te hemos ganado en muerte.