martes, diciembre 30, 2014

Retrato De Mujer


Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
en la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.

Te juré no escribirte. Por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que no me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.

Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.

No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.

Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí, mujer, te dejo tu figura.

(1957)







Gonzalo Rojas



La Oficiosa Inutilidad




Por: Antonio Saura




Nada produjeron mis manos a lo largo del tiempo.
Nunca sembré, coseché o almacené ningún fruto.
No cultivé los campos, no rendí mi sudor bajo los días arduos.
No vendí, no gané, no entendí los negocios.
La vida brilló para mí siempre afuera, más allá de las tiendas,
resplandeciente y solitaria como un río salvaje.

Me dirán: cuál tu oficio, tu forma de ganar el pan.
Reprocharán mi dulce dejar pasar las horas
como en éxtasis blanco, como sombra en los patios.
Señalarán mis libros, mi música, las artes
que en vigilia o en sueño suelo buscar iluso.
Reclamarán castigo inmediato de mi crimen:
mi indolencia aparente en el reino apurado,
este apartar los pasos de la vía demente
donde se trenza el músculo a la urgencia, al afán
de las ruedas, los motores, las alas.

Juzgarán estas manos ineptas, estos ojos abiertos
más allá de los lindes del hacer y el luchar.
No entenderán la honda soledad de mi inútil
condición, mi renuncia anticipada y muda
al laborioso mundo que inventaron los hombres
sobre la tierra abierta al goce, la delicia
del instante en la incierta duración de la vida.

No admitirán mi oficio simple de no hacer nada,
—mi tarea magnífica de estar solo soñando–
mientras pasan los años y avanza atareada
la muchedumbre informe levantando ciudades,
apresurando horarios, computando el mañana.

Sólo pienso, es difícil, es también un deber
que alguien cuide el silencio, que alguien
guarde el rebaño de sus propios deseos
al margen del bullicio, del frenético empuje
y el trepidar insomne de la gran maquinaria.

Soy un pueblo de manos esperando en la sombra.
Soy el desempleado, el vago, el remolón
habitante de orillas apartadas y sordas.
Otras son mis razones con qué estar ocupado.
Hay otro tiempo y ritmo, hay otro
espacio último entre las horas ágiles.

—Tal vez, acaso, nunca
no hacer nada fue tanto.

Porque al menos la guerra no está entre mis oficios.

(1999)


Pedro Arturo Estrada



miércoles, diciembre 24, 2014

Ruego A Nzamé



Jaime
 

Dame una palabra antigua para ir a Angbala,
con mi atado de ideas sobre la cabeza.
Quiero echarlas a ahogar al agua.

Una palabra que me sirva para volverme negro,
quedarme el día entero debajo de una palma,
y olvidarme de todo a la orilla del agua.

Dame una palabra antigua para volver a Angbala,
la más vieja de todas, la palabra más sabia.
Una que sea tan honda como el pez en el agua.


¡Quiero volver a Angbala!




Jaime Jaramillo Escobar





martes, diciembre 02, 2014

porque es amada...


porque es
amada
otra vez el comienzo
si

ebrios de un vino oscuro, poseídos
de un fuego oscuro
nos damos a los juegos sagrados de la noche

para que sean nuestros rostros máscaras
que prefiguran rostros
y nuestros cuerpos sombras
que prefiguran cuerpos.


José Manuel Arango

sábado, noviembre 29, 2014

Todas Las Aves


en la voz del autor


Mataremos a todas las aves.
A todas. A todas, dijeron los cuervos al anochecer.
Y en el silencio de la noche oí
cómo alguien en el jardín estaba matando a mis aves.
Y supe
que ahora mis mañanas
estarían sin canción
y sentí
cómo la tristeza se apoderaba de mi alma.
A todas. A todas las aves, dijeron.
Y sentí
cómo batían alrededor de mí
sus alas oscuras
y cómo detrás de ellas me observaban
los ojos amarillos de los cuervos.
¿Qué buscas, cuervo?, pregunté.
Bajo la corteza de mi cráneo
no escondo ningún ave.
A todas. A todas las aves.
Las mataremos a todas, dijo.
Y temí
que una noche
me partiera el cráneo
a través de oscuros sueños
y que fuera a buscar con su pico demencial,
si en el nido de mis pensamientos
no se esconden las aves cantoras.
A todas. A todas las aves, resollaría.
Ahora siento por todas partes en mi nuca
los ojos amarillos del cuervo.
Mi alma está atravesada.
Mi alma es un ave muerta.
A todas. Las mataremos a todas.
A todas las aves, crascitan los cuervos
bajo el cielo oscuro.



Dane Zajc




viernes, noviembre 21, 2014

Exilio


Tampoco tú podrás marcharte,
si te vas contigo:
cada paso te hablará fieramente de la huida
y una memoria de soles tropicales
te cegará bajo cielos extranjeros.

No hay un sitio en el mundo
para quien ha visto
que su más íntimo sueño
no era su sueño,
que no nos era dado soñar sin sueños altos,
ni nos era dada la espera,
y que todo aplazamiento demoraba
sueños posteriores

ni hay espacio posible para quien una vez
entró al erial del desencanto:
también tú viste,
tú supiste de la infatigable cadena de masacres,
viste caer las flores núbiles en medio del espanto,
la niña muerta,
las promesas aplazadas,
la madre loca,
el vencimiento,
el milagro roto.

¿Qué tierra acogerá tu mirada?
¿Qué dirás a quién, qué?
¿Con qué lengua, con qué palabras dirás
esto he visto allí, en mi país,
y es verdad y debéis creerme?
¿Qué verbo usarás para tanta desolación?

Pensar que un gesto te bastaba aquí
para que te supieras escuchado,
en una dura pero amorosa complicidad.















Gabriel Jaime Franco



domingo, noviembre 16, 2014

El Traje De Ícaro


¿Quién dice que Ícaro sufrió la derrota? Yo lo vi ad portas de lanzarse rumbo al sol, lo vi tomar la decisión del salto. Él sabía la verdad de su traje y conocía la naturaleza del sol. Incluso su más sombrío ser lo sabía y lo antecedió en su final abrazo. Un portal a un universo de lunas conscientes era para él la llama celeste. No muere quien realiza su más intimo sueño.




Mauricio Alejandro Moreno & Pabellón de Palabras & El Traje De Ícaro
Hombre Pájaro, de Daniel Panguana.




Mauricio Alejandro Moreno


viernes, noviembre 14, 2014

El Rito De Iniciación (Fragmento de Priapica Carmina Sensualis Amoris)









La luz violácea del ocaso sembraba sombríos resplandores sobre las aguas del lago Inferiore; a la altura de una de las entradas principales hacia la ciudad fortificada, esperaban contemplando sin afán los cambios en la atmósfera Cayus Generosus Erigo y su amigo Flavus Tiberius, ambos investidos de esa belleza propia de la juventud, cuando el alma y el cuerpo se lanzan a la aventura de la vida. Esperaban a un hombre maduro quien, tras una breve tardanza, llegó a cumplir la cita acordada. 

Se adentraron en la ciudad por las estrechas calles que semejaban laberintos; sin aventajar el paso, pero manteniendo el ritmo un poco acelerado. Aquel hombre, cuyo nombre jamás será revelado, se adelantó un poco y bajó unas escalas. Golpeó una puerta. Unos ojos saltones se movían del otro lado de una rendija o mirilla. La gran puerta de madera se abrió y los tres hombres se adentraron por un pasillo iluminado con velones en forma de falos. Bajaron hasta un salón amplio donde reinaba un silencio de piedra; allí abajo el universo parecía ser otro. Al menos así lo describe Tiberius en sus Memorias sobre Erigo. 

El cronista narra estupefacto la belleza excelsa de los cuerpos de 28 mujeres de edades varias y de formidable esbeltez. El hombre se detuvo ante el umbral que formaban las primeras mujeres; lo mismo hicieron los jóvenes que le seguían con respeto. Fueron conducidos hasta una pequeña habitación donde fueron desnudados, bañados en tibias aguas y perfumes, en un ambiente de hierbas y esencias aromáticas, y purificados para el inicio de los misterios. Llevados de nuevo al amplio salón, los dos jóvenes debieron libar los sexos de las 28 mujeres; cortesía que aquellas les devolvieron por el placer recibido. Tiberius, en sus Memorias, escribe: “Estas deliciosas sacerdotisas nos amaron de una manera libre y perfecta. Fue una jornada en la cual se puso a prueba nuestra potencia viril. Hubo un instante en el que creí desfallecer, aun cuando Erigo parecía un gallo atendiendo a todo el gallinero. Justo en el momento en que me desvanecía, nos dieron de beber un líquido espeso y de sabor amargo que nos revitalizó[1]”. 

Al alba, cuando los dos novicios cayeron rendidos, aparecieron en la aromosa sala los sacerdotes integrantes del Culto Enhiesto con dos hermosas doncellas que a su vez iban a ser iniciadas en los lúbricos misterios. 14 hombres en total desfloraron a aquellas divas de pieles lozanas y anhelantes. Duró el día entero esta escena de penetraciones, dobles, triples, cuádruples, y de gemidos que hacían del aire una música de jadeos. Al llegar la hora del ocaso los nuevos integrantes del culto fueron llevados a una habitación donde muy seguramente bebieron más Satirión y continuaron el húmedo ritual hasta el alba siguiente. Era el año 748 de nuestra era. Iniciaba así una nueva etapa para la humanidad.




[1] Al parecer, la bebida que les fue dada a ingerir era el famoso Satirión, cuyas propiedades afrodisíacas fueron bastante apetecidas en la antigüedad. N.T. 





Justo Ernesto Paladín

Versión de Jandey Marcel Solviyerte


jueves, noviembre 06, 2014

Nuevo Mundo



1

He quemado las fórmulas. Dejé de hacer exorcismos. Lejos, lejos queda el antiguo poder, mi legado. Hálito de fogata en mis narices, mi idioma desintegrado, la sombra todavía húmeda de un sortilegio. Como vena de agua en la oscuridad otra vida avanza. Todo el arrasamiento ha sido para desplazarme, para vivir en otra articulación.


2

Papeles del amanecer. Siempre hablan de la patria adoptiva, la que me ha dado. Hojas amontonadas como para una ceremonia. Sacrificio a un dios de ébano.


3

Esas escrituras invariables.

Siempre regreso al mismo idioma. Un cuero embrujado de animal.

Inatrapable, pero presente como la vida de un antepasado.

Tejido sobre el tejido, la lengua muerta del amor, fuego que me ha hecho
adicto a un culto insinuante. 



4

El amanecer no me devuelve el amuleto perdido. Desde una playa un anciano hace señales. Trato de regresar a los pozos, pero no sé el camino.


5

Entra mi sombra
Trae una serpiente, un búfalo, una mujer, una casa, 
un muelle. 

Intoxicación de cobres salvajes. 
Avanza, avanza. 
Droga. 
Se apodera de lo que miro. 
Va marcando aquí y allá, todo. 
Luego huye para unirse a un animal. 

Se pierde entre las hojas como un ave. 


6

Memoria que sale a buscar cosas huidizas. Posesiones que pertenecen menos a su dueño que al aire. Eso que un cofre de madera quiere proteger no nació para las palabras. Sólo yo me empeño en quitárselo a los ojos.

¿Qué lengua traerá los tesoros sin tocarlos? 
Al fondo un rey enfermo me ve partir. 
Yo le entrego un estuche con un rubí ansioso. 


7

Voy, abriéndome paso por entre la aspereza, al lugar donde está guardado
mi retrato futuro. 


8

Un fuego remoto me sostiene. De su aura roja tomo mis préstamos. 

Pasadizo hacia la incandescencia, no admites plazos. 


9

Orgía vegetal. 
Una mujer desnuda se acuesta bajo la lluvia. 
Texturas donde una ausencia se mira.
Caverna olorosa, condúceme. 


10

Légamos jamás recuperados.
De repente un roce. El universo de la piel. El hilo extraviado en el viaje. 
Estoy bañado por lo que vive, por lo que muere.
Cada día es el primer día, cada noche la primera noche, y yo, yo también
soy el primer habitante. 


Rafael Cadenas


viernes, octubre 31, 2014

Si Las Nubes...


SI LAS NUBES no anticipan en sus formas
la historia de los hombres
Si los colores del río no figuran los designios
del Dios de las Aguas
Si no remiendas con tus manos de astromelias
las comisuras de mi alma
Si mis amigos no son una legión de ángeles
clandestinos
Qué será de mí


Raúl Gómez Jattin

martes, octubre 28, 2014

a veces veo en mis manos...


a veces
veo en mis manos las manos
de mi padre y mi voz
es la suya

un oscuro terror
me toca

quizá en la noche
sueño sus sueños

y la fria furia
y el recuerdo de lugares no vistos

son él, repitiéndose
soy él, que vuelve

cara detenida de mi padre
bajo la piel, sobre los huesos de mi cara



José Manuel Arango

jueves, octubre 23, 2014

Poesía Vertical 7


Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado.

Es el aprendizaje
que se convierte en lo aprendido,
el pleno aprendizaje
que después no se resigna
a que todo lo demás,
sobre todo el amor,
no haga lo mismo.

El otro lado es el mayor contagio.
Hasta los mismos ojos cambian de color
y adquieren el tono transparente de las fábulas.



Roberto Juarroz


martes, octubre 21, 2014

Hágote Carne, Alma Mía


Nada puede darte tanta alma
como mi cuerpo cuando cava en ti
salobre oceánico salvaje libre
lleno de sí mismo desbordado
balbuceando tu nombre hasta clamarlo
hasta arrojarlo, guijarro en la honda,
contra la frente lisa del olvido.
Nada puede darte tanta alma
como esa herida que en tu cuerpo cavo.


Los sentidos en alma se convierten:

dedos del alma que te acarician
labios del alma que te besan
ojos cerrados que en su interior te miran
resonancias de tu nombre que despiertan
el inconfundible aroma de tu cuerpo
rendido allí donde mi pensamiento lo construye.


Gusto el sabor universal que tienes.
Te respiro hasta hacer de tu olor una persona
que se entrega, después, temblorosa
a la ávida persona de mi olor.


Mis dedos rozan órganos

                                      destellos
                                                   hálitos
rumores de la naturaleza
y en la vigilia que me enciende tantas veces junto a ti
oigo sonar el tiempo
como un río por el que tú te acercas.
Nada puede darte tanta alma
como mi cuerpo cuando cava en ti
cuando abre sus alas, cuando canta
cuando prueba su vuelo, cuando vuela
cuando cae herido y se pierde en el follaje
cuando sangra su espesa miel y desfallece.


Para que no te hiele la memoria

ni te consuma la sed de porvenir;
para que sobrevivas a las guerras
y no te cubra de escamas el odio entre los prójimos;
para que ilumines la miseria y la fortuna
que se dan puñetazos en el sótano
y se muerden en las partes vulnerables;
para que seas libre y ondeante;
para que no tengas verdades que matan
ni evidencias como pirámide vacía;
para que puedas ser esfinge
                                          ser humana
y dudar sin pecado y caer en soledades
-universal como el viento o la muerte-
¡hágote carne que sufre, piensa y pasa,
hágote sentido alma mía!
¡escribo tu historia como se ve correr el agua!
¡dejo que el lobo devore a Caperucita  Esperanza!
¡acepto los hundimientos del pasado!
¡aprendo la soledad con orgullo de centinela!
y entonces -ánima sola, piel y vello de verano
sexo resplandeciente del otoño
futuro derrumbado en actos sensuales inmediatos
desesperada alegría de beber en la fuente de la herida-
descubro que tú me haces alma
que ingreso en los medios espaciales vírgenes
que mis gestos, mis sentidos, ya no me pertenecen
que mientras se derrumban mi carne y me deshojo
tu soplo esparce mi polen invisible;
sonido fértil del canto, ecos del olor
palabras inmanentes, signos indestructibles
¡persona y vida cristalizadas en el tiempo!







Juan Liscano




domingo, octubre 19, 2014

Negro





Mauricio Alejandro Moreno & Pabellón de Palabras & Negro 1
cortesía de Carolina David


Descenderé a mi cuerpo
Pero eres la amada de mi alma.

Ascenderé en mi cuerpo
Y oh cielos incontables cielos
Seguirás siendo amada en mi alma

Cielo supremo, Blancura inagotable
Azul irrefutable
Negro torbellino de deseo en sentido inverso de las jerarquías

Negro apostata babilónico sodomita
Negro profundo en sentido inverso de los caminos de vuelta,
de los de ascenso, de aquellos caminos que desembocan

en pisadas de nube sobre asfalto
en sentido infinito

¡Negro mío! ¡Negro mío!

Cuán fiera es tu noche, amada de mi alma,
cuando mía es su negra luna.





Mauricio Alejandro Moreno & Pabellón de Palabras & Negro 2
por Luis Guillermo Giraldo



Mauricio Alejandro Moreno