La nada es ausencia de existencia, no es. Y así como el silencio afina la voz y la llena de matices, el palpitar de la nada nutre la voracidad de la tierra y de sus organismos.
Última
esperanza en el exilio, tiene ahora más plegarias que salmos la Biblia, sutras
el Dharma* y poetas el planeta.
Me
cuento entre los exiliados, desde el principio mamé de la espera. Alguna que
otra vez deliro con paraísos, dulce cicuta, para volver a sentir el encierro en
esta piel. Entonces ensalzo el vacío con las pausas que he ahorrado, con la
agonía compongo cánticos. De mi madre heredé las estaciones, hecho que acentúa
mi mutación. Soy un experimento en el cual las dosis de paciencia son
sucedáneas de una intuición fluctuante como la luna.
La
nada es el telón de fondo del escenario donde los cerdos engordan su muerte. Ya
la ciencia lo dice: todo es espacio y el espacio es vacío; si se eliminara la
distancia entre núcleo y electrones, la Tierra, la Vía Láctea, la galaxia,
serían empuñadas en las manos del avaro y del pordiosero, listas para la
prestidigitación.
Los
agujeros, puentes que atraviesan la nada, acechan: poesía vuelta ciencia;
ciencia, poesía; partículas que aparecen y desaparecen omitiendo espacio y
tiempo…