Nada de esto existe. No. Lo ven mis ojos,
la mano triste palpa su contorno,
el agua aquella moja ya mis labios;
pero no existe. No.
No existe el viento. No existe el alma.
No hay sobre la tierra un ser que me ame,
que crea en mí, que espere de mí algo
sino su propia forma de alegría.
Nada tengo que dar también es cierto,
sino mi llanto sólo. Y esta agonía
de mirar
mis propios ojos ciegos contemplándome,
mi propia voz diciendo el nombre mío.
No existe nada grato, nada amable;
ni una palabra húmeda de amor,
ni un dulce llanto que verter, ni acaso
el fuego alucinado en que me quemo!
la mano triste palpa su contorno,
el agua aquella moja ya mis labios;
pero no existe. No.
No existe el viento. No existe el alma.
No hay sobre la tierra un ser que me ame,
que crea en mí, que espere de mí algo
sino su propia forma de alegría.
Nada tengo que dar también es cierto,
sino mi llanto sólo. Y esta agonía
de mirar
mis propios ojos ciegos contemplándome,
mi propia voz diciendo el nombre mío.
No existe nada grato, nada amable;
ni una palabra húmeda de amor,
ni un dulce llanto que verter, ni acaso
el fuego alucinado en que me quemo!