jueves, noviembre 05, 2015

El Buen Sentido



—Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.



Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a
nevar, sino para que empiece a nevar.

La mujer de mi padre está enamorada de mí, viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento y de pecho a mi muerte. Que soy dos veces suyo: por el adiós y por el regreso. La cierro, al retornar. Por eso me dieran tánto sus ojos, justa de mí, infraganti de mí, aconteciéndose por obras terminadas, por pactos consumados.

Mi madre está confesa de mí, nombrada de mí. ¿Cómo no da otro tanto a mis otros hermanos? A Víctor, por ejemplo, el mayor, que es tan viejo ya, que las gentes dicen: ¡Parece hermano menor de su madre! ¡Fuere porque yo he viajado mucho! ¡Fuere porque yo he vivido más!

Mi madre acuerda carta de principio colorante a mis relatos de regreso. Ante mi vida de regreso, recordando que viajé durante dos corazones por su vientre, se ruboriza y se queda mortalmente lívida, cuando digo, en el tratado del alma: Aquella noche fui dichoso. Pero, más se pone triste; más se pusiera triste.

— Hijo, ¡cómo estás viejo!

Y desfila por el color amarillo a llorar, porque me halla envejecido, en la hoja de espada, en la desembocadura de mi rostro. Llora de mí, se entristece de mí. ¿Qué falta hará mi mocedad, si siempre seré su hijo? ¿Por qué las madres se duelen de hallar envejecidos a sus hijos, si jamás la edad de ellos alcanzará a la de ellas? ¿Y por qué, si los hijos, cuanto más se acaban, más se aproximan a los padres? ¡Mi madre llora porque estoy viejo de mi tiempo y porque nunca llegaré a envejecer del suyo!

Mi adiós partió de un punto de su ser, más externo que el punto de su ser al que retorno. Soy, a causa del excesivo plazo de mi vuelta, más el hombre ante mi madre que el hijo ante mi madre. Allí reside el candor que hoy nos alumbra con tres llamas. Le digo entonces hasta que me callo:

—Hay, madre, en el mundo un sitio que se llama París. Un sitio muy grande y muy lejano y otra vez grande.

La mujer de mi padre, al oírme, almuerza y sus ojos mortales descienden suavemente por mis brazos.




César Vallejo



miércoles, noviembre 04, 2015

Sólo Un Nombre

alejandra alejandra

debajo estoy yo

alejandra




Alejandra Pizarnik

La Última Inocencia


Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.

He de partir
Pero arremete, ¡viajera!









Alejandra Pizarnik


jueves, octubre 29, 2015

Para Desnudar A Una Mujer



Para desnudar a una mujer no hace falta penumbra
ni pericia ni astucia
De nada valen erudición destreza brusquedad
Ni siquiera sabiduría


Para amanecer a su lado
poco importa el arrojo el valor
                                                     la treta o la artimaña
De nada sirven apostura o tenacidad
No hay método ni sapiencia ni sistema que puedan vencer su resolución
                              o su mesura

Para desnudar a una mujer toda presunción es inútil
                              toda voracidad resulta amarga
                              todo discernimiento se vuelve melancólica penuria

Para desnudar a una mujer basta el instante
                              en que el ciego misterio la envuelva y la estremezca
y restaure en su pecho la incordura
                              y sepulte su cuerpo en nuestros brazos.








Gustavo Pereira




Fin De La Historia


El capitalismo es el fin de la historia


Tal vez sobrevivan los metales relucientes pero no las mariposas



     los plásticos y los escombros pero no los pétalos bajo el rocío

     los gremios de rufianes pero no los solitarios

     los banquetes y los festines pero no la alegría

     los ruidos y los estrépitos pero no la música del amanecer

     las mesas servidas como nunca pero no los aromas

     las estrecheces de espíritu pero no la compasión

     los bandos del poder pero no los secretos del habla

     las máquinas traganíqueles pero no el incrédulo azar

     las meretrices y las zorras pero no las diosas de la noche

     las acritudes y las ferocidades pero no las revelaciones

     los circuitos integrados pero no el despertar de la hierba

     los malos olores pero no la transpiración de los amantes

     la estupidez y la vulgaridad pero no la evidencia de lo sensible

     lo redondo y lo cuadrado pero no lo indescifrable

     los trajes y las joyas pero no la transparencia de las aguas

     las metáforas pero no la poesía.



Gustavo Pereira



Somari Del Insurrecto


Me derriba la humillación
                                               no la derrota

Hilos sin alma me desfosforecen

Todo cuanto en el mundo se resigna me horada
Y entonces la penumbra me sabe a cardo.



Gustavo Pereira

martes, octubre 27, 2015

Cítara mía, hermosa...

Cítara mía, hermosa
muchacha tantas veces gozada en mis festines
carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles,
toquemos para Dios este arrebato velocísimo,
desnudémonos ya, metámonos adentro
del beso más furioso,
porque el cielo nos mira y se complace
en nuestra libertad de animales desnudos.


Dame otra vez tu cuerpo, sus racimos oscuros para que de ellos mane
la luz, deja que muerda tus estrellas, tus nubes olorosas,
único cielo que conozco, permíteme
recorrerte y tocarte como un nuevo David todas la cuerdas,
para que el mismo Dios vaya con mi semilla
como un latido múltiple por tus venas preciosas
y te estalle en los pechos de mármol y destruya
tu armónica cintura, mi cítara, y te baje a la belleza
de la vida mortal.





Gonzalo Rojas 



jueves, octubre 22, 2015

Canción De La Distancia


Mirarás un país turbio entre mis ojos,
mirarás mis pobres manos rudas,
mirarás la sangre oscura de mis labios:
todo es en mí una desnudez tuya.

Venía por arbolados la voz dulce
como acercando un bosque húmedo y fresco,
y una estrella caía duramente,
fija, la antigua cicatriz de un beso.

De arena parecían los cielos, y volvía
poseso del rumor que cual dos alas
me ciñó en una ronda inacabable,
me ciñó al fin la flor de tu palabra.

¿Qué rojea en la noche sino el puro
labio tuyo? y corazón, estrella y sueño,
mueve un solo vaivén que lejos fluye,
turbio como distancia y como ruego.

Tu desnudez verás en mis ojos absortos,
mirarás mi horizonte que roe una fogata,
tú, que no serás nunca sino masa de llamas,
en mi honda noche de árboles, callada.

Desnudo en mi fervor y tú en tu sangre,
es más que seda suave este silencio,
en esta noche ancha en que germina
todo y palpita todo, aromas y luceros.

Volver cuando anoche en canto y frondas
y rumia el viento que lo aleja todo:
ya no veré sino una palma muda
y el cielo, un áureo torbellino, en torno.

Volver, los cielos parecían de arena,
ha mucho, hace un instante, ha mucho tiempo;
y nadie ha de quitarme esta noche en que fuiste
larga y desnuda carne vestida de mi aliento.

Volver la senda turbia oyendo al viento
rumiar lejos, muy lejos, de los días.
Por mi canción conocerás mi valle,
su hondura en mi sollozo has de medirla.




Aurelio Arturo



miércoles, octubre 21, 2015

Al Silencio


Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.




Gonzalo Rojas

Mendiga Voz


Y aún me atrevo a amar 
el sonido de la luz en una hora muerta, 
el color del tiempo en un muro abandonado. 

En mi mirada lo he perdido todo. 
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay. 




Alejandra Pizarnik

Carta Del Suicida


Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca,
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y, cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.




De: Eternal sunshine of the spotless mind


Gonzalo Rojas



lunes, octubre 19, 2015

El Instante


Ardió el día como una rosa.
Y el pájaro de la luna huyó
Cantando. Nos miramos desnudos.
Y el sol levantó su árbol rojo
En el valle. Junto al río,
Dos cuerpos bellos, siempre
Jóvenes. Nos reconocimos.
Habíamos muerto y despertábamos
Del tiempo. Nos miramos de nuevo,

Con reparo. Y volvió la noche
A cubrir los memoriosos.




Jorge Gaitán Durán



Luz De Mis Ojos




                                   I


Dios ignorante, vivo en la intrincada 
Prisión que a viles cosas da mi mente. 
Mas te miro y me ves hombre indigente 
Que el ojo ajeno vuelve hacia la nada. 

Desnudo en tu desnudo, soy mirada
Que mira con la lengua que te miente, 
Con el miembro que empuja mi simiente
Al vientre que me tiende la celada. 

Los ojos cierro y ya no estás. Has muerto. 
He muerto y aquí estoy, como las cosas, 
Ciego en el esplendor del mundo cierto.

No me miro existir. Nos junta en vano
Mi sombra en tus pupilas rencorosas. 
Arrojamos del mundo a nuestro hermano. 



                                     II


Después de todo haber vivido, muere
Con la frente quebrada por los dioses.
Contra mi madre lanza inicuas voces
Por parirme en la mano que me hiere. 

Obrar como el deseo es lo que quiere
Para negar la carne de mis goces. 
¡Las venas me cortara ante los dioses 
Sin que en mi hermano infiel el duelo impere!

Otro, lector, hermano incompetente, 
Mi ajeno yo, converso, te reclama, 
Adula un corazón que nada siente. 

Tu faz escupo. Ignoras quién te ama. 
La soledad te aparta abyectamente.
Mas me quemo en tu ira, soy tu llama. 




Jorge Gaitán Durán



jueves, octubre 15, 2015

La música no necesita justificación...


La música no necesita justificación, 
Ella no rompe el silencio:
lo abre como a un fruto maduro,
como a una mano húmeda,
como a un templo fervorosamente ecuánime.

La palabra, en cambio, sí necesita justificación.
Ella incorpora al silencio
el estremecimiento que emana del sentido,
el sinsabor de ese insinuante apremio
que desgasta al silencio. 

La música acompaña a la noche.
La palabra siempre la corrige.
La palabra empieza en el hombre.
La música puede empezar en cualquier parte.
La música es un gesto hacia la luz. 
La palabra es un gesto ante el vacío. 
La palabra desconcierta a las cosas. 
La música es una reducción de la nada. 

La música completa lo invisible. 
La palabra sólo recorta lo visible
y lo prende con alfileres 
en la espalda de los pájaros. 




Roberto Juarroz