domingo, enero 24, 2016

Bogotá, 1982


Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;
estas calles son el laberinto que he de andar y desandar:
todos los pasos que al final serán mi vida.
Grises las paredes, los árboles
y de los habitantes el aire de la frente a los pies.
A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno,
un verde Patinir de laguna o río,
y tras los cerros tal vez puede verse el sol.
La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia
pero también la costumbre irremplazable y el viento.



Bogotá vista desde el barrio Los Laches, 2011



María Mercedes Carranza


jueves, enero 21, 2016

Una Rosa Para Dylan Thomas


Murió tan extraña y trágicamente como había vivido,

preso de un caos de palabras y pasiones sin freno... no
consiguió ser grande, pero fracasó genialmente....
 

                                                                               D.T.


Se dice: "no quiero salvarme"
y sus palabras tienen la insolencia
del que decide que todo está perdido.
Como guiado por una certeza deslumbrante
camina sin eludir su abismo;
de nada le sirven ya los engaños
para sobrevivir una o dos mañana más:
conocer otro cuerpo entre las sábanas destendidas
y derretirse pálido sobre él
o reencontrarse con las palabras
y hacerlas decir para mentirse
o ser el otro por el tiempo que dura
la lucidez del alcohol en la sangre.
En la oscuridad apretada de su corazón
allí donde todo llega ya sin piel, voz, ni fecha
decide jugar a ser su propio héroe:
nada tocará sus pasiones y sus sueños;
no envejecerá entre cuatro paredes
dócil a las prohibiciones y a los ritos.
Ni el poder ni el dinero ni la gloria
merecen un instante de la inocencia que lo consume;
no cortará la cuerda que lleva atada al cuello.
Le bastó la dosis exacta de alcohol
para morir como mueren los grandes:
por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar.



Dylan Thomas




María Mercedes Carranza


Cuando Escribo Sentada En El Sofá


A la memoria de mi padre, quien
me enseñó las primeras palabras
y también las últimas.


(Arte poética)

Igual que la imagen de mi cara en el espejo,

en la lisa y lustrada puerta de un armario
me recuerda cómo me ve la luz,
en mis palabras busco oír el sonido
de las aguas estancadas, turbias
de raíces y fango, que llevo dentro.


No eso, sino quizás un recuerdo:
¿volver a estar en uno de aquellos días
en los que todo brillaba, las frutas en el frutero,
las tardes de domingo y todavía el sol?
El golpe en la escalera de los pasos
que llegaban hasta mi cama en la pieza oscura
como disco rayado quiero oír en mis palabras.
O tal vez no sea eso tampoco:
solo el ruido de nuestros dos cuerpos
girando a tientas para sobrevivir apenas el instante.


Yo escribo sentada en el sofá
de una casa que ya no existe, veo
por la ventana un paisaje destruido también;
converso con voces
que tienen ahora su boca bajo tierra
y lo hago en compañía
de alguien que se fue para siempre.


Escribo en la oscuridad,
entre cosas sin forma, como el humo que no vuelve,
como el deseo que comienza apenas,
como un objeto que cae: visiones de vacío.
Palabras que no tienen destino
y que es muy probable que nadie lea
igual que una carta devuelta. Así escribo.






María Mercedes Carranza


martes, enero 19, 2016

Mamá Negra


Cuando mamá negra hablaba del Chocó
le brillaba la cadena de oro en el pescuezo,
su largo pescuezo para beber agua en las totumas,
para husmear el cielo,
para chuparles la leche a los cocos.
Su pescuezo largo para dar gritos de colores con las guacamayas,
para hablar alto entre las vecinas,
para ahogar la pena,
y para besar a su negro, que era alto hasta el techo.
Su pescuezo flexible para mover la cabeza en los bailes,
para reír en las bodas.
Y para lucir la sombrilla y para lucir el habla.

Mamá negra tenía collares de gargantilla en los baúles,
prendas blancas colgadas detrás del biombo de bambú,
pendientes que se bamboleaban en sus orejas,
y un abanico de plumas de ángel para revolver el aire.
Su negro le traía mucho lujo del puerto cada vez que venían los barcos,
y la casa estaba llena de tintineantes cortinas de conchas y de abalorios,
y de caracoles para tener las puertas y para tener las ventanas.
Mamá negra consultaba el curandero a propósito del tabardillo,
les prendía velas a los santos porque le gustaba la candela,
tenía una abuela africana de la que nunca nos hablaba,
y tenía una cosa envuelta en un pañuelo,
un muñequito de madera con el que nunca nos dejaba jugar.
Mamá negra se subía la falda hasta más arriba de la rodilla para pisar el agua,
tenía una cola de sirena dividida en dos pies,
y tenía también un secreto en el corazón,
porque se ponía a bailar cuando oía el tambor del mapalé.
Mamá negra se movía como el mar entre una botella,
de ella no se puede hablar sin conservar el ritmo,
y el taita le miraba los senos como si se los hubiera encontrado en la playa.
Senos como dos caracoles que le rompían la blusa,
como si el sol saliera de ellos,
unos senos más hermosos que las olas del mar.
Mamá negra tenía una falda estrecha para cruzar las piernas,
tenía un canto triste, como alarido de la tierra,
no le picaba el aguardiente en el gaznate,
y, si quería, se podía beber el cielo a pico de estrella.

Mamá negra era un trozo de cosa dura, untada de risa por fuera.
Mi taita dijo que cuando muriera
iba a hacer una canoa con ella.




Keeper of Illusions, by Tamara Natalie Madden



Jaime Jaramillo Escobar

















martes, enero 12, 2016

Corazón Puro

No tengo padre ni madre,
no tengo beso ni amante.
Vivo sin Dios y sin patria,
y sin cuna y sin mortaja.

Van tres días que no como
nada, ni mucho ni poco.
Pongo en venta mis veinte años,
la potencia de mi estado.

Si nadie los compra luego,
que el diablo arree con ellos.
Corazón puro: robar —
¿por qué no?— y hasta matar.

Me capturan y me cuelgan
y en tierra santa me entierran.
Y una hierba en que viaja la muerte
sobre mi corazón crece y crece. 














Attila József




viernes, enero 08, 2016

Balada De Villon (Del Concurso De Blois)

Estoy muriendo de sed junto a la fuente;
caliente como fuego, tirito de frío;
en mi país estoy en tierra lejana;
junto a un brasero tiemblo, aunque ardo;
desnudo como un gusano,vestido como presidente,
río entre llanto y espero sin esperanza;
me reconforto en triste desesperación;
me divierto y no hallo ningún gozo;
soy poderoso sin fuerza ni poder,
bien acogido, de todos rechazado.

Nada me resulta seguro, sino lo incierto;
ni oscuro, sino lo que es muy evidente;
no tengo dudas, salvo en cosa cierta;
considero la ciencia como accidente repentino;
todo lo gano y sigo siendo el perdedor;
Al amanecer digo: "Dios os dé buena noche".
Tumbado de espaldas, tengo miedo de caer;
tengo riqueza y no poseo nada;
espero una herencia y no soy heredero de nadie,
bien acogido, de todos rechazado.

Nada me preocupa y pongo mi esfuerzo
en adquirir bienes que no me interesan;
quien mejores palabras me dice, es quien más me hiere,
y quien más me dice la verdad, más me engaña;
mi amigo es quien me hace saber
de un cisne blanco que es un cuervo negro;
y quien me hace daño, creo que me ayuda;
mentira, verdad, hoy me es todo uno;
lo recuerdo todo, no sé expresar nada,
bien acogido, de todos rechazado.

¡Príncipe clemente! Plúgaos saber ahora
que oigo mucho y no tengo sentido ni conocimiento:
soy de una facción y me someto a todas las leyes.
¿Qué más sé? ¿Qué? Recuperar mis bienes,
bien acogido, de todos rechazado.







Francois Villon


Traducción de Carlos Alvar



jueves, enero 07, 2016

Deseo

Sólo tu corazón caliente,
y nada más.

Mi paraíso un campo
sin ruiseñor
ni liras,
con un río discreto
y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento
sobre la fronda,
ni la estrella que quiere
ser hoja.

Una enorme luz
que fuera
luciérnaga
de otra,
en un campo
de miradas rotas.

Un reposo claro
y allí nuestros besos,
lunares sonoros
del eco,
se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,
nada más.



























Federico García Lorca



miércoles, enero 06, 2016

¿Qué Se Ama Cuando Se Ama?

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?


¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?


Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.







Gonzalo Rojas



El Oficio De Vivir


He aquí que llego a la vejez
y nadie ni nada
me ha podido decir
para qué sirvo.
Sume usted
oficios, vocaciones, misiones y predestinaciones:
la cosa no es conmigo.
No es que me aburra,
es que no sirvo para nada.
Ensayo profesiones,
que van desde cocinera, madre y poeta
hasta contabilista de estrellas.
De repente quisiera ser cebolla
para olvidar obligaciones
o árbol para cumplir con todas ellas.
Sin embargo lo más fácil
es que confiese la verdad.
Sirvo para oficios desuetos:
Espíritu Santo, dama de compañía, Estatua
de la Libertad, Arcipreste de Hita.
No sirvo para nada.




Sísifo, por Ernesto Blanco




María Mercedes Carranza


¡Ay! Por Poco...

¡Ay!, por poco me rompe a mí el amor.
¡Ay!, por poco me aplasta a mí el temor.
¿Quién moriría conmigo, mujeres,
en un abrazo abrasador?

Largo es mi invierno; mi verano fugaz.
El dado del otoño ¿a quién me anunciará?
De este tiempo de mirón-guardaparque
¿quién conmigo se fugará?

La reja de los astros brilla en la inmensidad
y mi mente me ata a ese oscuro desván.
¿Quién rompería conmigo, mujeres,
al equilibrio universal?









Attila József

Traducción de Fayad Jamís


martes, diciembre 29, 2015

Una Del Montón


Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.


Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol. 

 
En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a la medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras. 

 
Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos individuo.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento. 

 
Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo el cristal de un microscopio. 

 
Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio. 

 
Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos. 

 
Un tipo de mala estrella
que para otros brilla. 

 
¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión? 

 
¿Y si hubiera nacido
no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos? 

 
El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo. 

 
Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.


Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar. 

 
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera
lo que habría significado

ser alguien completamente diferente.






Wislawa Szymborska

Traducción de Gerardo Beltrán y Abel Murcia



Balance


Es terrible no encontrar a dónde ir...

De las casas unas están destruidas,
sin lecho, a oscuras y con telas de araña,
con lepras en los muros y con espectros tristes,
otras se alzan tan falsas como un decorado.

Del palacio o la casa encantada,
la tapicería vemos gastada, anticuada.
No hay belleza en aquel lugar, no hay misterio,
y continuamos nuestro aislado camino,
en el jardín gotea el surtidor del cansancio.

Hay posadas que ya no se abren más por nosotros,
con las que hemos perdido el contacto,
cuando exentos de excusa, buscamos,
titubeantes como un extranjero,
o aun como mendigos, lejanos, extraños...

Es terrible no saber a dónde ir,
al final del día muerto
a la hora en que a veces se bebe, o se mata.

Encontrar que no hay sendero,
no hay camino, no hay puerta, donde llamar,
en la fatua sonrisa del triunfo,
o en el pobre final, consumida ¡la Casa del Alma!




Pabellón de Palabras & Mario Rivero & Balance





Mario Rivero



domingo, diciembre 27, 2015

Olga Orozco


Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
Unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
La humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
Y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
Aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí
igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.

Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como un rayo,
no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la sentencia:
"Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".









Olga Orozco


sábado, diciembre 26, 2015

El Paraíso



“…el largo, el triste juego del amor”.
Jaime Sabines




 

No olvido el paraíso,
ese lugar de paso de la infancia,
con su felicidad a cuestas
y tanta luz entre los ojos.
Salí contigo del paraíso.
En sus nubes de azúcar
no ocurren las noches de zozobra
a la espera de un gesto de ternura.
La paz que prometen a los bienaventurados
no cabe en la cama tuya y mía.
Cuando tu voz habla y me da este mundo
en una sola palabra bella o sucia,
no recibo la gracia del bendito
sino la condena de esperar otra palabra
para vivir el día que me aguarda.
En mi cara de iluminada
no está la sonrisa gozosa del querubín
porque mi mano busca y encuentra, pero no le basta,
porque jamás podrás pronunciar las palabras suficientes
ni habrá huellas tuyas que estén de más:
este enamorado montón de carne nunca se saciará.
Salí contigo del paraíso
para jugar el largo, el triste juego del amor.





























María Mercedes Carranza




Maldición


Te perseguiré por los siglos de los siglos.

No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.


Donde quiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.


Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar.

















María Mercedes Carranza