Se me da por pensar, y no apenas ahora, que las estrellas son dioses: longevos, plácidos, centrados, radiantes. Se ha asociado a la esfera con la divinidad. ¿Qué otro representante más digno que un sol, que un planeta? ¿ Y qué diremos de las galaxias que son elipses, como las trayectorias que describen sus componentes? ¿Qué son conglomerados más divinos aún? Aunque esa magnánima longevidad de las galaxias pueda amilanarnos, la exhalación final las toma por sorpresa y tampoco ellas pueden evadir las leyes físicas. Así que los dioses mueren. Y más fácil entra un rico por la cabeza de una aguja al paraíso que un dios. Pues lo que no se nos dijo fue que el tamaño en sí del pórtico celeste es más pequeño que un átomo de Hidrógeno, independiente si el doliente es mengano o Urano. Esto es así. ¿De qué otro modo iba a ser? El truco está en sabernos, en saberse, un desfile de sombras, el revés de lo que es. ¿Qué puerta atraviesas para ir a la región de los sueños? Duerme, duerme.
No hay afán de despertar cuando el sueño es conciente.
1 comentario:
Excelente texto, es para soñar despierto, o para despertar del sueño.
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