Entre nosotros somos muy amables,
Decimos qué grato encontrarnos después de
tantos años.
Nuestros tigres beben leche.
Nuestros azores andan a pie.
Nuestros tiburones se ahogan en el agua.
Nuestros lobos bostezan frente a las abiertas
jaulas.
Nuestras víboras se estremecieron con el
rayo,
los monos con la inspiración, los pavos
reales con las plumas.
Cómo salieron volando antaño los murciélagos
de nuestro pelo.
Callamos a medio decir,
Sonrientes y sin salvación.
Nuestra gente
No sabe hablar entre sí.
Frente a una copa de vino
Miró, me añadió belleza,
yo la tomé como mía.
Feliz, me tragué una estrella.
Me permití inventar
en la semejanza el reflejo
de sus ojos. Bailo, bailo
entre las sacudidas de las desnudas alas.
La mesa es mesa; el vino, vino
en la copa, lo que es copa
y permanece erguida sobre la mesa.
Yo soy imaginaria,
imaginaria hasta lo increíble,
imaginaria hasta la sangre,
Le digo lo que deseo: sobre las hormigas
que se mueren de amor
bajo la constelación de Leo.
Juro que la rosa blanca
salpicada de vino, canta.
Me río, inclino la cabeza
con cuidado, como si comprobara
el descubrimiento. Bailo, bailo
en la asombrada piel, en el abrazo,
que me crea.
La Eva de la costilla, la Venus de la espuma,
y la Minerva con cabeza de Júpiter
fueron más reales.
Cuando él no me mira,
busco mi reflejo
en la pared. Y sólo veo
el clavo del que el cuadro ya no cuelga.
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