Pequeña y dulce isla
donde me habito y vivo
sin mapas ni argonautas.
Más arriba del alma
y cerca del silencio
se crece tu silueta
de coral solitario.
Allí mora la Madre
suave y blanca,
bordando con canciones
la mañana.
Allí la fuente azul
y su milagro.
El perro compañero
y los juguetes.
Los libros de la escuela
y las cometas.
La novia de quince años
y el domingo,
la música y los frutos
de la infancia.
Allí mora la luz
que yo no miro,
y la perdida lámpara
del sueño.
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