Le tomé apego a la tristeza; ella hilvana los rostros que siguen desfilando ante el espejo. La plenitud es cosa de instantes, lo demás, aplomo.
He abandonado el timón de mi vida. He visto hundirse mis barcos en la distancia y el olvido, tantas veces, que no puedo asirme a ninguno, a pesar de construirlos con amor: corazón es lo que sobra. Pero la mar halla siempre la forma de engañarme con sus cantos, miles de sirenas prometen la unión donde yo al fin repose, donde mi yo esté disuelto.
Ante el espejo otro rostro a cuentagotas se deshace.
Mauricio Alejandro Moreno