lunes, febrero 26, 2018

Cotidiano

(Português)


Todo dia ela faz tudo sempre igual

Me sacode às seis horas da manhã
Me sorri um sorriso pontual
E me beija com a boca de hortelã

Todo dia ela diz que é pra eu me cuidar
E essas coisas que diz toda mulher
Diz que está me esperando pro jantar
E me beija com a boca de café 

Todo dia eu só penso em poder parar
Meio-dia eu só penso em dizer não
Depois penso na vida prá levar
E me calo com a boca de feijão

Seis da tarde, como era de se esperar
Ela pega e me espera no portão
Diz que está muito louca prá beijar
E me beija com a boca de paixão

Toda noite ela diz prá eu não me afastar
Meia-noite ela jura eterno amor
Me aperta prá eu quase sufocar
E me morde com a boca de pavor






Chico Buarque


Cotidiano

(Español)


Cada día ella siempre hace todo igual

Me despierta a las seis antes que el sol
Me sonrie con sonrisa puntual
Y me besa con boca de mentol

Todo el día ella dice "te has de cuidar"
Cosas que dice siempre una mujer
Dice que está esperándome a almorzar
Y me besa con boca de café

Todo el día yo pienso en poder parar
Al mediodía pienso en decir no
Luego pienso en la vida y continuar
Y me callo con boca de arroz

En la tarde, a las seis, era de esperar
Ella viene y me espera en el portón
Dice estar como loca por besar
Y me besa con boca de pasión

Cada noche me pide a su lado estar
Medianoche y me jura eterno amor
Y me aprieta hasta hacerme sofocar
Y me besa con boca de pavor







Chico Buarque




domingo, febrero 25, 2018

¡Danza, Mulata!


Danza, mulata, danza,
mientras canta
en el tambor de los abuelos
el son languidecente de la raza.


Alza tus manos ágiles
para apresar el aire,
envuélvete en tu cuerpo
de rugiente deseo,
donde late la queja de las gaitas
bajo el ardor de tu broncínea carne.

Deja que el sol fustigue
tu belleza demente,
que corra por tus flancos inquietantes
el ritmo que tus senos estremece.

Aprisiona en tu talle atormentado
esa música bruja
que acompasa la voz de la canción.

¡Danza, mulata, danza!
En tus piernas veloces y en el son
que ha empapado tus lúbricas caderas
doscientos siglos se agazapan.

¡Danza, mulata, danza!
Tú y yo sentimos en la sangre
galopar el incendio de una misma nostalgia.





Jorge Artel



sábado, febrero 24, 2018

El Abuelo


Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea
un negro el parche duro de roncos atabales.

Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.

¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;

que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.






Nicolás Guillén


¿Puedes?


¿Puedes venderme el aire que pasa entre tus dedos
y te golpea la cara y te despeina?
¿Tal vez podrías venderme cinco pesos de viento,
o más, quizás venderme una tormenta?
¿Acaso el aire fino
me venderías, el aire
(no todo) que recorre
en tu jardín corolas y corolas,
en tu jardín para los pájaros,
diez pesos de aire fino?

                          El aire gira y pasa
                          en una mariposa.
                          Nadie lo tiene, nadie.

¿Puedes venderme cielo,
el cielo azul a veces,
o gris también a veces,
una parcela de tu cielo,
el que compraste, piensas tú, con los árboles
de tu huerto, como quien compra el techo con la casa?
¿Puedes venderme un dólar
de cielo, dos kilómetros
de cielo, un trozo, el que tú puedas,
de tu cielo?

                          El cielo está en las nubes.
                          Altas las nubes pasan.
                          Nadie las tiene, nadie.

¿Puedes venderme lluvia, el agua
que te ha dado tus lágrimas y te moja la lengua?
¿Puedes venderme un dólar de agua
de manantial, una nube preñada,
crespa y suave como una cordera,
o bien agua llovida en la montaña,
o el agua de los charcos
abandonados a los perros,
o una legua de mar, tal vez un lago,
cien dólares de lago?

                          El agua cae, rueda.
                          El agua rueda, pasa.
                          Nadie la tiene, nadie.

¿Puedes venderme tierra, la profunda
noche de las raíces; dientes
de dinosaurios y la cal
dispersa de lejanos esqueletos?
¿Puedes venderme selvas ya sepultadas, aves muertas,
peces de piedra, azufre
de los volcanes, mil millones de años
en espiral subiendo? ¿Puedes
venderme tierra, puedes
venderme tierra, puedes?

                          La tierra tuya es mía.
                          Todos los pies la pisan.
                          Nadie la tiene, nadie.







Nicolás Guillén


viernes, febrero 23, 2018

Sugar Man


Sugar man, won't you hurry
Cause I'm tired of these scenes
For a blue coin won't you bring back
All those colors to my dreams

Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man met a false friend
On a lonely dusty road
Lost my heart when I found it
It had turned to dead black coal

Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man you're the answer
That makes my questions disappear
Sugar man cause I'm weary
Of those double games I hear
Sugar man, Sugar man, Sugar man, Sugar man
Sugar man, Sugar man, Sugar man
Sugar man, won't you hurry
Cause I'm tired of these scenes
For the blue coin won't you bring back
All those colors to my dreams

Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man met a false friend
On a lonely dusty road
Lost my heart when I found it
It had turned to dead black coal

Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man you're the answer
That makes my questions disappear






Sixto Rodriguez



Rich Folks Hoax


Baby's sleeping while its mother sighs
Talking 'bout the rich folks
Rich folks have the same jokes
And they park in basic places


The priest is preaching from a shallow grave
He counts his money, then he paints you saved
Talking to the young folks
Young folks share the same jokes
But they meet in older places


So don't tell me about your success
Nor your recipes for my happiness
Smoke in bed
I never could digest
Those illusions you claim to have going


The sun is shining, as it's always done
Coffin dust is the fate of everyone
Talking 'bout the rich folks
The poor create the rich hoax
And only late breast-fed fools believe it


So don't tell me about your success
Nor your recipes for my happiness
Smoke in bed
I never could digest
Those illusions you claim to have going

























Sixto Rodriguez



miércoles, febrero 21, 2018

A Noiseless Patient Spider


A noiseless patient spider,
I mark’d where on a little promontory it stood isolated,
Mark’d how to explore the vacant vast surrounding,
It launch’d forth filament, filament, filament, out of itself,
Ever unreeling them, ever tirelessly speeding them.

And you O my soul where you stand,
Surrounded, detached, in measureless oceans of space,
Ceaselessly musing, venturing, throwing, seeking the spheres to connect them,
Till the bridge you will need be form’d, till the ductile anchor hold,
Till the gossamer thread you fling catch somewhere, O my soul.






Walt Whitman





martes, febrero 20, 2018

For You O Democracy


Come, I will make the continent indissoluble,
I will make the most splendid race the sun ever shone upon,
I will make divine magnetic lands,
                      With the love of comrades,
                         With the life-long love of comrades.

I will plant companionship thick as trees along all the rivers of America, and along the shores of the great lakes, and all over the prairies,
I will make inseparable cities with their arms about each other’s necks,
                     By the love of comrades,
                        By the manly love of comrades.

For you these from me, O Democracy, to serve you ma femme!
For you, for you I am trilling these songs.






Walt Whitman


Acuarimántima



I

Vengo a expresar mi desazón suprema
y a perpetuarme en la virtud del canto.
Yo soy Maín, el héroe del poema,
que vio, desde los círculos del día,
regir el mundo una embriaguez y un llanto.

¡Armonía! ¡Oh profunda, oh abscóndita armonía!

Y velaré mi arduo pensamiento
sotto il velame degli versi strani,
fastuoso, de pompas seculares:
perfecta en sí la estrofa del lamento
y a impulso de los ritmos estelares.

Columpia el mar su cauda nacarina,
e imbuida en la clámide del río
esplende en bruma fúlgida la carne de la ondina.
Grana el campo nutricio, fluyen mieles,
una deidad inflama las horas con su llama,
y loa el día azul un coro de donceles.

Romero: ¿no rebosa el corazón
–por la tierra de arrugas trabajadas,
por la noche de sombras evocadas–
del tiempo y el espacio la múltiple emoción?

Brilla en las lejanías invioladas
vaga ciudad, el viento da en los juncos,
los juncos gimen bajo el viento rudo...
¡Romero, que se vierta el corazón!
Y la ternura y la tristeza mía
cantan en el crepúsculo. ¡Armonía!

Yo, rey del reino estéril de las lágrimas,
yo, rey del reino vacuo de las rimas,
con mis canciones ebrias
que un son nocturno hechiza,
y con mis voces pávidas
anuncio las cavernas del enigma.
En mis siete dolores primarios se resume,
como en alejandrino paradigma,
la escala del dolor que el mal asume.

Tenebrosa, recóndita armonía...

Mi numen fuerte no es aquel tan puro
como el cerrado corazón de un monte,
pero sobre sus ruinas de inocencia
haré brillar, ebrio del dolor puro,
una gota de luz del corazón del monte.



II

En libre vuelo el cielo de mi América
hender he visto un cóndor negro, errante...
¿Qué abismo circunscribe? ¿Qué intacta nieve augura?
Por las arterias de los ciervos montesinos
discurre para el cóndor la sangre enardecida
bajo las pieles lúcidas, entre las carnes bellas.
¡La presa viva! ¡El pico ensangrentado!
¡El ala pronta! ¡El ímpetu del vuelo!
Y un delirar de cumbres y centellas...

Así mi impulso al aura de la vida,
y así mi musa en su ilusión liviana
de que brote la carne un lirio místico.
¡Bestia de los demonios poseída,
oh carne, es hora ya del don eucarístico!
Cintila el cielo en gajos de luceros,
y querubes de vuelos melodiosos
revuelan de luceros a luceros.

Tengo la sensación de que discurro
delante de los pórticos sagrados:
alguien dice mi nombre a la distancia,
brotan dulces jardines los collados
y asumen mi ternura en su fragancia.

Claridad estelar, templo encendido,
rima errante en la noche de pavura,
huerto a la luz de Vésper. En olvido
mi ser se muere, mi canción no dura,
¿y fui no más un lúgubre alarido?

Carne, bestia, mi amiga y mi enemiga:
yo soy tú, que por leyes ominosas,
cual vano mimbre que meció una espiga
te haces nada en el polvo de las cosas...

¿Y la divina Psiquis, la rosa entre las rosas?
¿Y mis amores que irisé de lágrimas?
¿Y mi ciudad nebúlea tras la ilusión del día?
¿Y las antorchas que erigí en emblema?
¿Y esta inquietud, y este ímpetu anhelante
hacia una ley o una verdad suprema?

Pesa sobre tus pétalos, oh rosa
espiritual, tan lóbrega y cerrada
la noche, tan vacía y rencorosa,
que en vano el brillo de tu broche efunde.
Amor. Deleite. Horror. Pavesas. Nada.

¡Nada, nada por siempre! Y merecía
mi alma, por los dioses engañada,
la verdad y la ley y la armonía.
¡Sé digna de este horror y de esta nada,
y activa y valerosa, oh alma mía!



III

Como en la vaguedad de un espejismo
–¿qué sabes?– mi conciencia me interroga,
fluida en llanto entre mi propio abismo.
Y miro al mar ardiente, al monte flavo
que suaviza el azul, la estrella límpida
rielando en el rocío del capullo,
y en sus cunas los cándidos infantes,
cazados en las redes del arrullo
por el sueño de manos hechizantes.

Y vuelto a mí, gimiendo el corazón
–¿qué sabes?– vanamente me interrogo,
mudo bajo la múltiple emoción.

Sólo un saber escondo, claro y justo:
llévole como antorcha y como daga
en medio del cerrado laberinto,
en su vasta amplitud mi fe naufraga,
y hallo en su anchura incómodo recinto.

Se oyen sordos, roncos lamentos,
y alzan sus puños en el vacío
los pensamientos.

¡Oh menguado saber, pobre riqueza
de formas en imágenes trocadas,
ley ondeante, ciencia que alucina,
que cada noche en el silencio empieza,
y cada día con el sol culmina!

¡Oh menguado saber de la iracunda
vida, que ante mis ojos se renueva,
germinal y cruel, ciega y profunda,
madre de los mil partos y el misterio
que al barro humilla y a Psiquis subleva!

Como ventana que el azul del cielo
circunscribe, se entreabren los sentidos.
¡Pobre, ruin saber! Y, sin embargo,
la leve mariposa del anhelo
entra por la ventana sin rüidos.

Cuaja en el corazón de la manzana
la dulzura estival: la mariposa
vuela del fondo de la carne humana.

¡Que al claro cielo
suba el anhelo!

Por ese vuelo la heredad natía
canté con rima de ideal retorno
en la ingenua parábola temprana.
En el turquí del éter desleía
un nácar tenue mi primer mañana.

Por ese anhelo, entre los acres pinos
y las rosas en llamas del ocaso,
al hablar dejo la palabra trunca:
el tiempo es breve y el vigor escaso,
y la amada ideal no vino nunca.

Por ese anhelo en rimas balbucientes
canto el rojo camino que a la tarde
se pinta en la montaña evocadora,
o a la vívida luz del sol temprano,
como una obsesión conturbadora
de sangre y sangre en el azul lejano.

Y por él amo, en fin; y por él sueño
con una honda transfusión divina
de la luz en mi carne de tortura,
puesto que está la estrella vespertina
sobre el horror de esta prisión oscura.

Columpia el mar su cauda nacarina,
en ustorios relámpagos de espejos
esplende en bruma de ópalo la carne de la ondina,
y fulge Acuarimántima a lo lejos...



IV

Yo descendí de la antioqueña cumbre
–el alma en paz y el corazón en lumbre–
de austera estirpe que el honor decora,
y el claro sortilegio de la aurora
bruñó mi lira y la libró de herrumbre.

Y fui, viajero de nivoso monte
y umbría roza de maíz, al valle
que da a la luz su fruto entre su llama:
había miel de filtros de sinsonte
que derrama canción de rama en rama.

Y el mar abierto a mí divinamente
su honda virtud hizo afluir entera:
gusté su yodo y la embriaguez ignota
de no sé qué sagrada primavera
bajo la paz de una ciudad remota.

Fulgía en mi ilusión Acuarimántima,
ciudad de bien, fastuosa, legendaria,
ciudad de amor y esfuerzo y armonía
y de meditación y de plegaria;
una ciudad azúlea, egregia, fuerte,
una Jerusalén de poesía.

Y como los cruzados medievales
ceñíme al torso fúlgida coraza
y fuime en pos de la ciudad cautiva,
burlando la guadaña de la muerte
y la fortuna a mi querer esquiva.

La ondulante odisea rememoro
con amor y dolor: un linde vago,
de súbito sangriento, ya cetrino...
un buque, un muelle, un joven noctivago,
y el tono de la voz, y el pan marcino...

La maravilla, comba y transparente
de las noches de junio por la hondura
que un huerto viola en ácidos alcores,
y allí la levadura de mis cantos,
hecha de mezquindad y sinsabores.

Y aquella niña del amor florido,
y oloroso y ritual y enardecido,
el seno como un fruto no oprimido,
un dulzor en los besos diluido,
y un no sé qué, que túrbame el sentido.

Y la esquiva beldad, el mármol yerto
e inconmovible, y la infantina huraña
que era el postrer jazmín que daba el huerto...
Me figuro las luces de sus ojos
como dos cirios de un cariño muerto.

Y el arduo afán en el impulso vario
por resolver el canto en melodía.
Derrame un ruiseñor en el himnario
toda la miel del día.
Silencios de armonía.
Un rumor milenario,
y la luz de tu lámpara, ¡oh Sophía!

Húmedos los cabellos –cristalinos caireles
de agua y sol– aún ondulan fantásticas ondinas,
mientras danza en la luz un coro de donceles,
por la playa, al influjo de las sales marinas.



V

Turbaban mi conciencia en el precario
vivir, el ala inquieta, el viento vario,
fantasmas familiares,
misterios presentidos,
amores y cantares de jóvenes floridos,
el vino, el mar, el día en el acuario
y la mutable vocación interna:
sentir, cantar, y en raptos doloridos
“ser yo”, “no ser”, en sucesión alterna.

Árbol en plenitud, hundió mi alma
su raíz en el légamo de muerte
que nutre las corolas de la vida
y da el perfume infuso en su ramaje.
Ilusorio celaje
pide al éter sutil que lo asume,
y en el raudal fluido de las auras de abril
hace el viaje
y se consume.

¡Oh insaciedad del hálito y la nébula,
y el amor y el impulso y el anhelo!
No un dios pagano, pero sí su rastro.
No el himno divo, pero sí el suspiro.
No el mármol, mas el plinto de alabastro.
Y una sensualidad de antiguo giro.



VI

Y fui después un numen transitorio,
sombra y canción en la embriagante tierra,
un sino raro y un deleite raro.
Ya el crepúsculo estivo el día cierra,
y lejos brilla un tembloroso faro.

La dama de cabellos encendidos
fecunda con mi sangre sus huertos prohibidos.
Una inquietud frenética y gozosa
mi paz, mi sueño, mi vigor consume
y un huracán mi plenitud doblega.
Soy esa sombra que cruzó el camino,
en sangre tinta, de lujuria ciega.

Soy esa sombra pávida, cautiva
de un gran misterio en el misterio oculto.
Huella la flor azul pata lasciva
de cabrón negro, y el divino himnario
sella Satán con sellos de su culto.

Mi pena errante con mi vino loco
en el turbión del vicio la sepulto.
Soy huésped de garitos y tabernas,
disputo al puede ser un pan ingrato,
y dejo que mi carne, la ruin loba
de lúgubres anhelos arrecida,
se me abandone al logro del deleite,
desnuda en la impudicia de la vida.

Entúrbiase la clara inteligencia,
la idea afluye en nieblas ondulantes,
es el goce monótona frecuencia,
igual en el deliquio y el suspiro...
¡Dadme un beso, un contacto y una esencia,
y una sensualidad de nuevo giro!




VII

Y mi mano sacrílega se tiñe
de tu sangre. ¡oh Imali, oh vestal mía!
Mas no fue mi ternura. Fue un furor...
Si de nuevo, a mis ojos resurrecta,
te pudiese inmolar, te inmolaría.
¿Ya ves, oh Imali, que no fue mi amor?

Gozoso aún, y pávido y tremente,
huí a la sombra, la cerrada sombra
que en su mudez acoge las iras y los vértigos.
¡Un hueco en tus entrañas, tierra dura!
¡Soledad, un refugio en tus entrañas!
¡Tu ojo sin vista, lobreguez impura!

Mas la sangre fluía en chorros de carbunclos.
Ante el cadáver lívido, sin blandones, sin túmulo,
todo estaba sangriento.
“¡Asesino!”, “¡Asesino!”, susurraba y se iba el viento.
En los prados del monte fueron crimen mis huellas.
Como vírgenes desoladas
me bañaron de llanto las estrellas.
En las playas de luz mojadas
di un alarido al ver la mar que hervía,
y huyendo en pos, en pos de la noche que huía,
me ensangrentó la horrible sangre del alba del día.

“¡Asesino!” “¡Asesino!”,
susurraba y se iba el viento.

Y los pastores me negarían sus cabañas.
Las rocas me aniquilarían en sus entrañas.
La vida es mi enemigo violento
y el amor mi enemigo sanguinario.
¿Y a qué tu sombra, oh noche del lúbrico ardimiento,
si entre mi corazón ardía el tenebrario?

Viajó mi alma en íntimas pasiones
de cristos coronados de congojas.
¡El pudor, el honor entre sayones!
Del vicio en las ocultas floraciones
fui rosa negra entre mil rosas rojas.

Mas el azul a mi dolor heroico
abrió su abismo de fulgencias puras,
soles remotos, nébulas, centellas,
y estuve opreso por la lumbre de ellas
del hilo de oro del collar del día.
Un anhelar de espacio dio sus alas
a mi desconcertada poesía.

En la lluvia de gotas de mi sangre,
tras el velo irisado de mis lágrimas,
vago sueño sus brumas deshacía,
vago sueño –mi vaga Acuarimántima.




VIII

Retorno de tal sueño hacia la playa,
realizado mi afán. La tierra invoca
su ley, que mis empeños desvirtúa.
Oigo el grito del mar que me penetra,
y ansia de paz perenne me extenúa.

¡El mar, el mar, el mar ambiguo y fuerte!
Su espuma brinda a mi ruindad su imperio
en astillas de mástiles fallidos.
Ráfagas de misterio...
Monstruos desconocidos...

¿No brilla entre la niebla Acuarimántima?
¿No se oye limpia, fúlgida canción
sonar, aletargar el corazón
y pasar?

¡No se oye nada...!

Silencio y bruma, soplos de lo arcano.
La luz mentira, la canción mentira.
Sólo el rumor de un vago viento vano
volando en los velámenes expira.

La noche adviene, de mortuorio emblema.
Retumba en mi recuerdo mi alarido,
mi estéril tiempo en mi inquietud suprema.
El trágico dolor ha concluido.
Yo soy Maín, el héroe del poema...

Florece el cielo en gajos de luceros,
y querubes de vuelos melodiosos
revuelan de luceros a luceros.

Y no decir, y no tener palabras
tan llenas de tu goce vespertino
y tu sueño nupcial, ¡oh campesino
que cruzas con tus carros rechinantes!
En tu ilusión un hálito divino
te ha poblado de niños los instantes.

Y ver, desde esta cima de ternura
y valeroso amor, en toda cosa
el enigma, el enigma inviolado.
Arde la pura rosa, sueña la linfa pura,
¡oh carne!, y tú destilas el pecado
y... y...

¡El enigma, por siempre inviolado!

Y por toda verdad, saber ahora
que brilla el mar, que el monte se estremece,
que fulge Sirio en el jardín lejano,
y que al frustrarse el giro de mi vida,
al giro de la suya grana el grano.

La luz mentira. La canción mentira.

Que fui por los instintos inmolado
ante el ara de un dios; que un soplo frío
de lóbrego misterio he suscitado;
que un dolor nuevo está en el plectro mío,
y el canto en el dolor purificado.

Lúgubre viento sopla entre los juncos,
los juncos gimen bajo el viento rudo.

Cantan en el crepúsculo a lo lejos...



IX

Honda, inmóvil, letárgica laguna
que semeja el sepulcro de la luna,
se tiende hasta el ilímite horizonte,
y a la tristeza vesperal se aduna
un viento de ultramar y de ultramonte.

Cantan en el crepúsculo
y un ledo son de esquilas
vuela en el éter trémulo.

Que mi rumor se extinga, blando, tenue,
ola en onda, onda en pompa, pompa en iris,
como vágulo aroma en la memoria,
y me reintegre a la epopeya trunca
en la ciudad de nieblas de mi gloria.

Cantan en el crepúsculo... ¡Armonía!

Y que olvide la brega transitoria,
y el no ser más –y el no ser menos nunca–
del hilo de oro del collar del día.

¡Armonía! ¡Armonía!

Y el ancla suelte a místicas regiones,
no humano ya mi desear: divino
mi poseer,
mientras en el desmayo del crepúsculo
rueda sobre los ásperos terrones
el carro campesino,
y fulgura, real, velada por mis lágrimas,
erigida por mi dolor con los mármoles de mi poesía,
mi nebúlea, azulina Acuarimántima!

¡Armonía! ¡Armonía!




Acuarimántima & Pabellón de Palabras & Porfirio Barba Jacob



Porfirio Barba Jacob


Canción Del Tiempo Y Del Espacio


El dulce niño pone el sentimiento
entre la pompa de jabón que fía
el lirio de su mano a la extensión.

El dulce niño pone el sentimiento
y el contento en la pompa de jabón.

Yo pongo el corazón -¡pongo el lamento!
entre la pompa de ilusión del día,
en la mentira azul de la extensión.

El dulce niño pone el sentimiento
y el contento. Yo pongo el corazón...







Porfirio Barba Jacob



lunes, febrero 19, 2018

La Casa Abandonada


Hacia el final de la escalera
te has dado vuelta: en el vacío de abajo
el viento solitario hace
las veces de trajín, y la penumbra
está sucia de olvido. Pero arriba,
en el piso de arriba, el cúmulo
de inútil sueño aguarda. ¿Vas
a entrar en él, a sumergirte? Con la mano
puesta en el balaustre, acariciándolo
te quedas. Poco a poco,
no vas así a bajar la vista: escucha el torvo
zumbido de la mosca que se afana
contra el ciego cristal: hay alguien
en el primer peldaño. Espera.
Mira:
tú estás en el primer peldaño. Lívido
te estás mirando a ti con toda el alma
como si fuese para siempre.
Y ya
no estás arriba, ni
tampoco abajo.
Zumba
sola por fin la torva prisionera.




Eliseo Diego


En Lo Alto


Un pájaro en lo alto,
en lo más fino
del árbol alto,
un tomeguín
nervioso, breve, tan liviano

como un soplo de luz,
está cantando
su propia levedad,
la maravilla
de su increíble ser

           su pura vida
minúscula, perfecta, iluminada.




En Lo Alto & Pabellón de Palabras & Eliseo Diego


Eliseo Diego


domingo, febrero 18, 2018

Sobre Mi Mala Educación



Cuál es cuál, cuál es el cómo?
Quién sabe cómo conducirse?

Qué naturales son los peces!
Nunca parecen inoportunos.
Están en el mar invitados
y se visten correctamente
sin una escama de menos,
condecorados por el agua.

Yo todos los días pongo
no sólo los pies en el plato,
sino los codos, los riñones,
la lira, el alma, la escopeta.

No sé qué hacer con las manos
y he pensado venir sin ellas,
pero dónde pongo el anillo?
Qué pavorosa incertidumbre!

Y luego no conozco a nadie.
No recuerdo sus apellidos.

-Me parece conocer a usted.
-No es usted un contrabandista?
-Y usted señora no es la amante
del alcohólico poeta
que se paseaba sin cesar,
sin rumbo fijo por las cornisas?
-Voló porque tenía alas.
-Y usted continúa terrestre.
-Me gustaría haberla entregado
como india viuda a un gran brasero,
no podríamos quemarla ahora?
Resultaría palpitante!

Otra vez en una Embajada
me enamoré de una morena,
no quiso desnudarse allí,
y yo se lo increpé con dureza:
estás loca, estatua silvestre,
cómo puedes andar vestida?

Me desterraron duramente
de ésa y de otras reuniones,
si por error me aproximaba
cerraban ventanas y puertas.

Anduve entonces con gitanos
y con prestidigitadores,
con marineros sin buque,
con pescadores sin pescado,
pero todos tenían reglas,
inconcebibles protocolos
y mi educación lamentable
me trajo malas consecuencias.

Por eso no voy y no vengo,
no me visto ni ando desnudo,
eché al pozo los tenedores,
las cucharas y los cuchillos.
Sólo me sonrío a mí solo,
no hago preguntas indiscretas
y cuando vienen a buscarme,
con gran honor, a los banquetes,
mando mi ropa, mis zapatos,
mi camisa con mi sombrero,
pero aún así no se contentan:
iba sin corbata mi traje.

Así para salir de dudas
me decidí a una vida honrada
de la más activa pereza,
purifiqué mis intenciones,
salí a comer conmigo solo
y así me fui quedando mudo.
A veces me saqué a bailar,
pero sin gran entusiasmo,
y me acuesto solo, sin ganas,
por no equivocarme de cuarto.

Adiós porque vengo llegando.


Buenos días, me voy de prisa.

Cuando quieran verme ya saben:
búsquenme donde no estoy
y si les sobra tiempo y boca
pueden hablar con mi retrato.



Sobre Mi Mala Educación & Pabellón de Palabras & Pablo Neruda


Pablo Neruda


Tembandumba


tembandumba
ecuei changó
malengue dengue
i calambó
malengue dengue 
i calambó

ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque

tembandumba
ecuei changó
malengue dengue
i calambó
malengue dengue 
i calambó

ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque

berejú
berejú cumbé
berejú cumbá

aqué que membe surumbá
ya cumbó
aqué que membe surumbá 
ya cumbé
aqué que membe surumbá
ya cumbá
aqué que membe surumbá
ya cumbé mandinga jetongo sorongo
aqué que membe surumbá
aqué que membe surumbá
purrupuba   aayy
aqué que membe surumbá
aaa
aqué que membe surumbá
aqué que membe surumbá
mandinga tongo sorongo
aqué que membe surumbá
aqué que membe surumbá
mandinga tongo sorongo
aqué que membe surumbá
ya cumbé mandinga
aqué que membe surumbá
ya cumbé jetongo
aqué que membe surumbá
ya cumbé sorongo
aqué que membe surumbá
ya cumbé mandinga jetongo sorongo
aqué que membe surumbá
aqué que membe surumbá
aqué que membe surumbá
aqué que membe surumbá
aqué que membe surumbá

tembandumba
ecuei changó

malengue dengue
i calambó

ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque
ñan ñan ñan ñeque




Tembandumba & Pabellón de Palabras & Totó La Momposina




Totó La Momposina