Erase una vez un fuera–de–la–ley
que protagonizó una crónica heroica de persecución y de huida
perseguido por la policía federal estatal y municipal
de todo el sudoeste de los Estados Unidos.
Clyde Barrow pues de él se trata
y la muchacha Bonnie Parker eran amantes.
Juntos formaron la pandilla Barrow
robaban autos y mataban gente
en la forma más peliculesca posible.
Y apareció su nombre en unos carteles
“En busca y captura muerto o vivo”.
Pero Clyde no nació como dicen con el gatillo en la mano
ni con la “O” de Oeste en la frente grabada
había trabajado en el campo hasta que vino a Dallas en 1922.
Lo que sí es que se metió en dificultades
desde el principio
tenía 16 años cuando comenzó
y le gustaba asistir a esos melodramas
de balazo y jinete
así es que según parece echó a correr
mucho antes de haberse ganado un auténtico perseguidor
como que el destino que dio a su primer auto
un auto veloz
fue pisar a fondo el acelerador
y hacerse perseguir por la policía.
Sabía pues Clyde conducir como un diablo
y los días eran de sueño y las noches de huida
y Bonnie con un corazón más grande que el edificio del Empire
estaba siempre con él
como lo estuvo hasta el fin
aquella mañana de mayo cerca de Arcadia Luisiana.
Clyde y Bonnie o “los sanguinarios Barrow”
como los llamaban los diarios
iban a huir constantemente durante el resto de sus vidas
en un éxodo que alcanzó los límites de lo inverosímil
y huyeron a pie y huyeron en coche
y una vez a lomo de mula
los policías y la prensa pedían su sangre
porque ellos eran culpables de crímenes
pero en general eran inocentes
con una especie de insensatez inocente
dado que nunca se propusieron matar
y que sin embargo tantas veces lo hicieron.
Clyde y Bonnie los pistoleros enamorados
crearon un mito de victoria y violencia
y por entonces llegó a ser un hábito
reconocer a Clyde Barrow
como el ombligo de todos los delitos que se cometieran en Texas
y que significaran “pasta grande”
y siempre figuraba a su lado
una muchacha rubia que lo esperaba en un auto.
Equivocada o no pues Bonnie Parker
era la muchacha más bonita y valiente
que haya pisado este mundo feo
Si se desperdició en un “perro de mala ralea”
si hasta el último minuto ella creyó que se trataba de una boda con él
y si se entretenía contando a su madre
lo que le constaba
acerca de muchas tumbas y sus residentes
es porque qué importancia podría tener
un robo de más o un asesinato de menos
en el paisaje andrajoso de La Depresión
en donde el crimen era la única aventura posible.
Pero no hay que tratar de hacer de Bonnie Parker un ángel
no podría hacerse pese a matices melancólicos
ya que existe una fotografía de Bonnie de aquel verano
fumando cigarros puros
y Clyde con sombrero de fieltro de ala blanda
Bonnie y Clyde y sus compañeros de crimen
en plena gloria de su misión facinerosa
exhibiendo sus grandes revólveres
su desafío a la ley
y sus trajes de fantasía…
El último acto de Clyde fue cambiar la marcha para huir
y estirar la mano en busca de su pistola
pero esas cosas las hacía porque Clyde que era de un coraje borracho
no sabía que ya estaba muerto
y que “la ley” había vencido.
Dispararon sobre él y Bonnie el plomo suficiente
para matar cincuenta vivos
la policía no desperdicia esas oportunidades suntuosas
y los agentes corrían hacia su presa sin dejar de disparar
en una operación de estricta justicia.
Cualquier parecido con personas vivas o muertas
es simple coincidencia
a semejanza de cierto productor cinematográfico.
The end.
(Arthur Penn cuyo arte discernió la seducción
sicológica que trascendería
de aquel ambiente de los años treinta
tuvo la bondad de contarnos que existen
seres humanos con el seso recalentado
pero no “El Monstruo” –lo que es una figura platónica–
Y así a pesar de lo que siempre
hemos sabido de los malos –que acaban mal
y que su lugar no es el cielo–
hay una parte de nosotros que quiso creer
en la minúscula posibilidad
de que se saliesen con la suya).
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