Vienes de una infancia pura,
dulce y taciturno hermano,
como el pan de la ternura
de tu mano.
Ojos de lejana chispa
y fulgor impenetrable,
aunque nos miren amigos,
suaves hablen
Te ve Domingo fraterno,
te oye el lagarto, una brasa,
y te aman los pinos pobres
de tu casa.
Y quisiéramos seguirte,
por tu suave mundo extraño,
y pedirle a Dios que nada
te haga daño.
Y creemos consolarte
con risas, palabras, telas,
y eres tú quien en silencio,
nos consuelas.
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