A mi me dijeron negra
¡Dios mío! ¡Cuánto me reí!
Porque quien me lo dijera
no era más que un infeliz.
Uno de esos seres fatuos
que se encuentran por doquier
que no saben, que no saben
pero que creen saber.
Y adoptan poses y gestos
de persona superior;
y hablan con empaque austero
para impresionar mejor,
y van haciendo un desfile
de genios al por mayor,
para hacer ver que son dueños
de una gran erudición...
Y así nos hablan de Homero,
de Confucio o Cicerón,
e ignoran de aquí, a Zorrilla,
a Herrera y Reissig y a Rodó.
Tal el señor que con énfasis,
petulancia y rigidéz,
me señalara con mofa
la negrura de mi ser.
¿Acaso soy yo culpable
o debo sentir vergüenza,
por el color que me dio
la Madre Naturaleza?
Si es la vida un accidente
como el nacer y el morir
y en el correr de la vida,
puede el pigmento influir.
Hay mil distintos factores
que deben intervenir;
y eso, a un blanco como a un negro,
igual le puede ocurrir.
Natural que una piel blanca,
tersa y aterciopelada,
aunque no llene el espíritu,
llena siempre la mirada.
Y aun más, a quién lo deslumbra
el brillo de lo exterior,
por qué no ve las tinieblas
oculto en el interior...
El medio, la inteligencia,
el regimen que vivimos,
el grado de ilustración
e instrucción que recibimos.
Son las únicas causales
y por ende el gran factor,
lo demás... son derivados
de la línea de color...
En la mujer blanca o rubia
¿qué hay de superior a i?
si reuno las cualidades
que acabo de referir.
Somos hermanas gemelas
en el placer y en el sufrir
afines en sentimientos
en el pensar y en el sentir.
De iguales inclinaciones
en nuestra virginidad,
de instintos nobles o crueles
en nuestra maternidad.
Sólo no somos iguales
en el aspecto social,
porque a ello, se interpone
la hipócrita sociedad.
Groundbreaking, by Harmonia Rosales |
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