lunes, marzo 12, 2018

Vuelo


Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otros como el granizo grave.

Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.

Triste instrumento alegre de vestir: apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de batirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.











Miguel Hernández


domingo, marzo 11, 2018

Tristes Guerras


Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.








Miguel Hernández


sábado, marzo 10, 2018

Galope Súbito


A veces cruza mi pecho dormido
una alada magnolia gimiendo,
con su aroma lascivo, una campana
tocando a fuego, a besos,
una soga llanera
que enlaza una cintura,
una roja invasión de hormigas blancas,
una venada oteando el paraíso
jadeante, alzado el cuello
hacia el éxtasis,
una falda de cámbulos,
un barco que da tumbos
por ebrio mar de noche y de cabellos
un suspiro, un pañuelo que delira
bordado con diez letras
y el laurel de la sangre,
un desbocado vendaval, un cielo
que ruge como un tigre,
el puñal de la estrella fugaz
que sólo dos desde un balcón han visto,
un sorbo delirante de vino besador,
una piedra de otro planeta silbando
como la leña verde cuando arde,
un penetrante río que busca locamente
su desenlace o desembocadura
donde nada la Bella Nadadora,
un raudal de manzana y roja miel,
el arañazo de la ortiga más dulce,
la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,
tejiendo su delirio,
un clarín victorioso levantado hacia el alba,
la doble alondra del color del maíz
volando sobre un celeste infierno
y veo, dormido, un precipicio súbito
y volar o morir...

A veces cruza mi pecho dormido
una persona o viento,
un enjambre o relámpago,
un súbito galope:
es el amor que pasa en la grupa de un potro
y se hunde en el tiempo hacia el mar y la muerte.




Eduardo Carranza



El Insomne


A Alberto Warnier



A alguien oí subir por la escalera.
Eran -altas- las tres de la mañana.
Callaban el rocío y la campana
... Sólo el tenue crujir de la madera.

No eran mis hijos. Mi hija no era.
Ni el son del tiempo en mi cabeza cana.
( Deliraba de estrellas la ventana. )
Tampoco el paso que mi sangre espera...

Sonó un reloj en la desierta casa.
Alguien dijo mi nombre y apellido.
Nombrado me sentí por vez primera.

No es de ángel o amigo lo que pasa
en esa voz de acento conocido...
... A alguien sentí subir por la escalera...



Eduardo Carranza


miércoles, marzo 07, 2018

Toque De São Bento Grande De Angola


Nesse mundo camará
Mas não há mas não há
Mas não há quem me mande
Eu só sei obedecer
Se mandar
Se mandar são bento grande


É de angola é de angola é de angola
De angola de angola de angola

Meu avô já foi escravo
Mas viveu com valentia
Descumpria a ordem dada
Agitava a escravaria
Vergalhão, corrente, tronco
Era quase todo dia
Quanto mais ele apanhava
Menos ele obedecia


É de angola é de angola é de angola
De angola de angola de angola

Nesse mundo camará
Mas não há mas não há
Mas não há quem me mande
Eu só sei obedecer
Se mandar
Se mandar são bento grande

Quando eu era ainda menino
O meu pai me disse um dia
A balança da justiça
Nunca pesa o que devia
Não me curvo a lei dos homens
A razão é quem me guia
Nem que seu avo mandasse
Eu não obedeceria


É de angola é de angola é de angola
De angola de angola de angola

Nesse mundo camará
Mas não há mas não há
Mas não há quem me mande
Eu só sei obedecer
Se mandar
Se mandar são bento grande

Esse mundo não tem dono
E quem me ensinou sabia
Se tivesse dono o mundo
Nele o dono moraria
Como é mundo sem dono
Não aceito hierarquia
Eu não mando nesse mundo
Nem no meu vai ter chefia


É de angola é de angola é de angola
De angola de angola de angola

Nesse mundo camará
Mas não há mas não há
Mas não há quem me mande
Eu só sei obedecer
Se mandar
Se mandar são bento grande







Paulo Cesar Pinheiro


Sublime Paixão


Paixão
É o delírio de quem se entrega
É rebentação que carrega
É a raiz de onde brota a loucura
Paixão
É luz negra que ofusca e cega
É mar que se teme e se navega
É ânsia sublime de aventura
Paixão
É o abismo de quem se apega
É a bendita flor que o mal rega
É o reverso que tem toda jura
Paixão
É a surpresa que a gente não nega
É o destino de quem não sossega
É o mistério entre a espera e a procura
Paixão
Estranha doutrina de fé que não se prega
Estranho prazer imortal imortal que nunca dura
Paixão
É um trem que entristece e que alegra
Momento em que o amor quebra a regra
No coração de toda criatura.








Paulo Cesar Pinheiro



martes, marzo 06, 2018

I Soldati Piangono Di Notte


Né la Croce né l’infanzia bastano,
il martello del Golgota, l’angelica
memoria a schiantare la guerra.
I soldati piangono di notte
prima di morire, sono forti, cadono
ai piedi di parole imparate
sotto le armi della vita.
Numeri amanti, soldati,
anonimi scrosci di lacrime.





Salvatore Quasimodo

Alle Fronde Dei Salici


E come potevamo noi cantare
con il piede straniero sopra il cuore,
fra i morti abbandonati nelle piazze
sull’erba dura di ghiaccio, al lamento
d’agnello dei fanciulli, all’urlo nero
della madre che andava incontro al figlio
crocifisso sul palo del telegrafo?
Alle fronde dei salici, per voto,
anche le nostre cetre erano appese,
oscillavano lievi al triste vento.





Salvatore Quasimodo


lunes, marzo 05, 2018

Civilización Audiovisual


Un ojo voraz
la gente terminó siendo un ojo voraz
insomne abierto en todas partes
escondido en el ojo de la cerradura
en los enchufes
                        en el auricular del teléfono
en los interruptores de la luz
en los faroles de los vehículos
en las esquinas de las paredes
en los senos en la frente en el sexo
un ojo ombligo y un ojo nasal
y hacia el ojo corrían los ríos
las marejadas del crepúsculo
                                               las autopistas
la gente en búsqueda de sus ojos
de un ojo de tres grados
o de un ojo simplemente espejo
de un ojo potencial
o de un ojo pornográfico
de un ojo para mirar el mundo
o de un ojo para ver una mujer desnuda.

Este ojo planetario se mueve lentamente
recorre como un reflector el horizonte
tiene millones de otros ojillos prendidos en sus tentáculos
en las salas de baño
                                detrás de las cortinas
bajo las sábanas
                          en los confesionarios
por donde la gente ciega pasa
se viste o desviste
                             acaricia o golpea
reza y se arrepiente a medias.

Llegado es el tiempo del ojo
para ver lo que antes se leía
lo que antes se pensaba o se soñaba
en medio del silencio interior
para ver más y más sangre que mana bajo los ojos
contar cada vello de un pubis
los lunares y las caídas
para ver a los asesinados en la guerra o en la calle
fiesta de sangre para los ojos
película en colores
roja sangre que mana bajo los ojos
y adorna los rincones y la piel de los humanos
que se besan o se entrematan
y van después al zoológico a ver el tigre
y van después al boxeo o a la corrida de toros
para comparar sangre con sangre
y de ese modo saciar la angustia de vacíos
dormir quietamente
con el sueño lleno de ojos y pestañas
mientras las ciudades parpadean en la noche
y un niño despierto juega a los comics
vaciando el ojo de su amiguito.

Es un ojo vestido de hippie
barbudo y melenudos
con collares y con cruces gamadas
pero también se disfraza de Frankenstein
y hasta se rapa la cabeza
como si fuera monje budista
y tiene oreja para oír tenazmente
los disparos los gemidos los estertores
los aullidos de los cantantes de guitarra eléctrica
los parlamentos obscenos
los novelones de la televisión
y los anuncios declamados
con voz estentórea e insinuante
según se venda cerveza o cigarrillos.
Este órgano nuevo creado por la ciencia
este ojo que oye
                          esta oreja que ve
está en todas partes de un modo simultáneo
viendo y oyendo salir y ponerse el sol
despertar y dormirse a la gente
que bajo su vigilancia mundial
se afana en mirar como el ojo
en oír como la oreja
se asoma a aquel ojo materno
a aquel oído central
y oye y ve descomponerse la ciudad en alvéolos
donde cada quien al mismo tiempo está en lo suyo
unos comiendo y eructando
otros abrazándose con ansia antropofágica
algunos empuntados con su soledad
aquél robando o bien lavándose los dientes
éstos laborando como ciegos-sordos
y los más tratando de olvidarse
o de sorprender la vida del vecino
ávidos
            jadeantes
                              codiciosos
vueltos todos ojos de mirada indiscreta
oído celador y celestino
o bien vacío
                    niebla de olvido
                                               cosa inanimada.

Guerra de los ojos
                         portaojos zarparon
hacia objetivos secretos
cohetes visualizan al adversario
micrófonos espían sus palabras
estaciones satélites captan al enemigo
lo proyectan sobre pantallas magnéticas
donde un estornudo se vuelve bombardeo
un alzamiento de hombros tromba marina
el rascarse sin premura
largo estremecimiento de la corteza terrestre.
El ojo-oído amplifica las acciones
las dota de un poder de agresión acrecentado
es como vidrio de aumento
gracias al cual crece la proporción del crimen
de la violencia
y se incita a hundirse en éstos
a comer de éstos
a la masticación frenética
al relámpago que saca tajos
a los sudores de sangre
al beso de judas
a los convites caníbales
al suplicio de los inocentes
a fin de estar en paz consigo mismo.

Mientras los seres se acechan
en torno a la mesa familiar
dispuestos a disparar contra el otro
en cuanto sea propicia la circunstancia
mientras una voz ahuecada o chirriante
anuncia que hay que ser ojo-oído y nada más
mientras se preparan la esta de la sangre derramada
y los cruceros de turismo por las antillas y el pacífico mientras se celebra las últimas cenas
aquí está el ojo múltiple que ve y no piensa
la oreja que escucha pasivamente
y frente a este triunfante organismo
la boca abierta el labio gafo la mano muerta
del público de las pantallas






Juan Liscano



Cresta


Cuando mueren
por un instante
las palabras
que tanta muerte dan siempre a la vida
cuando descubrimos el actor que somos
y lo exponemos
despojado de sus trajes crepusculares
cuando nos despierta el sueño de soñar
o arrancados del sueño
despertamos atónitos
como extraño celeste caído
cuando se quiebran los espejos
al soplo de una necesidad desconocida
cuando vaciadas quedan las odres
y sea aquieta la fiera de la sed
cuando se acepta el desierto por jardín
brota del resplandeciente vacío
una repentina cresta
y el levante impera en ella
filo puro neto
neutro
que se abate
y nos degüella.







Juan Liscano


domingo, marzo 04, 2018

La Question Se Pose De...


Ce qui est grave
est que nous savons
qu’après l’ordre
de ce monde
il y en a un autre.

Quel est-il?

Nous ne le savons pas.

Le nombre et l’ordre des suppositions possibles
dans ce domaine
est justement
l’infini!

Et qu’est-ce que l’infini?

Au juste nous ne le savons pas!

C’est un mot
dont nous nous servons
pour indiquer
l’ouverture
de notre conscience
vers la possibilité
démesurée,
inlassable et démesurée.

Et qu’est-ce au juste que la conscience?

Au juste nous ne le savons pas.

C’est le néant.

Un néant
dont nous nous servons
pour indiquer
quand nous ne savons pas quelque chose
de quel côté
nous ne le savons
et nous disons
alors
conscience,
du côté de la conscience,
mais il y a cent mille autres côtés.

Et alors?

Il semble que la conscience
soit en nous
liée
au désir sexuel
et à la faim;

mais elle pourrait
très bien
ne pas leur être
liée.

On dit,
on peut dire,
il y en a qui disent
que la conscience
est un appétit,
l’appétit de vivre;

et immédiatement
à côté de l’appétit de vivre,
c’est l’appétit de la nourriture
qui vient immédiatement à l’esprit;

comme s’il n’y avait pas de gens qui mangent
sans aucune espèce d’appétit;
et qui ont faim.

Car cela aussi
existe
d’avoir faim
sans appétit;

et alors?


Alors
l’espace de la possibilité
me fut un jour donné
comme un grand pet
que je ferai;
mais ni l’espace,
ni la possibilité,
je ne savais au juste ce que c’était,

et je n’éprouvais pas le besoin d’y penser,

c’étaient des mots
inventés pour définir des choses
qui existaient
ou n’existaient pas
en face de
l’urgence pressante
d’un besoin:
celui de supprimer l’idée,
l’idée et son mythe,
et de faire régner à la place
la manifestation tonnante
de cette explosive nécessité:
dilater le corps de ma nuit interne,

du néant interne
de mon moi

qui est nuit,
néant,
irréflexion,

mais qui est une explosive affirmation
qu’il y a
quelque chose
à quoi faire place:
mon corps.

Et vraiment
le réduire à ce gaz puant,
mon corps?
Dire que j’ai un corps
parce que j’ai un gaz puant
qui se forme
au dedans de moi?

Je ne sais pas
Mais
je sais que

l’espace,
le temps,
la dimension,
le devenir,
le futur,
l’avenir,
l’être,
le non-être,
le moi,
le pas moi,

ne sont rien pour moi;

mais il y a une chose
qui est quelque chose,
une seule chose
qui soit quelque chose,
et que je sens
à ce que ça veut
SORTIR:
la présence
de ma douleur
de corps,

la présence
menaçante,
jamais lassante
de mon
corps;

si fort qu’on me presse de questions
et que je nie toutes les questions,
il y a un point
où je me vois contraint
de dire non,

NON

alors
à la négation;

et ce point
c’est quand on me presse,

quand on me pressure
et qu’on me trait
jusqu’au départ
en moi
de la nourriture,
de ma nourriture
et de son lait,
et qu’est-ce qui reste?

Que je suis suffoqué;
et je ne sais pas si c’est une action
mais en me pressant ainsi de questions
jusqu’à l’absence
et au néant
de la question
on m’a pressé
jusqu’à la suffocation
en moi
de l’idée de corps
et d’être un corps,

et c’est alors que j’ai senti l’obscène

et que j’ai pété
de déraison
et d’excès
et de la révolte
de ma suffocation.

C’est qu’on me pressait
jusqu’à mon corps
et jusqu’au corps

et c’est alors
que j’ai tout fait éclater
parce qu’à mon corps
on ne touche jamais.













Antonin Artaud

Lettre Aux Médecins Chefs Des Asiles De Fous


Messieurs,

Les lois, la coutume vous concèdent le droit de mesurer l'esprit. Cette juridiction souveraine, redoutable, c'est avec votre entendement que vous l'exercez. laissez-nous rire. la crédulité des peuples civilisés, des savants, des gouvernements pare la psychiatrie d'on ne sait quelles lumières surnaturelles. Le procès de votre profession est jugé d'avance. Nous n'entendons pas discuter ici la valeur de votre science, ni l'existence douteuse des maladies mentales. Mais, pour cent pathogénies prétentieuses où se déchaîne la confusion de la matière et de l'esprit, pour cent classifications dont les plus vagues sont encore les plus utilisables, combien de tentatives nobles pour approcher le monde cérébral où vivent tant de vos prisonniers? Combien êtes-vous par exemple, pour qui le rêve du dément précoce, les images dont il est la proie sont autre chose qu'une salade de mots?

Nous ne nous étonnons pas de vous trouver inférieurs à une tâche pour laquelle il n'y a que peu de prédestinés. Mais nous nous élevons contre le droit attribué à des hommes, bornés ou non, de sanctionner par l'incarcération perpétuelle leurs investigations dans le domaine de l'esprit.
Et quelle incarcération! On sait - on ne sait pas assez- que les asiles, loin d'être des asiles, sont d'effroyables geôles, où les détenus fournissent une main-d'œuvre gratuite et commode, où les sévices sont la règle, et cela est toléré par vous. L'asile d'aliénés, sous le couvert de la justice, est comparable à la caserne, à la prison, au bagne.

Nous ne soulèverons pas ici la question des internements arbitraires, pour vous éviter la peine de dénégations faciles. Nous affirmons qu'un grand nombre de vos pensionnaires, parfaitement fous selon la définition officielle, sont eux aussi, arbitrairement internés. Nous n'admettons pas qu'on entrave le libre développement d'un délire, aussi légitime, aussi logique que toute autre succession d'idées ou d'actes humains. La répression des réactions antisociales est aussi chimérique qu'inacceptable en son principe. Tous les actes individuels sont antisociaux. Les fous sont les victimes individuelles par excellence de la dictature sociale ; au nom de cette individualité qui est le propre de l'homme, nous réclamons qu'on libère ces forçats de la sensibilité puisque aussi bien il n'est pas au pouvoir des lois d'enfermer tous les hommes qui pensent et agissent.

Sans insister sur le caractère parfaitement génial des manifestations de certains fous, dans la mesure où nous sommes aptes à les apprécier, nous affirmons la légitimité absolue de leur conception de la réalité, et de tous les actes qui en découlent.

Puissiez-vous vous en souvenir demain matin à l'heure de la visite, quand vous tenterez sans lexique de converser avec ces hommes sur lesquels, reconnaissez-le, vous n'avez d'avantage que celui de la force.



De: Hombre Mirando Al Sudeste


Antonin Artaud


sábado, marzo 03, 2018

Lettre Aux Recteurs Des Universités Européennes


Monsieur le Recteur,

Dans la citerne étroite que vous appellez «Pensée», les rayons spirituels pourrissent comme de la paille. Assez de jeu de langue, d’artifices de syntaxe, de jongleries de formules, il y a à trouver maintenant la grande Loi du cœur, la Loi qui ne soit pas une loi, une prison, mais un guide pour l’Esprit perdu dans son propre labyrinthe. Plus loin que ce que la science pourra jamais toucher, là ou les faisceaux de la raison se brisent contre les nuages, ce labyrinthe existe, point central ou convergent toutes les forces de l’être, les ultimes nervures de l’esprit. Dans ce dédale de murailles mouvantes et toujours déplacées, hors de toutes formes connues de pensée, notre Esprit se meut, épiant ses mouvements les plus secrets et spontanés, ceux qui ont un caractère de révélation, cet air venu d’ailleurs, tombé du ciel.

Mais la race des prophètes s’est éteinte. L’Europe se cristallise, se momifie lentement sous les bandelettes de ses frontières, de ses usines, de ses tribunaux, de ses universités. L’Esprit gelé craque entre les ais minéraux qui se resserrent sur lui. La faute en est à vos systèmes moisis, à votre logique de 2 et 2 font 4, la faute en est à vous, Recteurs, pris au filet des syllogismes. Vous fabriquez des ingénieurs, des magistrats, des médecins à qui échappent les vrais mystères du corps, les lois cosmiques de l’être, de faux savants aveugles dans l’outre-terre, des philosophes qui prétendent à reconstruire l’Esprit. Le plus petit acte de création spontanée est un monde plus complexe et plus révélateur qu’une quelconque métaphysique. Laissez-nous donc, Messieurs, vous n’êtes que des usurpateurs. De quel droit prétendez-vous canaliser l’intelligence, décerner des brevets d’esprit? Vous ne savez rien de l’Esprit, vous ignorez ses ramifications les plus cachées et les plus essentielles, ces empreintes fossiles si proches des sources de nous-mêmes, ces traces que nous parvenons parfois à relever sur les gisements les plus obscurs de nos cerveaux.

Au nom même de votre logique, nous vous disons: la vie pue, Messieurs. Regardez un instant vos faces, considérez vos produits. À travers le crible de vos diplômes, passe une jeunesse efflanquée, perdue. Vous êtes la plaie d’un monde, Messieurs, et c’est tant mieux pour ce monde, mais qu’il se pense un peu moins à la tête de l’humanité.






Antonin Artaud


jueves, marzo 01, 2018

Black Bandillera


The flower of a fighting toro
is mourning, affixed since birth.
The path of a fighting toro
is the arena, and later the scales.
If condemned by nature
to death by the sword,
remember-the shrewd cowardice of the fox
for the bull is not ceremony.
No way out, old chap.
One must die properly.
One must die excellently
to intimidate enemies.
After the fight all the same
someone by custom
will mark a sign with chalk:
'Such and such number of kilograms.'
A carcass goes by kilograms.
Courage is measured in grams.
A carcass goes for meat.
Courage goes against the pricks.
It’s foolish to be daring, if
it’s immaturity of the mind.
It’s foolish to be a coward, if
you’re surrounded anyway.
Why fuss in the arena?
You’re a fine little bull.
Why pretend to be lame?
Your legs are still strong.
Hey, you clumsy malingerer...
Some were stronger than you-
in the end they divide up everyone
on hooks in the meat shop.
Fling yourself shabbily to meet
the hungering band-or else
for the crowd’s pleasure
the slippery bandilleros will thrust
black banderillas,
black banderillas
like flares of shame,
into the nape of your neck.
Fool, what’s there for you to win
in a miserable game with rogues? !
Those afraid of the fight
are not suited for the corrida.
Scraggy, streetwalker-cows
will lure you from the arena
with delicate little bells,
well, and then under the knife.
Since it all ends anyway,
let it end in a sweat.
Let the butchers’ ballet dancers
huff and puff and dance.
Be a real toro!
Don’t lower yourself to the level
of this crowd made up of
nothing but cowardly bulls.
Have they given many grams
of courage to the world?
And the black banderillas,
the black banderillas
graze the walls,
blinds, and door frames,
plunged into jackets
like trembling skin.






Yevgeny Yevtushenko


miércoles, febrero 28, 2018

Me gustaría...


Me gustaría
                            nacer en todos los países,
tener un pasaporte
                            para todos
que provoque el pánico de las cancillerías;
ser cada pez
                            en cada océano
y cada perro
                            en las calles del mundo.
No quiero arrodillarme
                            ante ídolo alguno
ni hacer el papel
                            de un ruso ortodoxo hippie,
pero me gustaría
                            hundirme
                            en lo más hondo del Lago Baikal
y salir resoplando
                            en otras aguas,
                            ¿por qué no en las del Mississippi?

En mi maldito universo amado
                             me gustaría
ser una hierba humilde,
                             nunca un Narciso delicado
que se besa
                             en el espejo.
Me gustaría ser
                             cualquiera de las criaturas de Dios,
incluso la última hiena sarnosa,
pero nunca un tirano,
                             ni siquiera el gato de un tirano.
Me gustaría
                             reencarnar como hombre
                                         en cualquier imagen:
víctima de una cárcel de tortura,
                             un niño vagabundo en los tugurios de Hong Kong ,
un esqueleto viviente en Bangladesh,
                             un pordiosero sagrado en el Tíbet,
un negro de Ciudad del Cabo,
pero nunca encarnar
                              la imagen de Rambo.
Sólo odio a los hipócritas,
                              hienas sazonadas en espesa melaza.
Me gustaría tenderme
                              bajo el bisturí de todos los cirujanos del mundo,
ser un tullido, un ciego,
                              sufrir todo mal, toda deformidad y herida,
ser un mutilado de guerra,
                              o el que recoge las colillas del suelo,
con tal de que no las penetre
                              el infame microbio de la prepotencia.
No quisiera formar parte de la élite,
                               ni, por supuesto, del rebaño de cobardes,
ni perro de manada,
                               ni pastor servil al abrigo de su rebaño.
Y quisiera ser feliz,
                               pero no a costa de los infelices.
Y quisiera ser libre,
                               pero no a costa de los que no lo son.
Quisiera amar
                               a todas las mujeres del mundo,
y ser también una mujer
                               sólo una vez...

La madre naturaleza ha menospreciado al hombre.
¿Por qué no lo hizo capaz de ser madre?
Si se agitara un niño
                               bajo su corazón,
acaso el hombre
                               sería menos cruel.
Quisiera ser el pan de cada día,
digamos,
                               ser la taza de arroz
                               de la sufriente madre vietnamita,
el vino barato
                               en las tabernas de los obreros napolitanos,
o el tubito de queso
                               en la órbita lunar.
Que me coman
                               que me beban,
                                                  dejadme ser útil
                                                                            en la muerte.

Quisiera pertenecer a todas las edades,
                                atolondrar la historia
                                            y atontarla con mis travesuras.
Quisiera llevarle a Nefertiti
                                en una troika á Pushkin.
Quisiera multiplicar
                                cien veces el espacio de un instante
para que al mismo tiempo
                                pueda beber vodka con los pescadores siberianos,
y junto a Homero,
                                        Dante,
                                                           Shakespeare
                                                                                      y Tolstoi
sentarme a beber cualquier cosa,
                                salvo, por supuesto,
                                                                          Coca-Cola.
Y bailar al ritmo de los tam-tam en el Congo,
estar en huelga en Renault,
jugar a la pelota con los muchachos brasileños
                                en la playa de Copacabana.

Quisiera hablar todas las lenguas,
                                como las aguas ocultas bajo la tierra,
y hacer todo tipo de trabajo de una vez.
                                Me aseguraría
                de que sólo fue poeta un Yevtushenko,
                                el otro un clandestino
                                                                    en alguna parte,
no puedo decir dónde
                                por razones de seguridad.
El tercero, un estudiante en Berkeley,
                                 y el cuarto un entusiasta huaso chileno.
El quinto sería tal vez
                                 un maestro de niños esquimales en Alaska,
el sexto
                un joven presidente
                                 en cualquier parte, modestamente digamos Sierra Leona,
el séptimo
               podría entretenerse en la cuna con un sonajero,
y el décimo,
                           el centésimo,
                                                          el millonésimo...
Para mí, ser yo mismo no es bastante,
                                ¡dejadme ser todo el mundo!
Estaré en miles de ejemplares hasta mi último día
                                para que la tierra vibre conmigo
y las computadoras enloquezcan
                                procesando mi censo universal.
Quisiera combatir en todas tus barricadas,
humanidad,
y morir cada noche
                               como una luna exhausta,
y amanecer cada día
                               como sol recién nacido
con una suave mancha inmortal
                               en la cabeza.
Y cuando muera,
un Francois Villon siberiano,
                               que no descanse mi cuerpo
                               ni en la tierra francesa,
                                                 ni italiana,
sino en la tierra rusa, amarga,
                               en una colina verde,
donde por vez primera
                               me sentí todo el mundo.









Yevgeny Yevtushenko




*Poema escrito originalmente en español