Clou, mi loco hermano, a ti te encerraron porque una noche, desesperado, quisiste tirarte al agua. Desde entonces, Clou, hermano mío, te internaron para curarte, para quitarte el sabor del suicidio, para devolverte ese gusto de lo social que siempre debe ser rentable. Desde ese día, ese día cuando tomaron la decisión de encerrarte para supervisar los impulsos que te llevan al suicidio, desde ese día, ¡Clou mi hermano de locura, Clou el extraño, Clou el extranjero, Clou el perforado, Clou el perseguido, Clou el engañado, Clou el torturado, Clou el mutilado, Clou el inmenso! Desde ese día han intentado convertir tu suicidio sincero en un atroz cautiverio. Clou mi hermano, te salvaron de ahogarte con el indecible objetivo de levantar enormes empalizadas entre tú y la vida. Clou, mi hermano loco, estás encerrado en el universo de los campos de concentración, estás acorralado como una bestia rara. Clou, mi loco hermano: si te sientes desprendido de ese rebaño acorralado, aunque tu lana de oveja deba impregnarse de roja sangre y ser una mancha entre la trivialidad blanca de esos seres en blusas que ante nada se inclinan, entonces Clou, mi hermano loco, no seas tacaño con tu sangre, porque si con tu corazón persistes tercamente, bien podría ser que un día te transformes en un carnero cuyo manto púrpura y dorado sea un tributo pagado a cada Aurora.
Pero, Clou mi hermano loco, sé bien que la comparación con el ganado no terminará en el detalle sublime que mi ser, venido de fuera, proyectaba. Sé bien, Clou mi hermano loco, que un día en los mataderos, con la ayuda de píldoras, inyecciones y ondas eléctricas, acabarán por manejar tu carcasa todavía única.
Clou, mi loco hermano, aunque todo tu ser tenga miedo de esta muerte, sueña, sueña con tu capacidad instintiva que te lleva a rendir un homenaje siempre presente a las Auroras plenas e inusuales.
Vincent Van Gogh: La Noche Estrellada |