Cuando mataron a García Lorca
¡porque ciertamente lo mataron!
uno de la Guardia Civil bromeaba con una muchacha
luciéndose en una yegua.
Cuando mataron a García Lorca
¡porque ciertamente lo mataron!
La gente ni siquiera podía olvidarse
De una cuchara o de una taza.
En un momento de duelo,
Carmen con un elegante vestido
abraza la vida,
y es que nadie se acuesta con la muerte.
Una famosa adivinadora de la suerte
andaba por unas casas de campesinos.
Se lamentaba por García Lorca
pero nadie puede adivinarle el futuro a un cadáver.
La vida es siempre la vida
ya sea la jarra del bebedor de vino,
el puerco que come como un puerco
o una rosa prendida en el vestido de una mujer.
La juventud y la vejez siempre son lo mismo
así como lo es el plebeyo y lo es el señor.
Y aunque todas las cosas sigan existiendo
Sin embargo García Lorca no.
Pero en una polvorienta tienda
como un regimiento de soldados
no creyendo en la muerte de García Lorca
unos Don Quijotes de juguetes permanecían de pie.
Dejen que los ignorantes gobiernen
y que los que adivinan la suerte mientan
y tú, hidalgo de juguete
sigue soñando la esperanza.
Entre toda la basura de recuerdos para comprar
con una exhalación agria, ellos,
las absurdas pequeñitas espadas
gritaron: ¿Dónde estás García Lorca?
Ni un olmo ni un sauce tuyo
llamaron desde el libro de las cuentas
−después de todo tú eres inmortal−
ni siquiera nosotros te llamamos,
¡pero sí los Don Quijotes!
Y el pasto cantaba vacilante
y las grullas anunciaban
que a García Lorca no lo habían matado
en el momento cuando lo mataron.
Federico García Lorca, Ilustración de Raúl Arias |