A Soto Borda
† 1919
¡Oh, si pudiera, noble camarada,
darte de mi jardín rosas hermosas
y olorosas!… Pero ¡ay! Si ya mis rosas
me las comí hace tiempo en ensalada.
¿De qué vale hoy regar tumba regada?…
Tu madrecita, en tardes dolorosas,
te pondrá —como frescas mariposas—
lo que no ha de poner mi carcajada…
Sin embargo, donoso compañero,
casi me duele el corazón… Y quiero
recordar aquel rancio ventorrillo,
donde te conocí vencido y fuerte,
y donde me dijiste al conocerte:
—Sirve un trago y me das un cigarrillo.
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