miércoles, junio 24, 2015

Y hubo quienes cayeran...


Y hubo quienes cayeran sobre sí mismos,
confiando en que la realidad no era más que interior,
que el mundo era una enfermedad del ojo.

Estaban quienes se juzgaron tránsito sin fruto,
accidental forma de lo vivo,
quien creyera que la muerte justificaba toda acción,
todo olvido y toda traición,
y que no existía más que el presente
con una sombra ensanchándose en su vientre.

Otros fueron a puestos de avanzada provisionales,
febriles, llenos de esperanza
donde la esperanza de un continente
hervía de un triunfo insular.

Todos buscábamos un sitio.

Rayo.
Vértigo.
Epitelio.
Flor.
Estrella.
Luz y penumbra del día que desciende.
Arco iris.
Viento que agita el follaje.

Palabras en las que el hombre antiguo
aún puede sangrar por nuestra boca.

Hoja.
Estrella.
Inmenso deslumbramiento ante el mar
visto por los ojos de quien estaba solo
y quizás tenía miedo
y no tenía palabras,
y una innombrable alegría temblaba
en su boca de niño.

Infancia del hombre a la que me debo ahora,

su amor innominado

su sed de Dios

su soledad perdida para siempre en la mañana primera del mundo.




Gabriel Jaime Franco



Y es que un día supimos...

               Sentir, es magnífico; Escribir, exultante; Habitar, lo sumo;
                                                Pero, ¿dónde está el lugar aplacado, el sitio de reunión,
                                                                               el punto del encuentro solvente?”
                
                                                                            Rafael Cadenas 

     
Y es que un día supimos,
mientras íbamos a la búsqueda de dioses más benévolos,
que también nosotros éramos hijos de la guerra,

que nuestros padres habían escapado de la muerte
en una noche oscura,
extensa de pájaros de sombra,


que su duro aprendizaje fue la huida,
el aplazamiento y el desplazamiento de la esperanza.


Supimos que habían huido protegiendo a sus cachorros,
abandonando sus cotos de caza,
los campos roturados,


con el corazón a punto de estallar
y el vientre oprimido por el miedo,


sin porvenir,  des-olados, 
sin tiempo y perseguidos por la muerte.


Y vimos las cruces anónimas,
las decapitaciones,                                           
                                           los empalamientos,       
                               las migraciones,
             las aguas míticas enlodadas de muertos.
los campos en los que habría transcurrido nuestra infancia
                                                      cultivados por la muerte.





Gabriel Jaime Franco



Todavía

Cantaba una mujer, cantaba
sola creyéndose en la noche,
en la noche, felposo valle.

Cantaba y cuanto es dulce
la voz de una mujer, esa lo era.
Fluía de su labio
amorosa la vida...
la vida cuando ha sido bella.

Cantaba una mujer
como en un hondo bosque, y sin mirarla
yo la sabía tan dulce, tan hermosa.
Cantaba, todavía
canta…




Aurelio Arturo



Amo La Noche


No la noche que arrullan las ramas
y balsámica con olor de manzanas,
con el efluvio de la flor del naranjo;
oh, no la noche campesina
de piel húmeda y tibia y sana;

no la noche de Tirso Jiménez
que canta canciones de espigas
y muchachas doradas entre espigas;
no la noche de Max Caparroja,
en el valle de la estrella más sola
cuando un viento malo sopla sobre las granjas
entre ráfagas de palomas moradas;
no la noche que lame las yerbas;

no la noche de brisa larga,
hojas secas que nunca caen,
y el engaño de las últimas ramas
rumiando un mar de lejanos relámpagos;
no la noche de las aguas melódicas
volteando las hablas de la aldea;
no la noche de musgo y del suave
regazo de hierbas tibias de una mozuela;
yo amo la noche de las ciudades.

Yo amo la noche que se embelesa
en su danza de luces mágicas,
y no se acuerda de los silencios
vegetales que roen los insectos;
yo amo la noche de los cristales
en la que apenas se oye si agita
el corazón sus alas azules;

y no es la noche sin cantares
la que amo yo, la noche tácita
que habla en los bosques en voz baja,
o entra a las aldeas y mata.
Yo amo la noche sin estrellas
altas; la noche en que la brumosa
ciudad cruzada de cordajes,
me es una grande, dócil guitarra.
Allí donde dulcemente respira
un perfil cercano y distante
al que canto entre sus espejos,
sus sedas y sus presagios:
valle aromado, dátiles de seda;
cuando hay un rincón de silencio
como un jirón de terciopelo
para evocar esos locos viajes
esas partidas traspasadas
por el vaho tibio de los caballos
que alzan sus belfos en el alba.

Yo amo la noche en el cansancio
del bullicio, de las voces, de los chirridos,
en pausa de remotas tempestades, en la dicha
asordinada, a la luz de las lámparas
que son como gavillas húmedas
de estrellas o cálidos recuerdos,
cuando todo el sol de los campos
vibra su luz en las palabras
y la vida vacila temblorosa y ávida
y desgarra su rosa de llamas y lágrimas.




Aurelio Arturo



martes, junio 16, 2015

Toda poética excluye...


 “¿Qué es el yo en medio de esta hoguera?
                     Delmore Schwartz


Toda poética excluye e
intenta
construir su onanista paraíso.

Lo que mis ojos no vieron
lo vieron otros ojos.

Donde mi corazón no estuvo
otro se exaltó de dicha o de dolor.



Toda poética se ciega a sí misma,
despedaza su sextante,
a sí se siega.

De allí de donde no extrajo nada
mi razón ofuscada por su obsesión de soles,
otro trajo su porción de luz.

Toda poética construye su casa
con ladrillos que también son míos.
¿Por qué (pues) hacerla sin ventanas?

Lo que no alcancé a soñar otros lo soñaron,
y mi pasión no fue más alta ni más baja,
sino tan sólo mi pasión.

Toda poética es orín de perro,
límite,
miedo de ser lo que ya se era.

De donde no penetró mi ojo limitado
otros trajeron su fulguración, su chispa.
Yo nunca miré solo. Yo nunca miré solo.

Cuando la muerte se te acerque
no verás sino
tu ojo,
tu ojo,
tu ojo.



Gabriel Jaime Franco




Hombre De Mi Tiempo


Todavía eres el de la piedra y la honda,
hombre de mi tiempo. Estabas en la carlinga,
con las alas malignas, los cuadrantes de muerte,
—te he visto— en el carro de fuego, en las horcas,
en los potros de tortura. Te he visto: eras tú,
con la ciencia precisa dispuesta para el exterminio,
sin amor, sin Cristo. Has matado de nuevo,
como siempre, como 
mataron los padres , como mataron
los animales que te vieron por primera vez.
Y esta sangre 
huele como el día
en que el hermano dijo al hermano:
«Vamos a los campos.» Y aquel eco frío, tenaz,
ha llegado hasta ti, a tu jornada.
Olvidad, oh hijos, las nubes de sangre
que se elevaron de la tierra, olvidad a los padres:
sus tumbas se hunden en las cenizas,
los pájaros negros, el viento, cubren su corazón.


Salvatore Quasimodo

Traducción de Carlo Frabetti

De La Red Del Oro


De la red del oro cuelgan arañas repugnantes.





Salvatore Quasimodo


Traducción de Carlo Frabetti





domingo, junio 14, 2015

Con Algo De Cariño En Los Ojos



“No me digas que piensas seguir la misma ruta
desastrosa tomada por tu padre y tu hermano.
Anda, muchacho, piensa claro, las armas no
se hicieron para acariciar piel alguna, menos
cuando bañas en sangre las delicadas manos.

Coge más bien la rula y el azadón, estas hierbas
ya están que nos cubren por completo; los hombres
se marcharon a pelear por una causa que desconocen
los más; los otros nunca han labrado la tierra, es por eso
que engañan con fruslerías aprendidas en el exterior.

Te digo que lo mejor es que trabajes. No ha mucho
eras un niño alegre, veo ahora que se te ha agravado
el semblante. Búscate una novia, siembra un maizal.
No sigas la maldita ruta, te lo digo; en esas andanzas
se va olvidando el alma y se pierde la vida, y nada más”.

Mientras la abuela intenta en vano detener a su único
nieto varón, el último niño de la familia se amarra
las botas, envaina el machete, se pone el sombrero,
y mira a la anciana con algo de cariño en los ojos. 
“No me joda Madre” —dice. Cruza firme el umbral de la puerta.



Jandey Marcel Solviyerte




Sin Excepción Alguna


Todos los rojos, todos, celebraron el hecho golpista.
Creyeron inocentemente que era el fin de la guerra.
Todos los rojos, todos, fueron perseguidos, burlados.

Marroquín, el cínico, se escondía en una legitimidad
que él mismo había arrebatado, y por más de dos años
prolongó los arrestos, los fusilamientos, el terror.

Todos los rojos, todos, sin excepción alguna, sufrieron las consecuencias de la maquinaria bélica.
Todos los rojos, los que en verdad lo eran, fueron
desapareciendo poco a poco de la faz de esta tierra.



Jandey Marcel Solviyerte



Valmiki


 
He olvidado ya
el rostro que tuve,
de tanto soñarlo,
de tanto suplantarlo.
Sólo conservo el dolor
de su ausencia,
cierto aroma a renunciación.
He olvidado ya
el rostro que tuve,
de tantos usados,
de tantos que soy.
Sólo conservo
esta sonrisa que arrullo,
señal de cierta guardada
plenitud.









 

 













 

 

Vladimir Montoya Gómez

A Propósito De Cuícatl




Le pregunté a mi amigo John, o más bien, lo reté a que me contara una verdad sin engaño. Se hizo un silencio en el que sólo fue audible el canto de un sinsonte o un turpial. Ahora tan sólo me pregunto por el canto de los hombres: ¿Cantaremos alguna vez nuestra verdad así hiera al infinito? ¿Llegaremos a ser ese gesto capaz de iluminar toda existencia?

Víctima de la razón, es decir, de la desesperanza, ya no flecha sino blanco, me doy cuenta en el silencio provocado, que sólo cuando acaban las preguntas la vida toda se vuelve una respuesta y nada, absolutamente nada es insignificante. Cada existencia canta su verdad y todo se relaciona contigo.



Vladimir Montoya Gómez


Balada De La Colina Ocupada


1089, 1124, 1383 son las colinas de los Vietnamitas
un pequeño pueblo de un pequeño país
llamado Vietnam
El Capitán Sher de ojos azules
es el que conquistó las tres colinas
la 875 es la que no se consigue tomar
Capitán Sher por qué os quedáis en tierra extranjera?

Recibió la orden de ocupar la cumbre a toda costa
pero le falló el ataque
Los norvietnamitas están detrás de cada árbol
Aquella colina les pertenece a ellos
como las demás colinas y las llanuras y los ríos
y los albaricoqueros y los pétalos de los lotos
y los mechones del bambú
y los campos de arroz brillantes y verdes
- Pero es que todo esto puede contenerlo la palabra Paz? -
El Capitán Sher está allí para arrebatárselos
en nombre de la Justicia y de la Libertad

Porque en este pequeño país siempre hubo alguien más fuerte
y que no debía estar
Primero fueron los Japoneses y después los Chinos
y después los Franceses
y luego vuestros embajadores del chicle
vuestros inocentes misioneros del LSD y del yoghurt
demasiado inocentes como para saber del bien y del mal
"Detesto parecer optimista pero considero que puedo anunciarles
que esta noche la colina 875 caerá"
Fusil al hombro los Vietcones van a combatir
a los norteamericanos por esto
y lo que antes era encantador como una acuarela de Hokusai
se vuelve horrendo

Aún es hermosa la línea de la montaña
y el vuelo de los pájaros
y dicen que en el Ben Hai aún es primavera
Pero he aquí que en la 875 cielo y tierra cambiaron
regresó el Carro del Dragón
Un paisaje de barro rojo un fuego negro
ennegrecidos restos de árboles
restos de un bosque quemados por "deshojadores"
- qué expeditos son los Norteamericanos qué eficaces son -
Los árboles así quemados no pueden retoñar ni en 30 años
Los Vietcones no pueden esconderse en el verde
y se ha de ir lejos muy lejos a buscar agua y yerba
- Pero es que todo esto puede contenerlo la palabra Guerra? -

Capitán Sher por qué os quedáis en tierra extranjera?

Se llora y los sollozos llegan a las cumbres
Los sollozos brotan de todo campo de arroz
de cada cocotero de cada canal
Los días y las noches pasan
En este sitio se amañó la muerte porque nunca está ociosa
Comparte ahora la cama de los novios y las noches de primavera
Capitán Sher por qué os quedáis en tierra extranjera?




Mario Rivero



sábado, junio 13, 2015

Arte Poética


Soy un grito
que flota entre la niebla...
Vengo
desde lo oscuro de la carne...

De lo más limpio
de la sangre subo
como una escala tenue
al infinito.

Soy un grito no más...
un grito ronco y solitario
como un aullido de una loba herida,
o el fatal aletear de mil palomas
degolladas al filo de la luna.

¡Soy un grito, no más!...
Y bien pudiera
ser el grito común
de cualquier hombre.

Porque en la inmensa soledad del Mundo;
(en este mar sin límites ni rumbos)
¡soy una gota más que se deslíe!..




David Ledesma Vásquez



Eternoretornográfo


Para Ángel Augier


El joven poeta murmuró cerrando el libro de Apollinaire:
 «Éste si es un poeta… »

 Y Apollinaire, el soldado polaco Wilhelm Apollinaris de Kostrowitzky,
enterrado hasta la cintura en el fango de la trinchera cerca de Lyon,
mirando la noche estrellada del 4 de agosto de 1914,
la tierra reseca, florecida de estacas y alambre de púas,
sembrada de minas esa noche de 1914,
mirando las bengalas azules, rojas, verdes en el cielo envenenado por los gases,
apretó el húmedo librito de Rimbaud mientras sobre su cabeza pasaban silbando los obuses.

Y Rimbaud, haciendo sus maletas en Charlesville, echó junto a su ropa los versos de Villón,

Y Villón, el doce veces condenado, el apócrifo, el inédito, pensó ante el patíbulo en las tres cosas que más había amado: su mujer Christin, su leyenda, la de él, la de Villón,

y el borroso recuerdo de unos versos que hablaban de la noche del 711 en que Taric se apoderó de Gibraltar.

y el sombrío poeta árabe que escribió aquellos versos la calurosa noche del 711 apoyándose en la cimitarra

imitaba los versos que su abuelo le leía en la lejana Argel;

y el abuelo de Argel había leído a Imru-Ui-Qais, al que Mahoma consideraba el primer gran poeta árabe; lo había leído una interminable jornada en el desierto de Sahara (más húmedo ahora que entonces)

en la lenta marcha de los camelos y las teas encendidas.

Y es probable que Imru-Ui-Qais escribiera en la lengua de Alá imitaciones de Horacio,

y Horacio admiraba a Virgilio,

y Virgilio aprendió en Homero,

y Homero, el ciego, repetía en hexámetros los extraños poemas que se susurraban al oído los amantes en las estrechas calles de Babilonia y Susa,

y en Babilonia y Susa
los poetas imitaban los versos de los hititas de Bog Haz Keui y de la capital egipcia de Tell El Amarna,

y los poetas del 4000 a.n.e.

imitaban a los poetas del 5000 a.n.e.

Hasta que el hombre de Pekín, en la húmeda caverna de Chou-Tien

viendo arder lentamente sobre las brasas el anca de un venado,

gruñó los versos que le dictaba desde el futuro un joven poeta que murmuraba cerrando un libro de Apollinaire.



Habana, 6, III, 69

Luis Rogelio Nogueras


Obituario


Éramos una máscara, con los calzones de
Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón
de Norteamérica y la montera de España.
Martí



Lo enterraron en el corazón de un bosque de pinos
y sin embargo
el ataúd de pino fue importado de Ohio;
lo enterraron al borde de una mina de hierro y sin embargo
los clavos de su ataúd y el hierro de la pala fueron importados de Pittsburg;
lo enterraron junto al mejor pasto de ovejas del mundo y sin embargo
las lanas de los festones del atúd eran de California.
Lo enterraron con un traje de New York,
un par de zapatos de Boston,
una camisa de Cincinatti
y unos calcetines de Chicago.
Guatemala no facilitó nada al funeral, excepto el cadáver.


Luis Rogelio Nogueras