Ni la cruz ni la infancia bastan,
ni el martillo del Gólgota, la angélica
memoria, para quebrar la guerra.
Los soldados lloran de noche
antes de morir, son fuertes, caen
a los pies de palabras aprendidas
bajo las armas de la vida.
Números amantes, soldados,
anónimas lluvias de lágrimas.
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