Un jaque
del que no salgo
desde hace días,
muchísimos días.
Un árbol
de un lado a otro
empujado por vientos
tan antiguos como el mundo.
Una voz
que no se decide
a expresar
su sonido único,
la desazón de tantos.
Tantos ciclos de melancolía
y la no lluvia no se agota
o tanto de eso otro
y la furia no se apaga.
¿Dónde se encuentra la extinción
de toda vida,
de todo instinto,
de todo impulso?
¿Acaso la nada
es asible con palabras,
el descanso
con pasiones?
¿podrán los pasos
desprenderse de sus huellas?
En fuga de todo
un espíritu busca
su disolución,
pero la nada
no es un lugar,
y hasta los dioses
la envidian.