viernes, abril 29, 2016

Alguien Se Salva Por Escuchar Al Ruiseñor


Digamos que una tarde
el ruiseñor cantó
sobre esta piedra
porque al tocarla
el tiempo no nos hiere
no todo es tuyo olvido
algo nos queda
Entre las ruinas pienso
que nunca será polvo
quien vio su vuelo
o escuchó su canto.





Giovanni Quessep



lunes, abril 25, 2016

Consuelo


Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi amor: el
que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda: ¿quién en
verdad le amó?

Mi amor busca su semejanza en la promesa de las
miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad. Dibuja
la esperanza y en seguida la desprecia. Prevalece sin
tomar parte en ello.

Vivo en el fondo de él como un resto de felicidad.
Sin saberlo él, mi soledad es su tesoro. Es el gran meridiano
donde se inscribe su vuelo, mi libertad lo vacía.

Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi
amor: el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda:
¿quién en verdad le amó y le ilumina de lejos para que
no caiga?




René Char


jueves, abril 21, 2016

El Amor Después Del Amor


El tiempo vendrá
cuando, con gran alegría,
tú saludarás al tú mismo que llega
a tu puerta, en tu espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón,
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.






Derek Walcott



miércoles, abril 20, 2016

Reiteraciones Del Agua


I

La tímida cornisa
se asoma a la tormenta
tu corazón de lluvia
entre mis ojos



II

Haz serpear sobre mi piel
el gélido cristal que entre tu fuego bebe
y desata la voz para ofrendarte
con el último relámpago del día
al giro cadencioso de este azar
ondas que son ya un mar
en la densidad del aire
y el eco aquí
donde la soledad persiste
en tránsito de brisa



III

Entre el sueño
amurallado por los párpados
el tímido cauce
busca tu orilla
mi lengua toda sed
en la corteza anhelante
evapora la sal
recorre la pendiente
como brisa que cruza
donde la libertad te tiembla



IV

El curso olvidadizo de riachuelos
de gotas de sudor empecinadas
acrecienta la sed de la raíz
manos como un lento rebaño
sobre el campo embriagado
por el aroma de la entraña sombría
la profunda cascada de rubíes
configura la paz
de una fatiga abierta
entre los pliegues



V

Entonces sorprendía
tu rostro flotando por mi cuerpo
como un agua sin bordes
abandonada súbitamente
cual fotografía olvidada en un cajón
ya solo luz tenue y transparencia
tu piel recubierta
tendida entre lo blanco
provocación de párpados y labios
contra mi ojo anochecido
de ausencias



VI

Un aire escindido en la garganta
convoca nuestros cántaros al río.







Carlos Ciro



Walt Whitman


Porque en algún momento mencionó las fronteras
sabiendo que no existían fronteras
y que nada era seguro, ni las cosas sencillas que
                                                                     no existen,
celebro a Whitman y en su voz me pierdo
porque conviene más saberlo cerca para poder
                                                                       abandonarlo
inventando otro diálogo de dejaciones que avancen,
o proximidades más propias para celebrar el tiempo.

Canto de sí mismo, yo me canto
y me apropio de mí, de los que vienen
porque así lo pediste y yo me creo
y creo en mi época de tristezas vanas y de muerte,
y en el futuro tan vano de tanta vida que no tendré.

No soy original, tú lo dijiste, y no he de serlo
porque no significa nada.
Porque hablamos del mar, y tocamos el mar, y
                                                           viajamos el mar,
porque todo es sequedad
y vemos lo que podemos ver del pasado y del
                                                               presente.

Porque no conocimos el verdadero río ni al
                                                          verdadero hombre,
y saltamos sobre el estiércol y construimos sobre él.
Porque arrojamos discursos sobre la tierra mojada
                                                             y sobre la tierra seca,
y nos hacemos preguntas para pensar el tiempo,
porque incomoda el tiempo.

Entonces, yo lo digo para que tú lo celebres.
¡Incorregible melodía!
Tocas mi oído aunque no te pedí.
La sé desde siempre y no me hace feliz.
Tú te hiciste feliz invitando a tu alma a observar
                                        un tallo de hierba del verano.

Nosotros observamos los tallos de la única estación
y somos con el misterio débiles.
No tenemos tu aplomo, Walt Whitman.
Te hemos ganado en muerte.






Tallulah Flores Prieto



Naturaleza Muerta


En verdad no hay historia.
Desde la madrugada todo está quieto
Y la niebla oculta los caminos.
A través de los árboles
Las palabras
                 sigilosamente
Se transforman en dibujos crueles
Signos cerrados de erotismo
Que aparecen rodeados de miedo y de misterio.

El gris destierra el día.
Pero yo sé que es temprano.
Me duele el cuerpo de andar a ciegas
Y toco la fuerza de los troncos que no hablan.

No es un cuento:
Las letras me recorren ávidas,
Con rabia
Y huyen de mí
Sin revelar errores.

¡Infelices palabras!
No hay trama ya en el parque.
Soy yo sin follajes
Y bajo el farol del centro
La luz
                en precipicio
Se apropia de mi boca.







Tallulah Flores Prieto


martes, abril 19, 2016

Canto Del Alegre Deseo


Duendecillos de alegrísimos pies recorren mi sangre
y un pájaro, como una vívida llama,
se detiene sobre mi frente.

Una hermosa mujer vestida de amarillo
en la noche vino y besó mis labios.
Una hermosa mujer con un ramo de espigas
entre los brazos, besó mis labios.

Me levanté desnudo y encendido.
Todavía colgaban lianas de la luna
y el agua, como un pez de azogue
reía y saltaba entre las constelaciones.

Por un oculto sendero subí a la montaña
muda y poderosa recostada en la noche.
Me guiaba un geniecillo verde de dorados ojos
que a ratos descansaba en la palma de mi mano.

Entre las zarzas escogí las más dulces moras.
Le robé flores de fuego a la cayena y al bucare.
A la orilla de un charco corté una larga espiga de caña
que lentamente se mecía sobre el rostro de la luna.

Asomada por el ojo de un último lucero, la madrugada
me vio persiguiendo la lapa de suave carne rosada.
Yo agitaba al aire mi arco flexible, y mojaba mi rostro
en el agua del alba y el sol naciente prendía brasas
en mis huellas caídas entre las hierbas.

Una hermosa mujer vestida de amarillo
en la noche vino y besó mis labios.

Para ella he limpiado el camino y he encendido la hoguera.
Para ella he regado con flores el umbral de mi choza.
Para ella he cortado una espiga y he cosechado las moras
y alegremente he cazado por quebradas y por laderas.

Tengo una colcha de gayos colores, un lecho de hojas y pajas.
Tengo una pulsera de hueso y un collar de dientes pintados.
Dulcemente transido de un ansia infinita, entre el sol y la sombra,
mi cuerpo gimiendo la espera.







Juan Liscano


lunes, abril 18, 2016

Hija Del Mar Y De La Noche


A María Valencia



Golpéanos con tu cabellera
hija del mar y de la noche.
Golpéanos con tu cabellera
que despierta las ostras verdes,
los caracoles rojos, la estrellamar,
dormidos en la arena.

Las rocas duras sueñan con tu ternura,
las palmeras negras se ennegrecen más
para hacerte blanca
y las manos del viento quieren ser raíces
para envolverte y arrancar de ti.

Yo me yergo en una hora de olvido y de asesinatos
para salvar tu gran silencio y tu sombra pura.
Yo me pongo a hablar con el suave rumor de tus alas
y es como si me florecieran dalias en los labios.

Golpéanos con tu cabellera
hija del mar y de la noche.
Enciende nuestras venas y nuestras sienes
y la pálida llama de nuestros corazones.

Porque la más espesa ola de aceite cubre los mares.
Porque la más candente ola de llanto seca los bosques.
Porque la más amarga ola de vinagre roe los labios.
Porque asesinos de débiles brazos cortan las flores.
Danos el misterio de tus ojos abiertos como tenebrosas orquídeas.
Danos el misterio de tus axilas que llaman más allá de los muros.
Danos el misterio, de nuevo, para que aneguemos en su clara y milagrosa sombra
esta pequeña angustia retorcida como una culebrilla de hiel.

Golpéanos con tu cabellera
sombría madre de iluminados senos.
El mundo quiere la magia de los primeros días
o la sangre fría de las últimas anunciaciones.

Los hombres se empequeñecen buscando las cosas caídas.
Buscando el reflejo del agua, del fuego, del viento,
de la piedra perenne alzada como un Dios antiguo que no deja de ser.
Y el agua, el fuego, el viento, la piedra permanecen intactos,
desoladamente vivos, emergiendo del mar de cenizas que cubre las urbes.
He aquí por qué yo sueño con un alba de flautas y de árboles.
Por qué yo busco el misterio de tu densa cabellera marina.
Por qué yo muerdo el dolor de mis manos que no pueden sembrar
ni una lágrima.

Me adelanto más allá de mí mismo y grito con tu boca,
agito mis manos con tus dedos ensortijados,
me salgo de mi cuerpo para subir hasta tu cadera caliente,
y digo que te he visto caminando por la ruta de los puntos cardinales,
que te he visto detenida entre la luna y los peces azules,
que un lirio sangraba entre tus manos sensitivas
y que sobre tus hombros desplegaba sus alas el gran murciélago.
Y digo que venías como mensajera de nuevos designios,
como un cuchillo de sacrificio relamido por el fuego,
como un iluminado barco de divinidades tutelares.
Y digo que era más grande que el hombre, más grande que su angustia,
más honda que el árbol de venas cortadas
porque la paz y la vida estaban a los pies de tu impenetrable cabellera.

Hija del mar y de la noche
vuelca sobre la frente del hombre
la lágrima roja de un pez.
Vuelca sobre su pecho, sobre sus frágiles muslos,
la savia del árbol más pequeño y más humilde,
y golpéalo con tu cabellera
¡Ah golpéalo!
hasta que le nazcan del cuerpo las siete espigas de sangre que oculta el sembrador.




Juan Liscano


domingo, abril 17, 2016

Sublime Pasión


Pasión
Es el delirio de quien se entrega
El arrebato de la ola
La raíz de la locura

Pasión
Es luz negra que obnubila y ciega
Mar que se teme y se navega
Ansía sublime de aventura

Pasión
Es el abismo de quien se apega
La flor bendita que la oscuridad riega
La otra cara del juramento

Pasión
Es la sorpresa que nadie rechaza
El destino de quien no tiene sosiego
El misterio entre la espera y la conquista

Pasión
Extraña doctrina que no se predica
Extraño placer inmortal que nunca dura

Pasión
Es un tren que entristece y alegra
Momento en que el amor quiebra la regla
En el corazón de toda criatura.







Paulo Cesar Pinheiro

Versión libre al español de Mauricio Alejandro Moreno








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Sublime Pasión en la voz de Paulo Cesar Pinheiro:

Hombre De Silencios


Su silencio camina como un hombre
por el llano de espinas y espejismos.
Arde y crepita un aire de chicharras.
La luz se quiebra como un leño seco.

Con su carga de sol echada al hombro,
su carga de saliva amarga y hambre,
su carga de palabras nunca oídas,
nunca dichas, ocultos minerales,
con su carga de soles y silencios
está cruzando un hombre el mediodía.

Le acechan ojos de la sed -y sigue-
ojos de arena y grieta, ojos de espinas.
Le acechan ojos de la luz -y sigue-
ojos de llama blanca y de carbones.

Reptan los ojos de la fiebre, atisban,
despiden babas, arman aguijones.
Aguas distantes abren como fauces
ojos color de légamo, ojos saurios.
Sacan colmillos curvos, sacan uñas
ojos de polvo de oro y terciopelo.
Plumajes de voraces ojos vuelan.
Ojos lisos, sin párpados, le espejan.

También la muerte acecha
escondida en los ojos del paisaje.
Sacude sus pulseras de velludas arañas,
su collar de mandíbulas caribes,
baila, agita en la mano
zumbante vara de moscones verdes,
suelta pieles de sierpe y espinazos de raya,
juega con los espejos,
traza curvas y círculos de lumbre
que estallan como pólvora,
hace girar embudos de polvo y vientos negros,
sopla montes de arena, hincha cabezas de agua
y al caer de la tarde
mientras chilla un crepúsculo de monos
se sale de los ojos del paisaje
y mira con los suyos
con sus ojos de cuarzo y de mercurio.

Está mirando al caminante íngrimo,
a un hombre de silencios que se dobla
bajo el peso del hambre y de la sed;
le está mirando andar por la llanura
hacia más nunca y hacia siempre solo.

Mas en él anda un pueblo de hombres solos,
de soledades que sonríen yuntas,
de silencios que nombran la esperanza.
Andan en él una mujer de sombras,
un niño de maíz, un asno flaco.

Pasan lunas, rebaños, y días vegetales,
crecen zarzas, ciudades, hongos, yermos,
se despeñan crecientes roedoras
y se agrieta la tierra, desollándole,
y corre, al fin del sueño, un río manso
tocando entre bambúes, una marimba de agua.

Por una tierra sequía y lumbre,
hacia más nunca y hacia siempre solo
camina un hombre a quien la muerte mira.
Lleva una sed de siglos Orinoco
que no es, acaso, de agua.
Lleva un hambre tamaño de la selva
que no es de pan tan sólo.

Lleva una tierra, un signo, un pueblo amigo,
un férvido propósito de andar,
un cansancio vencido que florece,
lleva en fin, una mañana hacia su casa
y la muerte que vela entre dos sombras
como un negro relámpago de luz
cierra los párpados,
deja que hacia mañana pase el hombre.




Juan Liscano


sábado, abril 16, 2016

Balada De Las Casas Viejas


¿Por qué las casas viejas, siempre
parecen heridas con cicatrices,
y vigas que traquetean, y gimen
al paso del viento?
Aunque hay poca probabilidad
de encontrar fantasmas o tesoros
conservan un prehistórico, una vez…

Aunque el tiempo haya borrado las pistas,
podemos venir en busca de vidas
a casas como éstas. Podemos recobrar
a los que sufrieron, amaron, o fueron,
sus nombres se han perdido, igual que su aspecto.
¿Pero quién necesita sus nombres?
Un beso o un sollozo te acogerán…

¿Qué se oye? ¿Qué dicen las casas viejas,
en la lengua fantasiosa del viento?
Sí, vivían aquí, tiempo atrás pero ya han muerto…
Sí, viven aún, pero no aquí…
¡Los sonidos de sus nombres, disueltos!

Todo ha sido barrido, desnudado.
El cartero no aparece en la puerta.
Nadie llena el hueco de la ventana,
apenas un gato que maúlla en plan de escapar,
por sobre el tejado musgoso
y una única dalia, que abre, colándose,
sobre una tierra de olvidos…

A través de cuartos, sin nadie,
oímos el paso de otros días.
Alzando los pliegues del silencio,
elegimos algunos hechos:
La llave fácil en la puerta. La consola
que decoraba el umbral, contra la que sonrió
al apoyarse, el que volvía.

El aroma y el gusto del café. El lecho conyugal,
el balón de un niño olvidado después del juego,
o la vida, la vida siempre, y por supuesto,
rompiendo y separando,
a dos que alguna vez estuvieron unidos…

¿Qué se oye? ¿Qué dicen los fantasmas, los ecos?
Es la ausencia quien nos recibe, el reverso.

Las paredes que aún siguen firmes
hablan de cosas que jamás nos han sido confiadas,
sus misterios nunca los desvelarán.
Pero en esta sala que hoy clama de abandono,
pudo haberse oído alguna vez el tintineo de las copas,
o ser el cuarto donde una mujer dio a luz.
O pudo haber vivido aquí aquella muchacha
que se escapó con su maleta una mañana,
o el extraño y fugaz compañero de bar,
que supimos se disparó un pistoletazo,
y siguió siendo un desconocido para todos.

Las casas viejas, heridas de muerte,
las que no se restauran,
habitadas por fantasmas, por murmullos y por viento,
condenadas a la piqueta y a la hierba,
no siempre existió el pasado en ellas.
Alguna vez fueron andamios y albañiles que silbaban,
material de derribo, no siempre fueron.

Desguarnecidas, abandonadas,
han roto ya con ese último vínculo:
El de quien toma una lámpara y abre la puerta
para dar una última mirada de amor,
como una última luz, sobre las aguas de lo ido…



Pabellón de Palabras & Mario Rivero & Balada De Las Casas Viejas




Mario Rivero




jueves, abril 14, 2016

Tabaquería


Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.

















Álvaro de Campos (Fernando Pessoa)

Versión de Miguel Ángel Flores


martes, abril 12, 2016

La Economía Es Una Ciencia


En el decenio que siguió a la crisis
se notó la declinación del coeficiente de ternura
en todos los países considerados
o sea
tu país
mí país
los países que crecían entre tu alma y mi alma
de repente duraban un instante y antes de irse
o desaparecer dejaban caer sábanas
llenas de nuestros sexos
que salían volando alrededor como perdices.
¿Quiere decir que cada vez que hicimos el amor
dejábamos nuestros sexos allí,
y ellos seguían vivitos y coleando como perdices suavísimas?
Qué raro, mirá que lavábamos las sábanas
con subordinación y valor
para que los jugos de la noche pasada
no inauguraran el pasado
y ningún pasado pusiera una oficina entre nosotros
para ordenarnos el hoy
porque el alma amorosa es desordenada y perfecta
tiene mucha limpieza y lindura
se necesita todo un Dios para encerrarla
como le pasó a Don Francisco
que así pudo cruzar el agua fría de la muerte.
Es bien raro eso de nuestros sexos volando
pero recuerdo ahora que cada vez que yo entraba en tu sexo
y me bañaban tus espumas purísimas con impaciencia
y dulzura y valor
me parecía oír un pajarerío en el bosque de vos
como amor encendiendo otro amor,
o más, es cierto que cada vez nuestros sexos resucitaban
y se ponían a dar vueltas entre ellos
como maripositas encandiladas por el fuego
y se querían morir de nuevo
buscando incesantemente la libertad
y había un país entre la vida y la muerte
donde todo era consolación y hermosura
y no poseíamos nuestro corazón
y nuestros sexos se perdían como almas en la noche
y nunca más los volvíamos a ver para entender
estudio los índices de la tasa de inversión bruta
los índices de la productividad marginal de las inversiones
los índices de crecimiento del producto amoroso
otros índices que es aburrido hablar aquí
y no entiendo nada.
La economía es bien curiosa
al pequeño ahorrista del alma lo engañan en Wall Street
los sueldos de la ternura son bajos
subsiste la injusticia en el mercado mundial del amor,
el aprendiz está rodeado de nubes que parecen elefantes,
eso no le da dicha ni desdicha
en medio de las razones
las redenciones
las resurrecciones.
Se lleva el alma a la nariz para sentir tus perjúmenes
estoy viendo volar los pajaritos que te salían del sexo
mejor dicho
de más allá todavía
de todo lo que valías
o brillabas
o eras
y dabas como jugos de la noche.






Juan Gelman




Con esta boca, en este mundo...


No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me tiña las encías de color azul,
aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.

Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.

Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos hablado demasiado del silencio,
lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
el triunfo del vocablo con la lengua cortada.

¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo perdido,
trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como el trueno
unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.


Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?





Olga Orozco


Volver A Los Diecisiete


Volver a los diecisiete
Después de vivir un siglo
Es como descifrar signos
Sin ser sabio competente,


Volver a ser de repente
Tan frágil como un segundo,
Volver a sentir profundo

Como un niño frente a dios,
Eso es lo que siento yo
En este instante fecundo.


Se va enredando, enredando,
Como en el muro la hiedra,
Y va brotando, brotando,
Como el musguito en la piedra.

Ay si si si


Mi paso retrocedido
Cuando el de ustedes avanza,
El arco de las alianzas
Ha penetrado en mi nido,

Con todo su colorido
Se ha paseado por mis venas
Y hasta las duras cadenas

Con que nos ata el destino
Es como un diamante fino
Que alumbra mi alma serena.


Lo que puede el sentimiento
No lo ha podido el saber,
Ni el mas claro proceder

Ni el más ancho pensamiento,
Todo lo cambia el momento
Cual mago condescendiente,

Nos aleja dulcemente
De rencores y violencias,
Sólo el amor con su ciencia
Nos vuelve tan inocentes.


El amor es torbellino
De pureza original,
Hasta el feroz animal

Susurra su dulce trino,
Detiene a los peregrinos,
Libera a los prisioneros,
El amor con sus esmeros
Al viejo lo vuelve niño
Y al malo solo el cariño
Lo vuelve puro y sincero.


De par en par en la ventana
Se abrió como por encanto,
Entró el amor con su manto
Como una tibia mañana,

Al son de su bella diana
Hizo brotar el jazmín,
Volando cual serafín

Al cielo le puso aretes
Y mis años en diecisiete
Los convirtió el querubín.




















Violeta Parra


Hasta Luego


Ha llegado la hora de retirarse
Estoy agradecido de todos
Tanto de los amigos complacientes
Como de los enemigos frenéticos
¡Inolvidables personajes sagrados!

Miserable de mí
Si no hubiera logrado granjearme
La antipatía casi general:
¡Salve perros felices
Que salieron a ladrarme al camino!
Me despido de ustedes
Con la mayor alegría del mundo.

Gracias, de nuevo, gracias
Reconozco que se me caen las lágrimas
Volveremos a vernos
En el mar, en la tierra donde sea.
Pórtense bien, escriban
Sigan haciendo pan
Continúen tejiendo telarañas
Les deseo toda clase de parabienes:
Entre los cucuruchos
De esos árboles que llamamos cipreses
Los espero con dientes y muelas.





Nicanor Parra


lunes, abril 11, 2016

Defensa De Violeta Parra

Violeta Parra


Dulce vecina de la verde selva
Huésped eterno del abril florido
Grande enemiga de la zarzamora
Violeta Parra.

Jardinera
locera
costurera
Bailarina del agua transparente
Árbol lleno de pájaros cantores
Violeta Parra.

Has recorrido toda la comarca
Desenterrando cántaros de greda
Y liberando pájaros cautivos
Entre las ramas.

Preocupada siempre de los otros
Cuando no del sobrino
de la tía
Cuándo vas a acordarte de ti misma
Viola piadosa.

Tu dolor es un círculo infinito
Que no comienza ni termina nunca
Pero tú te sobrepones a todo
Viola admirable.

Cuando se trata de bailar la cueca
De tu guitarra no se libra nadie
Hasta los muertos salen a bailar
Cueca valseada.

Cueca de la Batalla de Maipú
Cueca del Hundimiento del Angamos
Cueca del Terremoto de Chillán
Todas las cosas.

Ni bandurria
ni tenca
ni zorzal
Ni codorniza libre ni cautiva

solamente tú
tres veces tú
Ave del paraíso terrenal.

Charagüilla gaviota de agua dulce
Todos los adjetivos se hacen pocos
Todos los sustantivos se hacen pocos
Para nombrarte.

Poesía
pintura
agricultura
Todo lo haces a las mil maravillas
Sin el menor esfuerzo
Como quien se bebe una copa de vino.

Pero los secretarios no te quieren
Y te cierran la puerta de tu casa
Y te declaran la guerra a muerte
Viola doliente.

Porque tú no te vistes de payaso
Porque tú no te compras ni te vendes
Porque hablas la lengua de la tierra
Viola chilensis.

¡Porque tú los aclaras en el acto!

Cómo van a quererte
me pregunto
Cuando son unos tristes funcionarios
Grises como las piedras del desierto
¿No te parece?

En cambio tú
Violeta de los Andes
Flor de la cordillera de la costa
Eres un manantial inagotable
De vida humana.

Tu corazón se abre cuando quiere
Tu voluntad se cierra cuando quiere
Y tu salud navega cuando quiere
Aguas arriba!

Basta que tú los llames por sus nombres
Para que los colores y las formas
Se levanten y anden como Lázaro
En cuerpo y alma.

¡Nadie puede quejarse cuando tú
Cantas a media voz o cuando gritas
Como si te estuvieran degollando
Viola volcánica!

Lo que tiene que hacer el auditor
Es guardar un silencio religioso
Porque tu canto sabe adónde va
Perfectamente.

Rayos son los que salen de tu voz
Hacia los cuatro puntos cardinales
Vendimiadora ardiente de ojos negros
Violeta Parra.

Se te acusa de esto y de lo otro
Yo te conozco y digo quién eres
¡Oh corderillo disfrazado de lobo!
Violeta Parra.

Yo te conozco bien
hermana vieja
Norte y sur del país atormentado
Valparaíso hundido para arriba
¡Isla de Pascua!

Sacristana cuyaca de Andacollo
Tejedora a palillo y a bolillo
Arregladora vieja de angelitos
Violeta Parra.
Los veteranos del Setenta y nueve
Lloran cuando te oyen sollozar
En el abismo de la noche oscura
¡Lámpara a sangre!

Cocinera
niñera
lavandera
Niña de mano
todos los oficios
Todos los arreboles del crepúsculo
Viola funebris.

Yo no sé qué decir en esta hora
La cabeza me da vueltas y vueltas
Como si hubiera bebido cicuta
Hermana mía.

Dónde voy a encontrar otra Violeta
Aunque recorra campos y ciudades
O me quede sentado en el jardín
Como un inválido.

Para verte mejor cierro los ojos
Y retrocedo a los días felices
¿Sabes lo que estoy viendo?
Tu delantal estampado de maqui.

Tu delantal estampado de maqui
¡Río Cautín!
¡Lautaro!
¡Villa Alegre!
¡Año mil novecientos veintisiete
Violeta Parra!
Pero yo no confío en las palabras
¿Por qué no te levantas de la tumba
A cantar
a bailar
a navegar
En tu guitarra?

Cántame una canción inolvidable
Una canción que no termine nunca
Una canción no más
una canción
Es lo que pido.

Qué te cuesta mujer árbol florido
Álzate en cuerpo y alma del sepulcro
Y haz estallar las piedras con tu voz
Violeta Parra

Esto es lo que quería decirte
Continúa tejiendo tus alambres
Tus ponchos araucanos
Tus cantaritos de Quinchamalí
Continúa puliendo noche y día
Tus toromiros de madera sagrada
Sin aflicción
sin lágrimas inútiles
O si quieres con lágrimas ardientes
Y recuerda que eres
Un corderillo disfrazado de lobo.



Nicanor Parra


domingo, abril 10, 2016

Panorama Ciego De Nueva York


Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.
Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.

Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas.
Y las que mueren de parto saben en la última hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.
Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas.
Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.

No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada,
Es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos;
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.

No hay dolor en la voz. Sólo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí sólo existe la Tierra.
La Tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rubor de los frutos.









Federico García Lorca



sábado, abril 09, 2016

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío...


Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda,
limpidez cuya entraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es el día.





Miguel Hernández & Pabellón de Palabras & Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío...















Miguel Hernández