Alabanza de mi noche blanca,
supresión de los abismos de mi corazón,
aniquiladora de mis momentos atroces.
Benditas tu caricia y tu palabra, Señora de la Apacible Ronda,
muchacha mía que detesta llorar por la mañana,
muchacha que habla a solas por la casa y ríe.
Ola frágil, bajo mi cuerpo ardiente tu cuerpo mío se calcina en un delirio de luz
y entonces somos una sola sustancia.
Flor de mis jadeos y mis éxtasis, tú, la callada, con tu mano en mi pecho
diciéndome la claridad calladamente,
permitiéndole al tiempo transcurrir sobre nosotros sin rozarnos,
nosotros, juntos, los eternos.