Esposito, Fiorani, Fogagnolo,
Casiraghi, ¿quiénes sois? ¿Vosotros nombres, sombras?
Soncini, Principato, ¿apagados epígrafes,
vosotros, Del Riccio, Temolo, Vertemati,
Gasparini? ¿Hojas de un árbol
de sangre, Galimberti, Ragni, vosotros,
Bravin, Mastrodomenico, Poletti?
Oh cara sangre nuestra que no ensucia
la tierra, sangre que inicia la tierra
en la hora de los mosquetones. Sobre las espaldas
vuestras llagas de plomo nos humillan:
demasiado tiempo pasó. De nuevo cae muerte
de bocas fúnebres, piden muerte
las banderas extranjeras en las puertas
aún de vuestras casas. Temen
de vosotros la muerte, creyéndose vivos.
No es la nuestra una guardia de tristeza,
no es vigilia de lágrimas en las tumbas;
la muerte no ensombrece cuando es vida.