jueves, junio 30, 2016

Semana Santa De Mi Boca


Sólo queda tu ausencia repetida.
Es eso todo lo que tengo.
Tú que desapareces, que te esfumas
En la ráfaga alisia que estremece mis ramas.
Aire que nada dice.
Brisa del río que viene siempre ahogada.

Cada vez que te pierdes de mí
Más cercana del centro de mis sueños yo te encuentro
Más hundida en el pozo rojo de mi sangre
Más lejana de mis manos
Que quisieran tocarte.

Por eso sueño.
Para ordenar la defectuosa realidad
De no tenerte
Para recomponerle a Dios
Los terribles descuidos de su oficio.
Para llegar a ti primero que la muerte
Película de tiempo
Sobre la piel lustrosa de la noche.

Parejas intocables somos
frente a un telón abierto
Desde donde nos miran los duendes del deseo
Asomados distantes al mar antiguo de Taganga
Desde el claro mirador de las alturas
Desde el ojo de un pez que nos ve allí
Puestos los dos para un hambre anterior a toda sed.
Y sin embargo ausentes
En la extraña ceremonia del olvido.

Pintura viva de este mar
Para el consumo de mis ojos del alma
Con los mismos que te miro
Siempre que quiero verte y no te veo.
Espejo desierto de una sal que arde
Paisaje en el que navegan mis adentros.

Podrás, ahora que ya sabes de mi andar
En el feliz dolor de la poesía
Que voy en vuelo fácil de la nada del sueño
a mis silencios y viceversa.
Podrás, repito,
Entender por fin que un amor por más callado
No tiene que ser menor amor.

Déjate hallar,
Perdida medicina de mi ahogo
Déjame ponerte las manos encima
Virgen gemela
Idéntica deidad a la que van mis rezos dirigidos
Dulce moreno de trópico de almíbar
Miel de ciruelas
Para la semana santa de mi boca.





Miguel Iriarte


Balada Para Un Pistolero Pop


Pabellón de Palabras & Mario Rivero & Balada Para Un Pistolero Pop



Erase una vez un fuera–de–la–ley

que protagonizó una crónica heroica de persecución y de huida

perseguido por la policía federal estatal y municipal
de todo el sudoeste de los Estados Unidos.

Clyde Barrow pues de él se trata
y la muchacha Bonnie Parker eran amantes.
Juntos formaron la pandilla Barrow
robaban autos y mataban gente
en la forma más peliculesca posible.

Y apareció su nombre en unos carteles
“En busca y captura muerto o vivo”.

Pero Clyde no nació como dicen con el gatillo en la mano
ni con la “O” de Oeste en la frente grabada
había trabajado en el campo hasta que vino a Dallas en 1922. 

Lo que sí es que se metió en dificultades
desde el principio
tenía 16 años cuando comenzó
y le gustaba asistir a esos melodramas
de balazo y jinete
así es que según parece echó a correr
mucho antes de haberse ganado un auténtico perseguidor 
como que el destino que dio a su primer auto
un auto veloz
fue pisar a fondo el acelerador
y hacerse perseguir por la policía.

Sabía pues Clyde conducir como un diablo
y los días eran de sueño y las noches de huida
y Bonnie con un corazón más grande que el edificio del Empire
estaba siempre con él 
como lo estuvo hasta el fin
aquella mañana de mayo cerca de Arcadia Luisiana.

Clyde y Bonnie o “los sanguinarios Barrow”
como los llamaban los diarios
iban a huir constantemente durante el resto de sus vidas
en un éxodo que alcanzó los límites de lo inverosímil
y huyeron a pie y huyeron en coche
y una vez a lomo de mula
los policías y la prensa pedían su sangre
porque ellos eran culpables de crímenes
pero en general eran inocentes
con una especie de insensatez inocente
dado que nunca se propusieron matar
y que sin embargo tantas veces lo hicieron.

Clyde y Bonnie los pistoleros enamorados
crearon un mito de victoria y violencia
y por entonces llegó a ser un hábito
reconocer a Clyde Barrow
como el ombligo de todos los delitos que se cometieran en Texas
y que significaran “pasta grande”
y siempre figuraba a su lado
una muchacha rubia que lo esperaba en un auto.

Equivocada o no pues Bonnie Parker
era la muchacha más bonita y valiente
que haya pisado este mundo feo
Si se desperdició en un “perro de mala ralea”
si hasta el último minuto ella creyó que se trataba de una boda con él
y si se entretenía contando a su madre
lo que le constaba
acerca de muchas tumbas y sus residentes
es porque qué importancia podría tener
un robo de más o un asesinato de menos
en el paisaje andrajoso de La Depresión
en donde el crimen era la única aventura posible.

Pero no hay que tratar de hacer de Bonnie Parker un ángel
no podría hacerse pese a matices melancólicos
ya que existe una fotografía de Bonnie de aquel verano
fumando cigarros puros
y Clyde con sombrero de fieltro de ala blanda
Bonnie y Clyde y sus compañeros de crimen
en plena gloria de su misión facinerosa
exhibiendo sus grandes revólveres
su desafío a la ley
y sus trajes de fantasía…

El último acto de Clyde fue cambiar la marcha para huir
y estirar la mano en busca de su pistola
pero esas cosas las hacía porque Clyde que era de un coraje borracho
no sabía que ya estaba muerto
y que “la ley” había vencido.

Dispararon sobre él y Bonnie el plomo suficiente
para matar cincuenta vivos
la policía no desperdicia esas oportunidades suntuosas
y los agentes corrían hacia su presa sin dejar de disparar
en una operación de estricta justicia.

Cualquier parecido con personas vivas o muertas
es simple coincidencia
a semejanza de cierto productor cinematográfico.

The end.


(Arthur Penn cuyo arte discernió la seducción
sicológica que trascendería
de aquel ambiente de los años treinta
tuvo la bondad de contarnos que existen
seres humanos con el seso recalentado
pero no “El Monstruo” –lo que es una figura platónica–
Y así a pesar de lo que siempre
hemos sabido de los malos –que acaban mal
y que su lugar no es el cielo–
hay una parte de nosotros que quiso creer
en la minúscula posibilidad
de que se saliesen con la suya).




Mario Rivero



domingo, junio 26, 2016

El Tac-Tac De La Chancleta Izquierda


En ese limo se hunden mis ojos 

Maiakovski

Ponerlo a la mesa, mostrarlo a los amigos
Alberto Rodríguez Tosca




Cuando mi madre arrastra su pierna
yo no me compadezco como el vecino
que cumple con su deber de buen ciudadano:
el dolor se encharca
y el alma se cubre de limo.

Cuando en la oscuridad del corredor imaginario
mi madre camina, y mientras avanza
retumba el tac-tac…de su chancleta izquierda
yo no me compadezco como el buen samaritano:
por mis conductos fluye un río de fuego
y las paredes se estremecen revolviendo el ácido
que se concentra en las articulaciones.

Mi madre arrastra junto a su pierna
el Alzheimer de mi abuela
y yo no me compadezco como el espectador que se reconforta
ante el show de la podredumbre ajena:
mi dolor es el dolor de César Vallejo:
hoy no sufro solamente.

Mi madre arrastra junto a su pierna
la tragedia de mi padre, la alegría estúpida de los enemigos,
la indolencia, el marabú…
y yo no me compadezco como un simple compañero:
rabia la sangre y de un manotazo
tiro las miserias.

Sin embargo, no siempre fue mi madre
la angustia que hoy se me atraganta.
Hubo un tiempo de epifanía inmarcesible:
un aire fresco y saludable que inundaba la casa,
un instante en que se creía en el amor como en casi todo,
y era mi madre la línea parpadeante,
la dulce ingenua idea de que nada se iba a acabar.

Trato de conformarme
pero la conformidad es un cuchillo de doble filo.
Trato de aceptar, y aunque sé que la vida
siempre abre una puerta
poner la cabeza donde va el corazón
es el hermoso traje de la sabiduría
que ahora no me sirve.

Si mi madre es el dolor permanente, también pudiera ser
el único alivio a ese dolor.
Veo a mi madre infatigable, dura como el quiebra hacha,
acomodando al Abadón de su cervical
con la misma humildad con que una vara en tierra resiste un ciclón.
Cuando está a punto de decir basta hasta aquí ya me cansé
el gesto se suaviza , cobra su rostro la dulzura habitual
y convierte al Alzheimer en un niño pulcro y oloroso.
Veo a mi madre arrancando los coágulos que se pegan
a las hojas del mar pacífico.
La veo con los zapatos gastados, las manos limpias
mientras camina por el sendero de la Gran Marcha
y sostiene el peso de un ideal
como quien soporta en sus brazos
una pila de caña quemada.
La veo sacrificarse (si es preciso, dejaría de existir)
para que su hijo vanidoso escriba versos
que probablemente no cambien nada
ni a nadie.

Cuando mi madre arrastra su pierna
yo me pregunto:
De qué material están hechos los seres
que arrastran el dolor
con la misma paciencia
con que ofrecen la vida.






Israel Domínguez Pérez



viernes, junio 24, 2016

Oficio


Como un sabueso
me dispongo
para descubrir
nuevos parajes
en los libros.
El instinto
consigue retener
breves palabras
que escritas a mi modo
oculto
bajo las arenas
del lenguaje.






Walther Espinal


Arde En Letras El Rayo De La Voz


En el crepitar de antorcha del mito
Bramo resoplo me desboco

Muerdo la aurora me desgarra tu grito
Arde en letras el rayo de la voz

Incuba la palabra su estertor primero
Sangra el nombre su leyenda

Tu nacimiento
Palabra
Es una joya del milagro
Entrelazada a un rocío de eternidad









Jairo Guzmán Sossa



miércoles, junio 22, 2016

Oh, Noche


Oh, noche
Mi mal es ir a tientas con alma enardecida
ciego sin lazarillo bajo el azul de enero;
mi pena estar a solas errante en el sendero;
y el peor de mis daños, no comprender la vida.

Mi mal es ir a ciegas, a solas con mi historia,
hallarme aquí sintiendo la luz que me tortura
y que este corazón es brasa transitoria
que arde en la noche pura.

Y venir sin saberlo, tal vez de algún oriente
que el alma en su ceguera vio como un espejismo,
y en ansias de la cumbre que dora un sol fulgente
ir con fatales pasos hacia el fatal abismo.

Con todo, hubiera sido quizás un noble empeño
el exaltar mi espíritu bajo la tarde ustoria
como un perfume santo…
¡Pero si el corazón es brasa transitoria!

Y sin embargo, siento como un perenne ardor
que en el combate estéril mi juventud inmola…
(¡Oh noche del camino, vasta y sola,
en medio de la muerte y del amor!)





Porfirio Barba Jacob

martes, junio 21, 2016

Hacia Donde El Agua Empuja


La sensación, hijo.
La sensación de los días y las noches.


Vuelvo como una piedra que respira bajo el agua,
en los ojos de la lechuza
que traza sus nocturnidades por el Parque de la Libertad.

Y ya mi sangre es otra sangre
y mi recipiente avanza 
en los extraños cuerpos de un mar del norte.
Pero de qué me sirve volver
si ya no puedo acariciar el cabello blanco de tu madre.

Es verdad que los muertos llevan la luz
que los hombres esconden por temor,
lo que realmente se pierde
es sólo memoria de la familia.
Yo en cambio deseo regresar,
pues aunque esta paz
es inalcanzable en el reino de los vivos,
no hay nada como un trago de café,
los acordes del laúd
y mi décima irrumpiendo en el eco de otro canto.

Hubiera querido volver
sin que ninguna señal de la ciudad
entorpeciera el recorrido de mi viaje.
De qué vale un buen comportamiento
si cuando cierras los ojos
nadie te acompaña.

Ve, hijo.
Sin que te detenga el llanto de los tuyos.
Ve hacia donde el agua empuja
sus infinitos manantiales





Israel Domínguez Pérez 




fatigada de anhelar para mi especie...


fatigada de anhelar para mi especie el milagro de la supervivencia y bienestar estilizados
no emprendí lucha, como otras hembras, para el orgasmo simulado o para el heredado espejismo conyugal

fui, eso sí, una mujer urbana, de postre a la cama y media suelta a la lengua, agudo filo en el diente, angustia inflada en la barriga y con sonrisa terriblemente abierta

la inconsciencia del arrojo hacia tu cuerpo-falo:
el error teórico-práctico que pagaré con creces
antes que las palabras me persigan
todavía antes que suceda el segundo para enunciarlas.


Fausto Esparza, “Reina de espadas”, óleo sobre papel, 24 x 35 cm, 2015.

Marlene Zertuche


viernes, junio 17, 2016

De Lo Que Soy


En este cuerpo
en el cual la vida ya anochece
vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
y estoy viejo
Descifro mi dolor con la poesía
y el resultado es especialmente doloroso
voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
voces quebradas: ya pasaron tus días

La poesía es la única compañera
acostúmbrate a sus cuchillos
que es la única






Raúl Gómez Jattin

jueves, junio 16, 2016

Huellas

Las huellas nos confunden.
Proceden de todas partes.
De ayer, de este momento, de mañana.
Son pisadas interminables
una invasión de rastros voraces
un suelo de zumbantes pasos.
Idas y venidas, migraciones
familias errantes en nosotros
que nos cruzan sin cesar, que salen, entran
deambulan por todos los rincones
en cada lugar del piso
y hasta en los muros donde sus huellas digitales
son largas heridas sangrantes.

El viento sopla en vano sobre esos rastros.
No los puede aventar hacia otros sitios
más bien los riega por las moradas
por los aposentos
por los desvanes cerrados
por las cuevas donde vive el loco del lugar
entre los helechos de la colina
donde pace el caballo
en las rocas donde yo jugaba a Prometeo.
No los puede aventar
ni puede secar la sangre sobre los muros.






Juan Liscano



miércoles, junio 15, 2016

Dibujaba ventanas en todas partes...


Dibujaba ventanas en todas partes.
En los muros demasiado altos,
en los muros demasiado bajos,
en las paredes obtusas, en los rincones,
en el aire y hasta en los techos.

Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.
En el piso, en las noches,
en las miradas palpablemente sordas,
en los alrededores de la muerte,
en las tumbas, los árboles.

Dibujaba ventanas hasta en las puertas.
Pero nunca dibujó una puerta.
No quería entrar ni salir.
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver: ver.

Dibujaba ventanas.
En todas partes.



El Ojo En La Ventana, Pamela Posada


Roberto Juarroz

Quienes se olvidan de llorar...

Quienes se olvidan de llorar
deberán algún día,
a pesar de su apremio,
regresar a la fuente.

Sentirán algún día
que la falta de lágrimas
termina por borrar cualquier rostro,
aunque sea el de dios.















Roberto Juarroz

martes, junio 14, 2016

Amor es lo esencial...


Amor es lo esencial.
Sexo, mero accidente.
Puede ser igual
O diferente.
El hombre no es un animal:
Es carne inteligente,
Aunque algunas veces enferma.







Fernando PessoaVersión de Rafael Díaz Borbón


lunes, junio 13, 2016

Angustia


Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena
de todos los pecados de un pueblo que te ama,
ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena
bajo el tedio incurable que mi labio derrama.

Pido a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos
con que duermes después de tu engaño, extenuada,
tras el telón ignoto de los remordimientos,
tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada.

Porque el Vicio, royendo mi majestad innata,
con su esterilidad como a ti me ha marcado;
pero mientras tu seno sin compasión recata

un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,
pálido, por el lúgubre sudario obsesionado,
¡con terror de morir cuando voy solo al lecho!








Stéphan Mallarmé

Versión de Andrés Holguín



jueves, junio 09, 2016

El Amor De Los Locos



Un loco es alguien que está desnudo de la mente. Se ha despojado de sus ropas invisibles, de esas que hacen que la realidad se vele y se desvíe. 
Los locos tienen esa impudicia que deviene fragilidad y, en ocasiones, belleza. Andan solos, como cualquier desnudo, y con frecuencia también hablan solos («Quien habla solo espera hablar con Dios un día»).

Más difícil que abrigar un cuerpo desnudo es abrigar un pensamiento. Los locos tienen pensamientos que tiritan, pensamientos óseos, duros como la piedra en torno a la que dan vueltas, como si se mantuvieran atados a ella por una cadena de hierro de ideas.

El cerebro de un pájaro no pesa más que algunos gramos, y la parte que modula el canto es de un tamaño mucho menor que una cabeza de alfiler, un infinitésimo trocillo de tejido, de materia biológica que, con cierto aburrimiento, los sabios escrutan al microscopio para descifrar de qué manera, en tan exiguo retazo, está escrita la partitura.

Pero desde mucho antes, y sin necesidad de microscopio ni de tinciones, el loco sabe que el canto del pájaro es inmenso y pesado, plomo puro que taladra huesos, que se mete en el sueño, que desfonda cualquier techo y no hay cemento ni viga que pueda sostener su hartura, su tamaño posible. Por eso algunos locos despiertan antes de que amanezca y se tapan los oídos con su propia voz, con voces que sudan de adentro, de la cabeza.

Los pensamientos del loco son carne viva, carne sin piel. En el desierto del pensamiento del loco el pájaro es un sol implacable. El canto cae como una luz y un calor que le picara al loco en la carne misma de la desnudez.

Pero la desnudez del loco es íntima: de tanto exhibirla queda dentro. Es condición interior, pasa desapercibida a las legiones de cuerdos cuya ánima está cubierta por completo de tela basta, gruesa, trenzada por hilos de la costumbre.

El único instrumento posible para el loco, para defender su desnudez, es el amor. El amor de los locos es una vestimenta transparente. Esos ojos vidriosos, ese hilo ambarino que orinan por las noches, ese fragor y ese sentimiento copioso y múltiple que no alteran las benzodiazepinas, que no disminuye el Valium, permanecen intactos en el loco por arte del amor.

Es un martillo, y una cuchara, y un punzón. Es todo menos un vestido, no cubre sino que atraviesa, no mitiga sino que exalta. El amor de los locos tiene una textura, un porte y una sustancia.

La sustancia se parece al vidrio, pero es el vidrio de una botella rota.


Antonin Artaud


Rafael Courtoisie


sábado, junio 04, 2016

El amor ascendía entre nosotros...


El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.

El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada.
Fueron pétreos los labios.

El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.

Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.






Camille-Félix Bellanger: Daphnis and Chloe




Miguel Hernández


Desde que el alba quiso ser alba...


Desde que el alba quiso ser alba, toda eres
madre. Quiso la luna profundamente llena.
En tu dolor lunar he visto dos mujeres,
y un removido abismo bajo una luz serena.

¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida!
¡Qué exaltación de labios y honduras generosas!
Bajo las huecas ropas aleteó la vida,
y sintieron vivas bruscamente las cosas.

Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave.
Ardes y te consumes con más recogimiento.
El nuevo amor te inspira la levedad del ave
y ocupa los caminos pausados de tu aliento.

Ríe, porque eres madre con luna. Así lo expresa
tu palidez rendida de recorrer lo rojo;
y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa,
y el ascua repentina que te agiganta el ojo.

Ríe, que todo ríe: que todo es madre leve.
Profundidad del mundo sobre el que te has quedado
sumiéndote y ahondándote mientras la luna mueve,
igual que tú, su hermosa cabeza hacia otro lado.

Nunca tan parecida tu frente al primer cielo.
Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora.
Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo
te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora.











Miguel Hernández & Pabellón de Palabras & Desde que el alba quiso ser alba...









Miguel Hernández


jueves, junio 02, 2016

Cómo llenarte, soledad...


Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.













Luis Cernuda