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miércoles, febrero 21, 2018

A Noiseless Patient Spider


A noiseless patient spider,
I mark’d where on a little promontory it stood isolated,
Mark’d how to explore the vacant vast surrounding,
It launch’d forth filament, filament, filament, out of itself,
Ever unreeling them, ever tirelessly speeding them.

And you O my soul where you stand,
Surrounded, detached, in measureless oceans of space,
Ceaselessly musing, venturing, throwing, seeking the spheres to connect them,
Till the bridge you will need be form’d, till the ductile anchor hold,
Till the gossamer thread you fling catch somewhere, O my soul.






Walt Whitman





martes, febrero 20, 2018

For You O Democracy


Come, I will make the continent indissoluble,
I will make the most splendid race the sun ever shone upon,
I will make divine magnetic lands,
                      With the love of comrades,
                         With the life-long love of comrades.

I will plant companionship thick as trees along all the rivers of America, and along the shores of the great lakes, and all over the prairies,
I will make inseparable cities with their arms about each other’s necks,
                     By the love of comrades,
                        By the manly love of comrades.

For you these from me, O Democracy, to serve you ma femme!
For you, for you I am trilling these songs.






Walt Whitman


sábado, octubre 07, 2017

Oh Captain! My Captain!


O CAPTAIN! my Captain! our fearful trip is done,
The ship has weather’d every rack, the prize we sought is won,
The port is near, the bells I hear, the people all exulting,
While follow eyes the steady keel, the vessel grim and daring;
But O heart! heart! heart!
O the bleeding drops of red,
Where on the deck my Captain lies,
Fallen cold and dead.

O Captain! my Captain! rise up and hear the bells;
Rise up- for you the flag is flung- for you the bugle trills,
For you bouquets and ribbon’d wreaths- for you the shores
a-crowding,
For you they call, the swaying mass, their eager faces turning;
Here Captain! dear father!
This arm beneath your head!
It is some dream that on the deck,
You’ve fallen cold and dead.

My Captain does not answer, his lips are pale and still,
My father does not feel my arm, he has no pulse nor will,
The ship is anchor’d safe and sound, its voyage closed and done,
From fearful trip the victor ship comes in with object won;
Exult O shores, and ring O bells!
But I with mournful tread,
Walk the deck my Captain lies,
Fallen cold and dead.

sábado, marzo 25, 2017

Adieu To A Soldier


Adieu, O soldier! 
You of the rude campaigning, (which we shared,)
The rapid march, the life of the camp,
The hot contention of opposing fronts- the long manoeuver,
Red battles with their slaughter,- the stimulus- the strong, terrific
game,
Spell of all brave and manly hearts- the trains of Time through you,
and like of you, all fill'd,
With war, and war's expression.

Adieu, dear comrade!
Your mission is fulfill'd- but I, more warlike,
Myself, and this contentious soul of mine,

Still on our own campaigning bound,
Through untried roads, with ambushes, opponents lined,
Through many a sharp defeat and many a crisis- often baffled,
Here marching, ever marching on, a war fight out- aye here,
To fiercer, weightier battles give expression.






Walt Whitman





jueves, octubre 13, 2016

O Me! O Life!





Oh me! Oh life! of the questions of these recurring,

Of the endless trains of the faithless, of cities fill’d with the foolish,

Of myself forever reproaching myself, (for who more foolish than I, and who more faithless?)

Of eyes that vainly crave the light, of the objects mean, of the struggle ever renew’d,

Of the poor results of all, of the plodding and sordid crowds I see around me,

Of the empty and useless years of the rest, with the rest me intertwined,

The question, O me! so sad, recurring—What good amid these, O me, O life?



Answer.

That you are here—that life exists and identity,

That the powerful play goes on, and you may contribute a verse.






Walt Whitman






domingo, mayo 08, 2016

De La Cuna Que Está Incesantemente Meciéndose


De la cuna que está incesantemente meciéndose,
de la garganta de zenzontle, musical lanzadera,
de la media noche del noveno mes
sobre las estériles arenas y los campos contiguos, donde el
muchacho dejando su cama, vagaba, solo sin sombrero,
descalzo,
bajo la luz llovida del halo de la luna,
del misterioso juego de sombras enlazándose y retorciéndose
como si fueran vivas,
de los matorrales de zarzas y zarzamoras,
del recuerdo del pájaro que cantaba para mí,
de tus recuerdos, triste hermano, de los caprichosos
altibajos que oía,
bajo la amarilla media luna, tarde salida y abotagada
como llorando,
de aquellas primeras notas de deseo y amor, allí en la
sombra,
de las miles respuestas de mi corazón que nunca cesarían,
de las miríadas de palabras entonces despertadas,
de las que como ahora surgen reviviendo la escena,
como una bandada chirriando, alzando el vuelo, o pasando
por encima,
traídas aquí, antes que se me escapen, aprisa,
un hombre y, sin embargo, por estas lágrimas, niño de
nuevo,
echándome en la arena, frente a las olas,
yo, cantor de penas y alegrías, unificador del aquí y del
más allá,
cogiendo al vuelo toda sugerencia, pero saltando ágilmente
sobre ellas,
una reminiscencia canto.
Una vez, Paumanock,
cuando estaba el aire lleno de perfume de las lilas y la
hierba del quinto mes creciendo,
en esta costa del mar sobre unas zarzas,
dos alados huéspedes venidos de Alabama, dos juntos,
y su nido y cuatro huevos verdeclaros con pintas rojizas,
y todos los días el macho de aquí para allá, no lejos,
y todos los días la hembra acurrucada en su nido, en
silencio, con ojos brillantes,
y todos los días, yo, niño curioso, nunca muy cerca, nunca
estorbándolos,
cautamente atisbando, absorbiendo, traduciendo.

¡Brilla! ¡Brilla! ¡Brilla!
Vierte calor, gran sol,
mientras nos asoleamos, nosotros dos unidos.

¡Dos unidos!

Sople viento sur, sople viento norte,
venga día claro, venga noche negra,
en nuestro hogar o separados por ríos y montes del hogar,
cantando en todo tiempo, sin hacer caso al tiempo,
mientras estamos los dos unidos.


Hasta que de repente,
acaso muerta, sin saberlo su pareja,
una mañana la hembra ya no vino a echarse al nido,
ni esa tarde volvió, ni la siguiente,
ni apareció ya más.

Y desde entonces todo el verano al son del mar,
y de noche bajo la luna llena con el tiempo más manso,
sobre la ronca reventazón del mar,
o revoloteando de zarza en zarza durante el día,
yo lo veía, oía interrumpidamente al que quedaba, al
macho,
al solitario huésped venido de Alabama.

¡Soplad! ¡Soplad! ¡Soplad!
Soplad vientos del mar sobre las costas del Paumanock.
Espero, espero, me devolváis mi compañera.


Si, mientras brillaban las estrellas,
toda la santa noche en el extremo de una musgosa rama,
casi al nivel de las pringantes olas,
sentado estaba el solitario cantor maravilloso, causando
llanto.

Llamaba a su pareja,
vertía los secretos que sólo yo conozco.
Sí, hermano mío, yo sé,
los otros tal vez no, pero yo he atesorado cada nota,
porque más de una vez deslizándome en lo oscuro hasta la
costa,
mudo, evitando los rayos de la luna, confundiéndome con
las sombras,
evocando ahora las oscuras formas, los ecos, los sonidos y
visiones según su especie,
los blancos brazos entre los huecos de los matorrales sin
descanso tanteando,
yo, descalzo, muchacho, el viento agitándome el pelo,
escuchaba, escuchaba sin cesar.

¡Arrulla! ¡Arrulla! ¡Arrulla!
Unida a sus olas arrulla la ola que sigue detrás,
y después la que sigue, abrazando y lamiendo, todas unidas,
pero ya no me arrulla mi amor a mí, no a mí.

Baja cuelga la luna, tarde salió,
se rezaga. ¡Oh, me parece cargada de amor, de amor!
¡Oh furioso el mar embiste a la tierra,
con amor, con amor!

¡Oh, noche! ¡No estoy viendo a mi amor revolotear entre
las ramas!
¿Qué es aquella motita en el blancor lunar?

¡Alto! ¡Alto! ¡Alto!
¡Alto grito llamándote, mi amor!
Alta y clara lanzo mi voz entre las olas,
debes saber seguro quién está aquí, está aquí,
debes saber quién soy, mi amor.

¡Luna colgada a ras del horizonte!
¿Qué es aquel punto oscuro en tu disco amarillo encarnado?
¡Oh, es el bulto, el bulto de mi amiga!
¡Oh, luna, no me la detengas más!

¡Tierra! ¡Tierra! ¡Oh, Tierra!
Adonde quiera que me vuelvo pienso que ya podrías
devolverme mi amor si tú quisieras,
pues casi estoy seguro de verla turbiamente donde quiera
que miro.
¡Oh, nacientes estrellas!
Quizá la que yo quiero ha de salir, ha de salir entre vosotras.

¡Oh, mi garganta! ¡Oh, temblorosa garganta!
¡Suena más clara en la atmósfera!
Penetra los bosques, la tierra,
en algún sitio estarás atenta para oír, tú la que quiero,
¡brotad canciones!
¡Solitarias aquí, canciones de la noche!
¡Canciones de ausente amor! ¡Canciones de la muerte!
¡Canciones bajo esa tarda, pálida, menguante luna!
¡Oh bajo aquella luna, allí donde ella se desmaya hasta
hundirse casi en el mar!
¡Oh incontenibles desesperadas canciones!
¡Pero suave! ¡Más bajo!
¡Quedo, que apenas murmure!
Porque por ahí creo que oía a mi amiga responderme a mí,
¡tan débilmente!, que debo quedarme quieto, quieto para
escucharla,
mas no del todo quieto, porque podría no acudir al punto a
mí.

¡Aquí, amor mío!
¡Estoy aquí, aquí!
Con esta nota sostenida me anuncio a ti;
esta dulce llamada es para ti, amor mío, para ti.

No te dejes engañar en otra parte;
ese es el silbido del viento, no es mi voz,
aquel es el rumor, el rumor de la espuma,
aquellas son las sombras de las hojas.

¡Oh, tinieblas! ¡Oh, en vano!
¡Oh, estoy muy fatigado y adolorido!
¡Oh, resplandor rojizo en el cielo junto a la luna, cayendo
sobre el mar!
¡Oh, ondulante rielar de la luna en el mar!
¡Oh, garganta! ¡Oh, sollozante corazón!
Y yo cantando en vano, ¡toda la noche en vano!
¡Oh, pasado! ¡Oh, feliz vida! ¡Oh cantos de alegría!
En el aire, en los bosques, en los campos.
¡Amado! ¡Amado! ¡Amado! ¡Amado! ¡Amado!
¡Pero mi amada ya no más, no más conmigo!

El aria cediendo,
todo lo demás continuando, las estrellas brillando,
los vientos soplando, los arpegios del pájaro continuamente
el eco repitiendo,
con airados lamentos la vieja mar maternal incesantemente
gimiendo,
en las costas del Paumanock sobre la arena gris y crujidora,
la pálida media luna crecida, gravitando, la faz del mar casi
tocando,
el niño extático, con sus desnudos pies, en su cabello el
aire jugueteando,
el amor en su corazón por largo tiempo reprimido, ahora
suelto, ahora por fin tumultuosamente estallando,
el sentido del aria, los oídos, el alma rápidamente captando,
extrañas lágrimas por sus mejillas cayendo,
el coloquio ahí, el trío, cada cual respondiendo.

El acompañamiento, la salvaje vieja madre incesantemente
llorando,
el alma del niño acremente con ritmo preguntas
proponiendo, algún ahogado secreto susurrando,
al naciente bardo.
Demonio o pájaro (dijo el alma del niño),
¿es realmente a tu hembra a quien cantas? ¿O realmente
es a mí?
Porque yo, que era un niño, el uso de mi lengua dormido
todavía, ahora ya te he oído,
ahora en un instante ya sé para qué soy, despierto,
y ya un millar de cantores, un millar de canciones más
claras, más altas y más tristes que las tuyas,
un millar de trinadores ecos han nacido dentro de mí para
nunca morir,
oh, vosotros cantores solitarios, cantando solos,
proyectándome a mí,
oh, solitario yo, escuchando, nunca más cesaré de
perpetuaros,
nunca más escaparé, ya nunca más las reverberaciones,
ya nunca más los gritos de amor insatisfecho se ausentarán
de mí,
no me dejéis volver a ser el apacible niño que era antes
que allá en la noche,
junto al mar, bajo la pálida y gravitante luna,
el mensajero aquel despertara el fuego, el dulce infierno
interior,
el ignorado deseo, el destino mío.
¡ Oh, dadme la clave! (se oculta aquí en la noche en algún
punto.)
¡ Oh, si he de tener yo tanto, dadme más!
Una palabra, pues (que yo he de dominarla)
la palabra final, a todas superior,
sutil, reveladora –¿cuál es?–. Escucho;
¿estáis, habéis estado murmurándola siempre, olas del
mar?
¿es aquella que viene de tus líquidas olas y mojadas arenas?
A lo que respondiendo el mar,
sin tardanza, sin prisa,
me susurró toda la noche y muy claro antes de amanecer,
me silabeó la queda y deliciosa palabra muerte,
y repitiendo muerte, muerte, muerte, muerte,
silbando melodiosa, no como el pájaro ni como mi infantil
corazón ya despierto,
sino avanzando hasta acercarse como para decírmela en
secreto, hirviendo a mis plantas,
trepando a rastras sobre mí hasta mis orejas y bañándome
todo suavemente,
muerte, muerte, muerte, muerte, muerte.
Lo que no olvido,
pero confundo el canto de mi oscuro demonio y hermano,
que me cantó a la luz de la luna en la gris playa del
Paumanock,
con los mil cantos que respondían por aquí y por allá,
con mis propios cantos inspirados desde aquella hora,
y con ellos la llave, la palabra surgida de las olas,
la palabra de la más dulce canción de las canciones,
la fuerte y deliciosa palabra que arrastrándose a mis pies,
(o como una vieja nodriza que meciera la cuna, ataviada
con fina vestidura, inclinándose a un lado),
el mar me susurró.







Walt Whitman



Traducción de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal

 

miércoles, abril 20, 2016

Walt Whitman


Porque en algún momento mencionó las fronteras
sabiendo que no existían fronteras
y que nada era seguro, ni las cosas sencillas que
                                                                     no existen,
celebro a Whitman y en su voz me pierdo
porque conviene más saberlo cerca para poder
                                                                       abandonarlo
inventando otro diálogo de dejaciones que avancen,
o proximidades más propias para celebrar el tiempo.

Canto de sí mismo, yo me canto
y me apropio de mí, de los que vienen
porque así lo pediste y yo me creo
y creo en mi época de tristezas vanas y de muerte,
y en el futuro tan vano de tanta vida que no tendré.

No soy original, tú lo dijiste, y no he de serlo
porque no significa nada.
Porque hablamos del mar, y tocamos el mar, y
                                                           viajamos el mar,
porque todo es sequedad
y vemos lo que podemos ver del pasado y del
                                                               presente.

Porque no conocimos el verdadero río ni al
                                                          verdadero hombre,
y saltamos sobre el estiércol y construimos sobre él.
Porque arrojamos discursos sobre la tierra mojada
                                                             y sobre la tierra seca,
y nos hacemos preguntas para pensar el tiempo,
porque incomoda el tiempo.

Entonces, yo lo digo para que tú lo celebres.
¡Incorregible melodía!
Tocas mi oído aunque no te pedí.
La sé desde siempre y no me hace feliz.
Tú te hiciste feliz invitando a tu alma a observar
                                        un tallo de hierba del verano.

Nosotros observamos los tallos de la única estación
y somos con el misterio débiles.
No tenemos tu aplomo, Walt Whitman.
Te hemos ganado en muerte.






Tallulah Flores Prieto