Si acaso vuelas, mariposa humilde,
Al dorado aposento de mi amada;
Si la hallas dulcemente dormitada
No la despiertes, insensata, nó.
Tampoco vayas á beber ansiosa
De sus vírgenes labios el rocío,
Que todo ese ámbar, mariposa, es mío
Y soy celoso hasta del aire yo.
De sus mejillas en las frescas rosas
O en la azucena de su pura frente,
Nunca poses tu vuelo de repente
Porque despiertas mi preciosa hurí.
Y son sus ojos como dos hogueras,
Con el brillo no más de sus miradas
Se quemarán tus alas perfumadas
Cual se quemó mi corazón allí.