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lunes, diciembre 14, 2020

Y sin embargo, de nuevo este cielo...


Y sin embargo, de nuevo este cielo, 
¡Dios!, este cielo y esta hermosa luz que no envejece,
y bajo esa luz los crímenes,
y los injustamente muertos,
y otra vez los ríos enlodados de muertos y de crímenes
y una señora que llora, sola entre niños dormidos, solos y hambrientos, etc., etc., 

y tus caderas, Amor, 

y aquello que no sé y me llama, esa cosa que aletea a lo lejos sobre un campo abierto, 

y un poco tu mano, y otra vez tu otra mano, amor,
sobre mi espalda, viva precisamente por tus manos, 

y tus tobillos sobre los que mis pies intentan una caricia, 

y tu voz, y tu respiración cansada sobre mi cuello,



y otra vez esa cosa tan difusa
aleteando sobre un territorio que no sé y me llama: 



cierta indeclinable, rara y anónima necesidad de libertad.






















Gabriel Jaime Franco


lunes, abril 04, 2016

Alguien quiso hablarnos...

Alguien quiso hablarnos,
decir cosas,
poseer una voz,
y ya no está.

No es que se haya ido:
es sólo que ya no está:
fueron por él una noche
y ya no está.

Quizá quiera hablarnos todavía,
quizás aún tenga deseos.
Ya no está.
Pero algo se escucha todavía.



Jaime Garzón 


Gabriel Jaime Franco


martes, octubre 13, 2015

Estoy cada vez más cerca...


Estoy cada vez más cerca de la confusión absoluta: 
no ser nada, no saber nada. 

No saber incluso si algún día supe cosa alguna: sombra de sombra.

¿Qué sé yo de qué?
¿Por qué hablaría de algo, con qué autoridad, y a quién?

¿Por qué tendría la certeza de que si digo alguna cosa, esa cosa le es necesaria a alguien?

Imagino ahora un cuerpo que se deshace, que pierde sustancia, que asiste a su declinación definitiva, pero al que le sobrevive el deseo de hablar; imagino sus labios que intentan el balbuceo de una frase para Dios en sus últimos instantes:

¿qué lenguaje le asistirá, 
qué palabras podrán otorgar sentido a su pérdida y a su deseo de permanencia, 
qué palabra podrá mostrar ese sitio vacío y desesperado en el que sin embargo parece sobrevivir la nostalgia de un saber?

Cosas así me conducen hacia el silencio.




Gabriel Jaime Franco




Estoy efectivamente malogrando mi vida...


Estoy efectivamente malogrando mi vida. 


Con todo, soy optimista: no he dicho, todavía, que ya está malograda. 

Mi miedo, ese sitio al que me he pasado a vivir acompañado de un alambique, un inmenso haz de hojas venenosas, dos mudas y dos libros, mi miedo, digo, mi miedo ha malogrado mi vida. 

Dios es su padre, y padres también mi padre, mi madre, 

y los muertos, 

aquellos muertos que, ya joven y apenas recién abiertos los ojos, viera bajando como pequeños islotes móviles sobre la superficie de los ríos que fueron parte viva de los mitos de mi infancia, 

mi infancia, mi infancia, 

ya muerta también pero que me habla aún desde el laberinto enfermo de mi sangre.

Yo no soy, madre, el padre de mi miedo: soy su hijo. 

Con todo, algo me sustenta:

Pues páginas no mías me mantienen en pie,

y tus manos, amor, pues en ellas descubro que estoy vivo porque me tocan.

Sobre tus manos y páginas no mías me yergo todavía. 

Lo que fui, y lo que aun soy, está fuera de mí. 




Gabriel Jaime Franco





jueves, octubre 01, 2015

Lego, y hablaré sin embargo de la música...



Lego, y hablaré sin embargo de la música.



Parto de esta fracasada ambición: hallar para la poesía escrita la virtud de la música.



La música transmite, tiene, contiene, lleva arquetípicamente la esencia de lo que somos. Es perfectamente concebible y real la existencia de una cultura sin tradición escrita, pero ninguna sin la música.



En la música es como si reposara, a punto de despertar, un dios necesitado de nosotros, y como si ahí se expresara, por no sé que extraña razón, la esencia de lo que somos.



¿Quién descubrirá esa razón última?



No será el verbo quien lo diga.



Es como si Dios fuera esquivo y astutamente nos hablara allí donde sabe que podemos intuir pero no apresar una razón última.



La música, sin embargo, es como si nos estuviera diciendo esa razón.



Ella canta mientras lo demás balbucea.

No hay oración más alta que la música.



Ella es más ligera que un pájaro de Perse, pero cuánto, cuánto pesa y cuánto da sentido de vivir en nuestro corazón tan huérfano.



Las preguntas en el Juicio Final son violines.



Y yo, ¿qué les diré?



Algo haré, claro,



pero no serán sino palabras.





Es horrible.








Gabriel Jaime Franco



En cierto sentido...

En cierto sentido, la poesía que no nace del silencio, o aspira a él, es ruido. 

La aspiración al silencio puede surgir de la ilusoria certeza o de la honrada sospecha de que la infinidad de discursos que nos acechan con su zarpa de parloteo no son más que bullicio.
 La paradoja y el drama: también la aspiración al silencio quiere ser nombrada. 

Y para acabar de ajustar, pensamos con palabras; o mejor, con fulguraciones que se interconectan entre sí a tal velocidad que la palabra ya no podrá nombrarlas, ni dirigirse al sitio en el que ellas, las fulguraciones, hallaban una especie de conclusión. 

Es sorprendente que un párrafo cualquiera pueda finalizarse. 
 
Incluso, que comience.



    



Gabriel Jaime Franco




viernes, septiembre 25, 2015

¿Para Qué Sirve La Poesía? (Gabriel Jaime Franco)

Las palabras "útil" y "utilidad" han sido secuestradas por el mercado, el lenguaje técnico y el más burdo y grosero pragmatismo, y quizás sea hora de restaurarle a esas palabras un sentido más generoso y abarcante, en cuyo arco quepan sin disonar las palabras campana, atardecer, niño, luz, clepsidra o libertad. Aquel que no ha presentido o visto alguna vez la luz, no la extrañará; aquel para quien las nociones de libertad o de justicia no son sino palabras, tampoco las extrañará. La poesía está para recordarnos todo eso, para mantener nuestra conciencia y nuestro espíritu en un permanente y bello y a veces doloroso estado de incertidumbre sin el cual las verdades más profundas jamás saldrán a flote. No es poco. Y a riesgo de excederme en citas, he tenido para mí que la poesía, como dijo Albert Camus, está para mantener vivo, en un mundo que se obstina cada vez más y con mayor eficacia en la oscuridad y la destrucción, el recuerdo de los brezos. Tampoco es poco. Y un poco más acá, en el terreno rigurosamente personal (sin mucha importancia para nadie), puedo decir sin que me tiemble la voz que la poesía me salvó la vida, o más exactamente, la dotó de un sentido sin el cual ésta no tendría ninguno. Es bastante, me parece.






Gabriel Jaime Franco


Puesto que se es un hombre...

Puesto que se es un hombre
no se es grande.

Mas es haber venido aquí tan grande,
que haber creído ser un día 
es haber sido.

Ahora hago en verdad esto o aquello, 
mas no entiendo muy bien 
por qué no soy un hombre que embetuna o hace fila, 
quien ofrece cursos de ingles o enciclopedias,  
algo así, 
porqué no sería yo quien ora, 
quien ahora muere, 
quien intenta ser en esto 
o en esto 
o en aquello

Por qué sólo soy quien se pregunta, 
quien se deshalla y se descentra, 
sólo quien intenta no sabe muy bien qué.

Por qué soy al fin quien soy, si fuera.



Mas fue creer haber sido tan grande, 
que sólo haberlo creído es haber sido.






Gabriel Jaime Franco




sábado, agosto 29, 2015

¿Hablé un día?...

¿Hablé un día?

¿Pronuncié palabras hiladas de tal modo que aquellos que viajaban conmigo volvieran los ojos, aguzaran sus oídos?

Que, al menos, se dijeran entre sí: "¿Entiendes lo que dice? ¿De qué sueño, de qué universo nos habla con palabras que también son nuestras?"

Nada. Nadie. Ninguno volvió sus ojos.

¡Y yo volví los míos sobre mi corazón de bruto, hacia mi sangre animal viva y cálida en su torrente vivo!

Bruto entre los brutos, pero con un ojo alerta, tampoco era nuevo mi corazón, ni más elocuente que la hoja muerta reposada de humedad entre el mantillo, donando su pequeña porción de luz, su delgada nervadura que volvía al torrente lento de la savia.

Una voz había allí, lo supe, bajo su magnífica humildad abandonada al flujo de lo vivo.

Y yo leí sobre la hoja y su tenue cedazo de nervios la alta metáfora de lo viviente.

Nunca tuve voz, también lo supe. Sólo palabras. Y oídos, maravillosos oídos para el eco.

Y la hoja muerta me conduce a la certeza de una soledad irremediable, pues yo no tengo voz para decirte todo aquello que en mí se mueve como una savia muda. 






Gabriel Jaime Franco




martes, agosto 18, 2015

¿Quién, si no mi propio embrutecimiento...


¿Quién, si no mi propio embrutecimiento, podrá juzgar mi ineptitud?


Pero no será tan bruto mi embrutecimiento si, realmente, puede reconocerse.

Lo será, sí, si se permite el lujo de juzgar mi ineptitud.



Una verdad me habría sido útil:

yo habría podido ser oficinista,

vendedor de enciclopedias,

profesor de alguna cosa.



Y habría también podido anclar mi limitada inteligencia sobre un Dios que me eximiera de juzgarme y que me otorgara, al mismo tiempo, la comodidad de irme por los muelles y cómodos rieles de una verdad.



Pero todo dogma me es ajeno ya, su comodidad me es esquiva.



Sin embargo, bruto y bruto,



voy con mi cabeza hueca hacia el mismo polvo de los reyes.







Gabriel Jaime Franco