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lunes, enero 25, 2016

Elegía


Como el humo que vuela por el triste paisaje
condensándose plenamente bajo el cielo de plomo
flota mi alma
a ras de tierra.
Flota, pero no echa a volar.


¡Alma dura, suave fantasía!
que sigues las pesadas huellas del mundo,
mírate aquí, abajo,
contempla tu origen.

Aquí donde bajo el cielo otras veces tan líquido,
en la soledad de las amargas medianeras,
el silencio monótono de la miseria
amenazando, suplicando,
disuelve la tristeza condensada
en el corazón de los meditabundos
y la mezcla
con la tristeza de millones.


Toda la humanidad
se prepara, aquí donde no hay más que ruinas.
La hirsuta lechetrezna despliega su sombrilla
en el patio abandonado de una fábrica.
Por las delgadas escaleras de ventanas
pequeñas y rotas, descienden los días
a la húmeda oscuridad.


Responde tú:
¿eres de aquí
y por eso nunca te abandona
el grave deseo
de parecerte a los demás miserables
en quienes se atoró esta gran época
y en cuyos rostros todos los rasgos se deforman?


Ahí descansas, donde la coja empalizada
guarda y vigila,
gritando, el voraz orden moral.
¿Te reconoces? Ahí las almas
esperan, vacías, un futuro construido, hermoso, firme,
igual que sueñan las parcelas,
grave, tristemente,
tener alrededor casas altas que tejan
un rápido murmullo. Los vidrios rotos,
incrustados en el fango, miran con sus ojos fijos,
sin luz, los solitarios y sufrientes prados.


A veces caen de las dunas
dedales de arena...,
y algunas veces revolotea, zumbando,
una oscura mosca, verde o azul,
atraída de los paisajes más plenos
por los excrementos humanos
y los harapos.


A su modo pone aquí la mesa
la bendita madre tierra
que sufre, hipotecada.
En una olla de hierro crece yerba amarilla.


¿Sabes tú
qué desnuda alegría —la de la conciencia—
te atrae y te arrastra para que el paisaje te atrape,
y qué rico sufrimiento
te empuja hacia allí?
Así vuelve a su madre el niño
que rechazan y golpean en tierra extraña.
En verdad
sólo aquí puedes reír o llorar.
Aquí puedes ser dueña de ti misma,
oh, alma. Esta es mi patria.






Attila József
Traducción de Fayad Jamís


martes, enero 12, 2016

Corazón Puro

No tengo padre ni madre,
no tengo beso ni amante.
Vivo sin Dios y sin patria,
y sin cuna y sin mortaja.

Van tres días que no como
nada, ni mucho ni poco.
Pongo en venta mis veinte años,
la potencia de mi estado.

Si nadie los compra luego,
que el diablo arree con ellos.
Corazón puro: robar —
¿por qué no?— y hasta matar.

Me capturan y me cuelgan
y en tierra santa me entierran.
Y una hierba en que viaja la muerte
sobre mi corazón crece y crece. 














Attila József




miércoles, enero 06, 2016

¡Ay! Por Poco...

¡Ay!, por poco me rompe a mí el amor.
¡Ay!, por poco me aplasta a mí el temor.
¿Quién moriría conmigo, mujeres,
en un abrazo abrasador?

Largo es mi invierno; mi verano fugaz.
El dado del otoño ¿a quién me anunciará?
De este tiempo de mirón-guardaparque
¿quién conmigo se fugará?

La reja de los astros brilla en la inmensidad
y mi mente me ata a ese oscuro desván.
¿Quién rompería conmigo, mujeres,
al equilibrio universal?









Attila József

Traducción de Fayad Jamís