La soledad marina que convoca a los peces,
la soledad del cielo herida de alas,
se prolongan en ti sobre la tierra,
soledad despoblada, soledad habitada.
Las hojas de árbol solas cada una en su sitio,
saben que les reservas una muerte privada.
No te pueden tragar, a mordiscos de música,
con su boca redonda el pez y la guitarra.
Cargada de desierto y de poniente
andas sobre el planeta, de viento disfrazada,
llenando cuevas, parques, dormitorios
y haciendo suspirar a las estatuas.
A tu trampa nos guías
con tu lengua de pájaro o lengua de campana.
En tu red prisioneros para siempre,
roemos el azul de la infinita malla.
Te hallas en todas partes, soledad,
única patria humana.
Todos sus habitantes llevamos en el pecho
extendido tu gris, inmensurable mapa.