Creador hermano mío, ten cuidado: para domarte, ellos quieren hacer de ti un hombre de espectáculo. Nunca lo aceptes. Encara en su lugar a los proyectores de su condición necia y cuando en un guiño de ojo quieran aplaudirte, baja del escenario donde te han puesto y, directamente a los ojos, míralos. Míralos, Creador hermano mío, con gran intensidad, para que pase tanta luz como sea posible a través de tus pupilas agrandadas. Una vez terminada esta prueba, obsérvalos, Creador hermano mío, y si los observas bien, podrás ver a aquellos que permanecieron de pie a pesar del relámpago reírse del recuerdo de la confusión que ahora, gracias a ti, Creador hermano mío, tienen superada. En cuanto a los otros, si la sombra los devora, si mueren por falta de aurora, será porque esa sentencia habrá surgido directamente de la vida.
Creador hermano mío, no aceptes el papel de modelito sin vida impulsado por la luz artificial de sus proyectores fáciles. Creador hermano mío, olvídate de todas las quimeras, de todas aquellas fantasías nacidas de luces falsas, olvídate de todo eso, Creador hermano mío, para poder saborear, al máximo, la profunda calma que viene de ver un horizonte sin trabas.