viernes, junio 24, 2016

Oficio


Como un sabueso
me dispongo
para descubrir
nuevos parajes
en los libros.
El instinto
consigue retener
breves palabras
que escritas a mi modo
oculto
bajo las arenas
del lenguaje.






Walther Espinal


Arde En Letras El Rayo De La Voz


En el crepitar de antorcha del mito
Bramo resoplo me desboco

Muerdo la aurora me desgarra tu grito
Arde en letras el rayo de la voz

Incuba la palabra su estertor primero
Sangra el nombre su leyenda

Tu nacimiento
Palabra
Es una joya del milagro
Entrelazada a un rocío de eternidad









Jairo Guzmán Sossa



miércoles, junio 22, 2016

Oh, Noche


Oh, noche
Mi mal es ir a tientas con alma enardecida
ciego sin lazarillo bajo el azul de enero;
mi pena estar a solas errante en el sendero;
y el peor de mis daños, no comprender la vida.

Mi mal es ir a ciegas, a solas con mi historia,
hallarme aquí sintiendo la luz que me tortura
y que este corazón es brasa transitoria
que arde en la noche pura.

Y venir sin saberlo, tal vez de algún oriente
que el alma en su ceguera vio como un espejismo,
y en ansias de la cumbre que dora un sol fulgente
ir con fatales pasos hacia el fatal abismo.

Con todo, hubiera sido quizás un noble empeño
el exaltar mi espíritu bajo la tarde ustoria
como un perfume santo…
¡Pero si el corazón es brasa transitoria!

Y sin embargo, siento como un perenne ardor
que en el combate estéril mi juventud inmola…
(¡Oh noche del camino, vasta y sola,
en medio de la muerte y del amor!)





Porfirio Barba Jacob

martes, junio 21, 2016

Hacia Donde El Agua Empuja


La sensación, hijo.
La sensación de los días y las noches.


Vuelvo como una piedra que respira bajo el agua,
en los ojos de la lechuza
que traza sus nocturnidades por el Parque de la Libertad.

Y ya mi sangre es otra sangre
y mi recipiente avanza 
en los extraños cuerpos de un mar del norte.
Pero de qué me sirve volver
si ya no puedo acariciar el cabello blanco de tu madre.

Es verdad que los muertos llevan la luz
que los hombres esconden por temor,
lo que realmente se pierde
es sólo memoria de la familia.
Yo en cambio deseo regresar,
pues aunque esta paz
es inalcanzable en el reino de los vivos,
no hay nada como un trago de café,
los acordes del laúd
y mi décima irrumpiendo en el eco de otro canto.

Hubiera querido volver
sin que ninguna señal de la ciudad
entorpeciera el recorrido de mi viaje.
De qué vale un buen comportamiento
si cuando cierras los ojos
nadie te acompaña.

Ve, hijo.
Sin que te detenga el llanto de los tuyos.
Ve hacia donde el agua empuja
sus infinitos manantiales





Israel Domínguez Pérez 




fatigada de anhelar para mi especie...


fatigada de anhelar para mi especie el milagro de la supervivencia y bienestar estilizados
no emprendí lucha, como otras hembras, para el orgasmo simulado o para el heredado espejismo conyugal

fui, eso sí, una mujer urbana, de postre a la cama y media suelta a la lengua, agudo filo en el diente, angustia inflada en la barriga y con sonrisa terriblemente abierta

la inconsciencia del arrojo hacia tu cuerpo-falo:
el error teórico-práctico que pagaré con creces
antes que las palabras me persigan
todavía antes que suceda el segundo para enunciarlas.


Fausto Esparza, “Reina de espadas”, óleo sobre papel, 24 x 35 cm, 2015.

Marlene Zertuche


viernes, junio 17, 2016

De Lo Que Soy


En este cuerpo
en el cual la vida ya anochece
vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
y estoy viejo
Descifro mi dolor con la poesía
y el resultado es especialmente doloroso
voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
voces quebradas: ya pasaron tus días

La poesía es la única compañera
acostúmbrate a sus cuchillos
que es la única






Raúl Gómez Jattin

jueves, junio 16, 2016

Huellas

Las huellas nos confunden.
Proceden de todas partes.
De ayer, de este momento, de mañana.
Son pisadas interminables
una invasión de rastros voraces
un suelo de zumbantes pasos.
Idas y venidas, migraciones
familias errantes en nosotros
que nos cruzan sin cesar, que salen, entran
deambulan por todos los rincones
en cada lugar del piso
y hasta en los muros donde sus huellas digitales
son largas heridas sangrantes.

El viento sopla en vano sobre esos rastros.
No los puede aventar hacia otros sitios
más bien los riega por las moradas
por los aposentos
por los desvanes cerrados
por las cuevas donde vive el loco del lugar
entre los helechos de la colina
donde pace el caballo
en las rocas donde yo jugaba a Prometeo.
No los puede aventar
ni puede secar la sangre sobre los muros.






Juan Liscano



miércoles, junio 15, 2016

Dibujaba ventanas en todas partes...


Dibujaba ventanas en todas partes.
En los muros demasiado altos,
en los muros demasiado bajos,
en las paredes obtusas, en los rincones,
en el aire y hasta en los techos.

Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.
En el piso, en las noches,
en las miradas palpablemente sordas,
en los alrededores de la muerte,
en las tumbas, los árboles.

Dibujaba ventanas hasta en las puertas.
Pero nunca dibujó una puerta.
No quería entrar ni salir.
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver: ver.

Dibujaba ventanas.
En todas partes.



El Ojo En La Ventana, Pamela Posada


Roberto Juarroz

Quienes se olvidan de llorar...

Quienes se olvidan de llorar
deberán algún día,
a pesar de su apremio,
regresar a la fuente.

Sentirán algún día
que la falta de lágrimas
termina por borrar cualquier rostro,
aunque sea el de dios.















Roberto Juarroz

martes, junio 14, 2016

Amor es lo esencial...


Amor es lo esencial.
Sexo, mero accidente.
Puede ser igual
O diferente.
El hombre no es un animal:
Es carne inteligente,
Aunque algunas veces enferma.







Fernando PessoaVersión de Rafael Díaz Borbón


lunes, junio 13, 2016

Angustia


Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena
de todos los pecados de un pueblo que te ama,
ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena
bajo el tedio incurable que mi labio derrama.

Pido a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos
con que duermes después de tu engaño, extenuada,
tras el telón ignoto de los remordimientos,
tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada.

Porque el Vicio, royendo mi majestad innata,
con su esterilidad como a ti me ha marcado;
pero mientras tu seno sin compasión recata

un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,
pálido, por el lúgubre sudario obsesionado,
¡con terror de morir cuando voy solo al lecho!








Stéphan Mallarmé

Versión de Andrés Holguín



jueves, junio 09, 2016

El Amor De Los Locos



Un loco es alguien que está desnudo de la mente. Se ha despojado de sus ropas invisibles, de esas que hacen que la realidad se vele y se desvíe. 
Los locos tienen esa impudicia que deviene fragilidad y, en ocasiones, belleza. Andan solos, como cualquier desnudo, y con frecuencia también hablan solos («Quien habla solo espera hablar con Dios un día»).

Más difícil que abrigar un cuerpo desnudo es abrigar un pensamiento. Los locos tienen pensamientos que tiritan, pensamientos óseos, duros como la piedra en torno a la que dan vueltas, como si se mantuvieran atados a ella por una cadena de hierro de ideas.

El cerebro de un pájaro no pesa más que algunos gramos, y la parte que modula el canto es de un tamaño mucho menor que una cabeza de alfiler, un infinitésimo trocillo de tejido, de materia biológica que, con cierto aburrimiento, los sabios escrutan al microscopio para descifrar de qué manera, en tan exiguo retazo, está escrita la partitura.

Pero desde mucho antes, y sin necesidad de microscopio ni de tinciones, el loco sabe que el canto del pájaro es inmenso y pesado, plomo puro que taladra huesos, que se mete en el sueño, que desfonda cualquier techo y no hay cemento ni viga que pueda sostener su hartura, su tamaño posible. Por eso algunos locos despiertan antes de que amanezca y se tapan los oídos con su propia voz, con voces que sudan de adentro, de la cabeza.

Los pensamientos del loco son carne viva, carne sin piel. En el desierto del pensamiento del loco el pájaro es un sol implacable. El canto cae como una luz y un calor que le picara al loco en la carne misma de la desnudez.

Pero la desnudez del loco es íntima: de tanto exhibirla queda dentro. Es condición interior, pasa desapercibida a las legiones de cuerdos cuya ánima está cubierta por completo de tela basta, gruesa, trenzada por hilos de la costumbre.

El único instrumento posible para el loco, para defender su desnudez, es el amor. El amor de los locos es una vestimenta transparente. Esos ojos vidriosos, ese hilo ambarino que orinan por las noches, ese fragor y ese sentimiento copioso y múltiple que no alteran las benzodiazepinas, que no disminuye el Valium, permanecen intactos en el loco por arte del amor.

Es un martillo, y una cuchara, y un punzón. Es todo menos un vestido, no cubre sino que atraviesa, no mitiga sino que exalta. El amor de los locos tiene una textura, un porte y una sustancia.

La sustancia se parece al vidrio, pero es el vidrio de una botella rota.


Antonin Artaud


Rafael Courtoisie


sábado, junio 04, 2016

El amor ascendía entre nosotros...


El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.

El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada.
Fueron pétreos los labios.

El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.

Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.






Camille-Félix Bellanger: Daphnis and Chloe




Miguel Hernández


Desde que el alba quiso ser alba...


Desde que el alba quiso ser alba, toda eres
madre. Quiso la luna profundamente llena.
En tu dolor lunar he visto dos mujeres,
y un removido abismo bajo una luz serena.

¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida!
¡Qué exaltación de labios y honduras generosas!
Bajo las huecas ropas aleteó la vida,
y sintieron vivas bruscamente las cosas.

Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave.
Ardes y te consumes con más recogimiento.
El nuevo amor te inspira la levedad del ave
y ocupa los caminos pausados de tu aliento.

Ríe, porque eres madre con luna. Así lo expresa
tu palidez rendida de recorrer lo rojo;
y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa,
y el ascua repentina que te agiganta el ojo.

Ríe, que todo ríe: que todo es madre leve.
Profundidad del mundo sobre el que te has quedado
sumiéndote y ahondándote mientras la luna mueve,
igual que tú, su hermosa cabeza hacia otro lado.

Nunca tan parecida tu frente al primer cielo.
Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora.
Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo
te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora.











Miguel Hernández & Pabellón de Palabras & Desde que el alba quiso ser alba...









Miguel Hernández


jueves, junio 02, 2016

Cómo llenarte, soledad...


Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.













Luis Cernuda