Medellín, Colombia.
La tetera se queda sin aliento
y un par de manos
con piel de tormenta
la animan otra vez a la vida.
“No hay día que no piense en ellos,”
dice la señora Moreno, sus manos cantan
y llenan la taza con la ricura de su café.
Sus palabras me llevan
a los retratos de dos hombres guapos – sus hijos.
“Pensé que no prodría seguir viviendo.”
me da la taza.
siento su bondad
hincharse dentro de mi garganta;
me cuenta sobre el abismo
el sin fin de la pérdida
y lo que significa
perder dos hijos
arrancados por armas.
La señora Moreno toma mis manos.
“No se preocupe”, me dice,
“Estoy bien. Tengo el amor de Dios.”
En sus ojos, brilla la luz de la verdad,
De repente ya no soy más
una extraña en una casa
que huele como la de mi abuela
aún cuando
esta al otro lado del mundo.
Cuando la señora Moreno
a su corazón me acerca
escucho la fe
hablar en un lenguaje
que no necesita traducción.
La tetera se queda sin aliento
y un par de manos
con piel de tormenta
la animan otra vez a la vida.
“No hay día que no piense en ellos,”
dice la señora Moreno, sus manos cantan
y llenan la taza con la ricura de su café.
Sus palabras me llevan
a los retratos de dos hombres guapos – sus hijos.
“Pensé que no prodría seguir viviendo.”
me da la taza.
siento su bondad
hincharse dentro de mi garganta;
me cuenta sobre el abismo
el sin fin de la pérdida
y lo que significa
perder dos hijos
arrancados por armas.
La señora Moreno toma mis manos.
“No se preocupe”, me dice,
“Estoy bien. Tengo el amor de Dios.”
En sus ojos, brilla la luz de la verdad,
De repente ya no soy más
una extraña en una casa
que huele como la de mi abuela
aún cuando
esta al otro lado del mundo.
Cuando la señora Moreno
a su corazón me acerca
escucho la fe
hablar en un lenguaje
que no necesita traducción.