jueves, diciembre 15, 2016

La Canción Imposible


Hace tiempo que traigo, estrangulada, 
La canción imposible que enmudece mis labios,
Y la siento ulular por toda el alma.
Poeta sin palabras,
Marinero sin cantos,
Yo entoné mi silencio.
La voz de mi espíritu dejó extraviar su eco
En el puerto expectante de mi insomne tristeza.
Un alcatraz de sombras picoteó insaciable
Los peces de colores de mi ensueño.
Ignoro aún si es negra o blanca,
Si ha de cantar en ella el indio adormecido que llora en mis entrañas
O el pendenciero ancestro del abuelo
Que me dejó su ardiente
Y sensual sangre mulata.
Si ha de llevar sabor de agua salada
O tambores al fondo
O claridades de sol de la mañana
O nebulosos fríos de montaña.
La canción imposible
Crucifica mis ansias bajo un gotear de hieles.
Y, en el mástil de todas las angustias,
Flamea mi vida, como los gallardetes,
Erguida de deseos, cautiva de los vientos.
He sentido un retoñar de alas.
Alma adentro,
Una sed de dilatadas lejanías
Que me impulsa a beber todo el azul del cielo,
A hundir, como un náufrago, los brazos
En mi ancha quimera sin orillas.
(La canción imposible
se ovilla y desovilla, enredada
En el alma).
Si acaso floreciera –tal vez alguna noche
Como un grito desnudo sediento de horizontes,
Aquella canción enigmática
Que mi corazón desconoce,
La escribiría con sangre.
Vieja canción imposible
Que crucifica mis ansias,
Misteriosa de ensueños, mi canción sin palabras.





Jorge Artel



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