jueves, octubre 01, 2015

Lego, y hablaré sin embargo de la música...



Lego, y hablaré sin embargo de la música.



Parto de esta fracasada ambición: hallar para la poesía escrita la virtud de la música.



La música transmite, tiene, contiene, lleva arquetípicamente la esencia de lo que somos. Es perfectamente concebible y real la existencia de una cultura sin tradición escrita, pero ninguna sin la música.



En la música es como si reposara, a punto de despertar, un dios necesitado de nosotros, y como si ahí se expresara, por no sé que extraña razón, la esencia de lo que somos.



¿Quién descubrirá esa razón última?



No será el verbo quien lo diga.



Es como si Dios fuera esquivo y astutamente nos hablara allí donde sabe que podemos intuir pero no apresar una razón última.



La música, sin embargo, es como si nos estuviera diciendo esa razón.



Ella canta mientras lo demás balbucea.

No hay oración más alta que la música.



Ella es más ligera que un pájaro de Perse, pero cuánto, cuánto pesa y cuánto da sentido de vivir en nuestro corazón tan huérfano.



Las preguntas en el Juicio Final son violines.



Y yo, ¿qué les diré?



Algo haré, claro,



pero no serán sino palabras.





Es horrible.








Gabriel Jaime Franco



En cierto sentido...

En cierto sentido, la poesía que no nace del silencio, o aspira a él, es ruido. 

La aspiración al silencio puede surgir de la ilusoria certeza o de la honrada sospecha de que la infinidad de discursos que nos acechan con su zarpa de parloteo no son más que bullicio.
 La paradoja y el drama: también la aspiración al silencio quiere ser nombrada. 

Y para acabar de ajustar, pensamos con palabras; o mejor, con fulguraciones que se interconectan entre sí a tal velocidad que la palabra ya no podrá nombrarlas, ni dirigirse al sitio en el que ellas, las fulguraciones, hallaban una especie de conclusión. 

Es sorprendente que un párrafo cualquiera pueda finalizarse. 
 
Incluso, que comience.



    



Gabriel Jaime Franco




miércoles, septiembre 30, 2015

Prestidigitador


No hay otro secreto
en las manos del prestidigitador
que la realidad menesterosa
de su vida pretendiendo
desempolvar la magia
de la nuestra.























Pedro Arturo Estrada



Morada Real


El tiempo excava en ti
una tumba,
el vacío que habitas
ya sin sueños y fáciles
palabras.
Secreto y único lugar
donde más vivamente
te posees.









Pedro Arturo Estrada

lunes, septiembre 28, 2015

Hoy Me Sobra El Corazón


Hoy estoy sin saber yo no sé cómo
hoy estoy para penas solamente,  
hoy no tengo amistad,  
hoy sólo tengo ansias  
de arrancarme de cuajo el corazón  
y ponerlo debajo de un zapato. 

Hoy reverdece aquella espina seca,  
hoy es día de llantos en mi reino,  
hoy descarga en mi pecho el desaliento  
plomo desalentado. 

No puedo con mi estrella,  
y me busco la muerte por las manos  
mirando con cariño las navajas,  
y recuerdo aquel hacha compañera,  
y pienso en los más altos campanarios  
para un salto mortal serenamente. 

Si no fuera ¿por qué?... no se por qué,  
mi corazón escribiría una postrera carta,  
una carta que llevo ahí metida,  
haría un tintero de mi corazón,  
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,  
y ahí te quedas, al mundo le diría. 

Yo nací en mala luna.  
Tengo la pena de una sola pena  
que vale más que toda la alegría. 

Un amor me ha dejado con los brazos caídos  
y no puedo tenderlos hacia más.  
¿No veis mi boca qué desengañada,  
qué inconformes mis ojos? 

Cuanto más me contemplo más me aflijo:  
cortar este dolor ¿con qué tijeras? 

Ayer, mañana, hoy  
padeciendo por todo  
mi corazón, pecera melancólica,  
penal de ruiseñores moribundos. 

Me sobra el corazón. 


Hoy descorazonarme,  
yo el más descorazonado de los hombres,  
y por el más, también el más amargo. 

No sé por qué, no sé por qué ni cómo  
me perdono la vida cada día. 





Miguel Hernández & Pabellón de Palabras & Hoy Me Sobra El Corazón










Miguel Hernández


domingo, septiembre 27, 2015

Los Dados Eternos


Para Manuel González Prada,
esta emoción bravía y selecta, una de las que, 
con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.


Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.


















César Vallejo


La Violencia De Las Horas


Todos han muerto.

Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el
burgo.

Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: “Buenos días, José! Buenos días María!”

Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de me-
ses, que luego también murió, a los ocho días de la madre.

Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de he-
redad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.

Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.

Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no
se sabe quién.

Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.

Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.

Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi bario, mucho antes de que el sol se
fuese.

Murió mi eternidad y estoy velándola.



César Vallejo


sábado, septiembre 26, 2015

Parábola Del Recuerdo


Hablemos de las cosas que tú amabas,
para que caiga dulcemente tu alma
rendida en languidez sobre mi alma.

Hablemos del verano. De los cielos
teñidos de jazmín. Y de la brisa
como una inquieta niña en la ventana.

Hablemos de tus manos transparentes
en lenguaje cálido, llorando
la quietud del silencio inconmovible.

Hablemos de la ausencia de tus labios,
la perfecta caricia de tu pelo
y el anillo de sombras de tus ojos.

Hablemos de tu voz, gaviota herida,
arco de agua y cristal, lágrima pura
tibiamente rodando en tu garganta.

Hablemos de esos días. Nada pueden
ni el tiempo, ni el olvido, ni la muerte,
para borrar el rastro del pasado.

Para apagar el tono del recuerdo,
cuando se juntan nuestras viejas horas
en un quieto arroyuelo de memorias.







Pabellón de Palabras & Parábola Del Recuerdo & David Ledesma Vásquez






David Ledesma Vásquez




Extraño

Alguien que ignoro con mi voz pregunta
hay otro ser en mí que le responde.
María Granata






Un hombre a quien jamás he conocido
visita una ciudad que ya no existe;
-largo sabor a muerte le atraviesa
de parte a parte la sonrisa amarga-,
entra a una casa donde nunca ha estado
y se sienta a esperar que nadie llegue.

Sobre mi corazón suenan sus pasos.







Pabellón de Palabras & Extraño & David Ledesma Vásquez

























David Ledesma Vásquez







viernes, septiembre 25, 2015

¿Para Qué Sirve La Poesía? (Gabriel Jaime Franco)

Las palabras "útil" y "utilidad" han sido secuestradas por el mercado, el lenguaje técnico y el más burdo y grosero pragmatismo, y quizás sea hora de restaurarle a esas palabras un sentido más generoso y abarcante, en cuyo arco quepan sin disonar las palabras campana, atardecer, niño, luz, clepsidra o libertad. Aquel que no ha presentido o visto alguna vez la luz, no la extrañará; aquel para quien las nociones de libertad o de justicia no son sino palabras, tampoco las extrañará. La poesía está para recordarnos todo eso, para mantener nuestra conciencia y nuestro espíritu en un permanente y bello y a veces doloroso estado de incertidumbre sin el cual las verdades más profundas jamás saldrán a flote. No es poco. Y a riesgo de excederme en citas, he tenido para mí que la poesía, como dijo Albert Camus, está para mantener vivo, en un mundo que se obstina cada vez más y con mayor eficacia en la oscuridad y la destrucción, el recuerdo de los brezos. Tampoco es poco. Y un poco más acá, en el terreno rigurosamente personal (sin mucha importancia para nadie), puedo decir sin que me tiemble la voz que la poesía me salvó la vida, o más exactamente, la dotó de un sentido sin el cual ésta no tendría ninguno. Es bastante, me parece.






Gabriel Jaime Franco


Puesto que se es un hombre...

Puesto que se es un hombre
no se es grande.

Mas es haber venido aquí tan grande,
que haber creído ser un día 
es haber sido.

Ahora hago en verdad esto o aquello, 
mas no entiendo muy bien 
por qué no soy un hombre que embetuna o hace fila, 
quien ofrece cursos de ingles o enciclopedias,  
algo así, 
porqué no sería yo quien ora, 
quien ahora muere, 
quien intenta ser en esto 
o en esto 
o en aquello

Por qué sólo soy quien se pregunta, 
quien se deshalla y se descentra, 
sólo quien intenta no sabe muy bien qué.

Por qué soy al fin quien soy, si fuera.



Mas fue creer haber sido tan grande, 
que sólo haberlo creído es haber sido.






Gabriel Jaime Franco




jueves, septiembre 24, 2015

El Agresor Oculto


Me envenenó la vida 
Me sustrajo de mi movimiento natural 
y me entregó a las sombras 
de los amores no correspondidos 
Me trastocó los sueños 
metiéndose como un conspirador entre sus grietas 
Desempolvó recuerdos 
que hablaban de partidas y de adioses 
Mientras tanto mi alma 
acostumbrada a la desgracia 
lo veía hacer 
como un condenado que presencia 
el levantamiento del patíbulo
















Raúl Gómez Jattin


Pequeña Elegía


Ya para qué seguir siendo árbol 
si el verano de dos años 
me arrancó las hojas y las flores 
Ya para qué seguir siendo árbol 
si el viento no canta en mi follaje 
si mis pájaros migraron a otros lugares 
Ya para qué seguir siendo árbol 
sin habitantes 
a no ser esos ahorcados que penden 
de mis ramas 
como frutas podridas en otoño



Raúl Gómez Jattin


martes, septiembre 22, 2015

Tergiversaciones


I
Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa
dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso
suelo rimar —en verso de contorno difuso—
mi viaje byroniano por las vegas de Zipa...,

tal un ventripotente agrómena de jipa
a quien por un capricho de su caletre obtuso
se le antoja fingirse paraísos... al uso
de alucinado Pöe que el alcohol destripa!,

de Baudelaire diabólico, de angelical Verlaine,
de Arthur Rimbaud malévolo, de sensorial Rubén, y
en fin... hasta del Padre Víctor Hugo omniforme...!

Y tánta tierra inútil por escasez de músculos!
tánta industria novísima! tánto almacén enorme!
Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos...







León de Greiff