martes, agosto 18, 2015

¿Quién, si no mi propio embrutecimiento...


¿Quién, si no mi propio embrutecimiento, podrá juzgar mi ineptitud?


Pero no será tan bruto mi embrutecimiento si, realmente, puede reconocerse.

Lo será, sí, si se permite el lujo de juzgar mi ineptitud.



Una verdad me habría sido útil:

yo habría podido ser oficinista,

vendedor de enciclopedias,

profesor de alguna cosa.



Y habría también podido anclar mi limitada inteligencia sobre un Dios que me eximiera de juzgarme y que me otorgara, al mismo tiempo, la comodidad de irme por los muelles y cómodos rieles de una verdad.



Pero todo dogma me es ajeno ya, su comodidad me es esquiva.



Sin embargo, bruto y bruto,



voy con mi cabeza hueca hacia el mismo polvo de los reyes.







Gabriel Jaime Franco



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