martes, octubre 06, 2015

Primer Lamento De Eurídice

Aquel que está a la diestra
de los dioses, borracho de su luz
y su armonía.

Aquel que brota lirios
cuando mira. Y que sabe
que su intacta sonrisa
es un sol inasible.

Aquel que tiene un ramo
de mirto entre las manos
y una rosa de fuego
quemándole los labios.

Anchos ríos de música
le atraviesan el torso.
Su cabeza inaudita
remata un dulce cuello
por donde gruesas venas
fingen lianas salvajes.
Tiene el vientre de mármol,
las caderas estrechas
y la esbelta cintura
de metálico brillo.

Largos ruedan sus muslos
-¡oh, purísima carne!-
a encontrar las rodillas
firmes y consteladas
y sus brazos se mueven
en caricia infinita
impulsados por músculos
de una tierna dureza.

Aquel que está a la diestra
de los dioses,
y que, -desnudo y tenso-
se yergue contra el viento
con una lucidez
de estatua estremecida!



Tomada de: Orfeu Negro






















David Ledesma Vásquez







lunes, octubre 05, 2015

Canción Última

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza





Miguel Hernández & Pabellón de Palabras & Canción Última
















Miguel Hernández




Momentos Nocturnos

Miré el tiempo y conocí la noche.
Mi mente puso incendios en la nada.
Fueron soles, miríadas, que llenaban
el cielo. Todo era cielo.
Tuve todo, menos dioses en impasible
felicidad. Viví con embeleso
en el radiante concierto de los mundos.

De astro en astro, hasta el infinito
pudieron ojos mortales
medir al fin la pequeñez humana.
De galaxia en galaxia, iba el alma
tras la vista, hacia firmamentos
en donde nada medra ni concluye.

Cantó en el cielo el azul de la noche
y el ruiseñor huyó al umbral del tiempo.
Los cerros llamaron con música de vuelo
a las estrellas. Pasó un ciervo blanco
por el sigilo húmedo del bosque,
y en la sombra despertó tu desnudo.
La tierra fue de nuevo mi deseo.





Por: William Blake.

















Jorge Gaitán Durán



domingo, octubre 04, 2015

Envío

No he podido olvidarte. He conseguido
que este inútil desorden de mis días
solitarios, concluya en las porfías
de un corazón que da cada latido

a tu memoria. En tu mundo abolido,
he luchado por ti contra las pías
obras de Dios. Cuanto ayer le exigías
será invención del hombre que ha nacido.

Tantas razones tuve para amarte
que en el rigor oscuro de perderte
quise que le sirviera todo el arte

a tu solo esplendor y así envolverte
en fábulas y hallarte y recobrarte
en la larga paciencia de la muerte.




















Jorge Gaitán Durán



viernes, octubre 02, 2015

Yeilord In Memorian


A la memoria de Yeison Gómez Acevedo 




Salía temprano a tomar el sol. Había estado expuesto a la sombra toda una vida atrás. Cuando yo salía a pedalear mi camino diario, él ya estaba allí sentado, enseguida de mi casa, absorto en la luz naciente. Eso fue lo primero que extrañé cuando lo mataron: verlo más decidido que el sol a iniciar el día.


Otras habían sido las noches. Le habían dado por muerto y no acabaron el trabajo.


Después se supo, le dejaron el cuerpo maltrecho: hasta se dijo que más nunca se levantaría de la cama. A causa de esto, lo que en él animaba a su cuerpo tuvo que sublevarse: ya no se podía tratarlo sino como inteligencia, como un brillo en los ojos. Y así como su cuerpo pudo levantarse a recibir el sol cada mañana, él al fin hizo su arribo a un mediodía donde ninguna sombra puede alcanzarlo.



Mauricio Alejandro Moreno & Pabellón de Palabras & Yeilord In Memorian




Mauricio Alejandro Moreno


jueves, octubre 01, 2015

Canción De Amor Y Soledad

Como en el áureo dátil de solitaria palma,
orillas de mi predio todo el valle resuena,
tú en mi corazón, dátil amargo, tiemblas
y te inclinas desnuda, sollozo y carne trémula.

De palma en que acongojase con vago son el viento,
dátil fiel donde todos los horizontes suenan,
mi corazón es una carne tuya, tu carne,
cantando entre distancias y entre nieblas.

Tuyo es el viento y el rumor, dorados,
tuyo el canto en la noche sin palmeras,
tuyo el trémolo al fondo de los huesos,
y el palpitar oscuro de mis venas.

El país que en tus ojos vive entre parpadeos,
canta en mí con su largo sollozar innegable,
rumora en mí, y el ansia de tu boca madura,
y rumoran sin fin los valles de tu carne.
Oscura tú, y entre tu luz sin tregua,
eres un son tan hondo, tan hondo y dolorido.

Dátil maduro, dátil amargo, escucha
mi corazón al filo del viento, tu gemido,
tu gemido gozoso, tu olor de flor abierta.
Mecido en ti, lleno de ti se escucha,
y da al viento ceniza de sus gritos.





















Aurelio Arturo



Lego, y hablaré sin embargo de la música...



Lego, y hablaré sin embargo de la música.



Parto de esta fracasada ambición: hallar para la poesía escrita la virtud de la música.



La música transmite, tiene, contiene, lleva arquetípicamente la esencia de lo que somos. Es perfectamente concebible y real la existencia de una cultura sin tradición escrita, pero ninguna sin la música.



En la música es como si reposara, a punto de despertar, un dios necesitado de nosotros, y como si ahí se expresara, por no sé que extraña razón, la esencia de lo que somos.



¿Quién descubrirá esa razón última?



No será el verbo quien lo diga.



Es como si Dios fuera esquivo y astutamente nos hablara allí donde sabe que podemos intuir pero no apresar una razón última.



La música, sin embargo, es como si nos estuviera diciendo esa razón.



Ella canta mientras lo demás balbucea.

No hay oración más alta que la música.



Ella es más ligera que un pájaro de Perse, pero cuánto, cuánto pesa y cuánto da sentido de vivir en nuestro corazón tan huérfano.



Las preguntas en el Juicio Final son violines.



Y yo, ¿qué les diré?



Algo haré, claro,



pero no serán sino palabras.





Es horrible.








Gabriel Jaime Franco



En cierto sentido...

En cierto sentido, la poesía que no nace del silencio, o aspira a él, es ruido. 

La aspiración al silencio puede surgir de la ilusoria certeza o de la honrada sospecha de que la infinidad de discursos que nos acechan con su zarpa de parloteo no son más que bullicio.
 La paradoja y el drama: también la aspiración al silencio quiere ser nombrada. 

Y para acabar de ajustar, pensamos con palabras; o mejor, con fulguraciones que se interconectan entre sí a tal velocidad que la palabra ya no podrá nombrarlas, ni dirigirse al sitio en el que ellas, las fulguraciones, hallaban una especie de conclusión. 

Es sorprendente que un párrafo cualquiera pueda finalizarse. 
 
Incluso, que comience.



    



Gabriel Jaime Franco




miércoles, septiembre 30, 2015

Prestidigitador


No hay otro secreto
en las manos del prestidigitador
que la realidad menesterosa
de su vida pretendiendo
desempolvar la magia
de la nuestra.























Pedro Arturo Estrada



Morada Real


El tiempo excava en ti
una tumba,
el vacío que habitas
ya sin sueños y fáciles
palabras.
Secreto y único lugar
donde más vivamente
te posees.









Pedro Arturo Estrada

lunes, septiembre 28, 2015

Hoy Me Sobra El Corazón


Hoy estoy sin saber yo no sé cómo
hoy estoy para penas solamente,  
hoy no tengo amistad,  
hoy sólo tengo ansias  
de arrancarme de cuajo el corazón  
y ponerlo debajo de un zapato. 

Hoy reverdece aquella espina seca,  
hoy es día de llantos en mi reino,  
hoy descarga en mi pecho el desaliento  
plomo desalentado. 

No puedo con mi estrella,  
y me busco la muerte por las manos  
mirando con cariño las navajas,  
y recuerdo aquel hacha compañera,  
y pienso en los más altos campanarios  
para un salto mortal serenamente. 

Si no fuera ¿por qué?... no se por qué,  
mi corazón escribiría una postrera carta,  
una carta que llevo ahí metida,  
haría un tintero de mi corazón,  
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,  
y ahí te quedas, al mundo le diría. 

Yo nací en mala luna.  
Tengo la pena de una sola pena  
que vale más que toda la alegría. 

Un amor me ha dejado con los brazos caídos  
y no puedo tenderlos hacia más.  
¿No veis mi boca qué desengañada,  
qué inconformes mis ojos? 

Cuanto más me contemplo más me aflijo:  
cortar este dolor ¿con qué tijeras? 

Ayer, mañana, hoy  
padeciendo por todo  
mi corazón, pecera melancólica,  
penal de ruiseñores moribundos. 

Me sobra el corazón. 


Hoy descorazonarme,  
yo el más descorazonado de los hombres,  
y por el más, también el más amargo. 

No sé por qué, no sé por qué ni cómo  
me perdono la vida cada día. 





Miguel Hernández & Pabellón de Palabras & Hoy Me Sobra El Corazón










Miguel Hernández


domingo, septiembre 27, 2015

Los Dados Eternos


Para Manuel González Prada,
esta emoción bravía y selecta, una de las que, 
con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.


Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.


















César Vallejo


La Violencia De Las Horas


Todos han muerto.

Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el
burgo.

Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: “Buenos días, José! Buenos días María!”

Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de me-
ses, que luego también murió, a los ocho días de la madre.

Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de he-
redad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.

Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.

Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no
se sabe quién.

Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.

Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.

Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi bario, mucho antes de que el sol se
fuese.

Murió mi eternidad y estoy velándola.



César Vallejo


sábado, septiembre 26, 2015

Parábola Del Recuerdo


Hablemos de las cosas que tú amabas,
para que caiga dulcemente tu alma
rendida en languidez sobre mi alma.

Hablemos del verano. De los cielos
teñidos de jazmín. Y de la brisa
como una inquieta niña en la ventana.

Hablemos de tus manos transparentes
en lenguaje cálido, llorando
la quietud del silencio inconmovible.

Hablemos de la ausencia de tus labios,
la perfecta caricia de tu pelo
y el anillo de sombras de tus ojos.

Hablemos de tu voz, gaviota herida,
arco de agua y cristal, lágrima pura
tibiamente rodando en tu garganta.

Hablemos de esos días. Nada pueden
ni el tiempo, ni el olvido, ni la muerte,
para borrar el rastro del pasado.

Para apagar el tono del recuerdo,
cuando se juntan nuestras viejas horas
en un quieto arroyuelo de memorias.







Pabellón de Palabras & Parábola Del Recuerdo & David Ledesma Vásquez






David Ledesma Vásquez