Aquel que está a la diestra
de los dioses, borracho de su luz
y su armonía.
Aquel que brota lirios
cuando mira. Y que sabe
que su intacta sonrisa
es un sol inasible.
Aquel que tiene un ramo
de mirto entre las manos
y una rosa de fuego
quemándole los labios.
Anchos ríos de música
le atraviesan el torso.
Su cabeza inaudita
remata un dulce cuello
por donde gruesas venas
fingen lianas salvajes.
Tiene el vientre de mármol,
las caderas estrechas
y la esbelta cintura
de metálico brillo.
Largos ruedan sus muslos
-¡oh, purísima carne!-
a encontrar las rodillas
firmes y consteladas
y sus brazos se mueven
en caricia infinita
impulsados por músculos
de una tierna dureza.
Aquel que está a la diestra
de los dioses,
y que, -desnudo y tenso-
se yergue contra el viento
con una lucidez
de estatua estremecida!
de los dioses, borracho de su luz
y su armonía.
Aquel que brota lirios
cuando mira. Y que sabe
que su intacta sonrisa
es un sol inasible.
Aquel que tiene un ramo
de mirto entre las manos
y una rosa de fuego
quemándole los labios.
Anchos ríos de música
le atraviesan el torso.
Su cabeza inaudita
remata un dulce cuello
por donde gruesas venas
fingen lianas salvajes.
Tiene el vientre de mármol,
las caderas estrechas
y la esbelta cintura
de metálico brillo.
Largos ruedan sus muslos
-¡oh, purísima carne!-
a encontrar las rodillas
firmes y consteladas
y sus brazos se mueven
en caricia infinita
impulsados por músculos
de una tierna dureza.
Aquel que está a la diestra
de los dioses,
y que, -desnudo y tenso-
se yergue contra el viento
con una lucidez
de estatua estremecida!
Tomada de: Orfeu Negro |
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