Como aquel que posee muchas tierras
y no conoce todos sus linderos,
quiero aprender tu rostro de memoria:
Déjame contemplarte ardientemente.
Quiero tener entre mis brazos toda
la alegría inaudita de tu cuerpo,
y el gesto alado con que caen tus hombros
un tanto abandonados y otro tristes.
Dime cómo es tu piel, qué resorte,
qué mecanismo ideal hace encender
esa luz tan purísima que, a veces,
te alumbra desde el fondo las pupilas.
Enséñame tu risa. Tu silencio
y tu aliento también, esa fragancia
cálida cual crepúsculo incendiado,
como el crepúsculo, estremecedora.
O mejor tú, en completa desnudez,
dejáme ser en ti, ignorante y ciego,
una tibieza leve que te siente
sin explicarse todos tus misterios.
y no conoce todos sus linderos,
quiero aprender tu rostro de memoria:
Déjame contemplarte ardientemente.
Quiero tener entre mis brazos toda
la alegría inaudita de tu cuerpo,
y el gesto alado con que caen tus hombros
un tanto abandonados y otro tristes.
Dime cómo es tu piel, qué resorte,
qué mecanismo ideal hace encender
esa luz tan purísima que, a veces,
te alumbra desde el fondo las pupilas.
Enséñame tu risa. Tu silencio
y tu aliento también, esa fragancia
cálida cual crepúsculo incendiado,
como el crepúsculo, estremecedora.
O mejor tú, en completa desnudez,
dejáme ser en ti, ignorante y ciego,
una tibieza leve que te siente
sin explicarse todos tus misterios.
Tomada de: Orfeu Negro |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario