Las pasiones se pierden,
salvo una quizá:
la pasión por la pérdida.
Y todo lo demás también se pierde:
la rosa, los humores, tu rostro,
la vida, la ventana, la muerte.
También esta palabra se pierde,
su lectura, su ruido.
Sólo queda un recurso:
convertir la pérdida en pasión
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