Moralina, cuando en mis brazos arde,
fiera la
llama de su aposento carnal,
me dice:
“ No te dejaré nunca, no.”
Yo,
aunque mortal, de estas cosas algo sé.
Es al
dios quien ha poseído mi cuerpo
para así
poder tenerla en sus redes, prisionera.
Cayus Generosus Erigo
Traducción de Justo
Ernesto Paladín
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