Nos encontrábamos todos los días
en el mismo sitio
compartíamos versos cigarrillos
y a veces una novela de aventuras
Lanzábamos piedrecitas
desde el puente donde almorzaban
los obreros de la fábrica de vidrio
Le decía que la tierra es redonda
mi tía bruja y la luna un pedazo de cobre.
Que un día iría a Nueva York
la ciudad abundante en cosas estrambóticas
donde los gatos vagabundos
duermen bajo los automóviles
donde hay un millón de mendigos
un millón de luces
un millón de diamantes . . .
Nueva York donde las hormigas
demoran siglos trepando al Empire State
y los negros se pasean por Harlem
vestidos con colores chillones
que destilan betún en el verano
Iría por los restaurantes
hasta encontrar un cartelito:
“Se necesita muchacho para lavar los platos
No se requiere título universitario”
A veces comería un sandwich
recogería manzanas en California
pensaría en ella cuando montara en el elevado
y le compraría un traje parecido al neón . . .
me iba a besar
cuando sonó el pito de la fábrica.
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