Mi criada, buena para el lecho,
a pesar de su cristiana alma,
cuando a la guerra avanzo
me grita desde la ventana:
“Amo, la Virgen lo acompañe”.
Si no fuera porque en su trasero
se caldea el infierno, no permitiera
yo en su lenguaje el cielo.
“Ilusa —exclamo— no
entiendes,
—mientras hacia lo alto el arma elevo—
si la virgen me acompañara
dejaría de serlo”.
Cayus
Generosus Erigo
Traducción de Justo Ernesto Paladín
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